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Collada de Barcenillas, en Ruente.
Pastos "verdes pero poco nutritivos" ocultan  las cicatrices del fuego

Pastos "verdes pero poco nutritivos" ocultan las cicatrices del fuego

El director de Medio Natural advierte de la pérdida de fertilidad en los suelos y avisa de que los efectos de los incendios "no han terminado"

Álvaro San Miguel

Martes, 26 de julio 2016, 08:20

Los montes y bosques arrasados en diciembre, durante una de las peores rachas de incendios intencionados de los últimos 20 años, lucen siete meses después un llamativo color verde que invita a cometer el error de quitarle hierro al fuego. Ya entonces, cuando el humo picante de los eucaliptos quemados nublaba las calles de Torrelavega y las llamaradas en Peña Cabarga iluminaban las noches de Santander, se demostró que los problemas del campo sólo se afrontan cuando se ven desde la ciudad. El peligro es que ahora ocurra lo mismo y la visión de pastos frescos y árboles en flor, allí donde hace unos meses sólo había cenizas, apague también la alarma social que llevó al Gobierno cántabro a proponer un cambio -todavía en trámite- en la política de lucha contra el fuego.

El máximo responsable de la región en esta materia, el director general de Medio Natural, no duda en calificar los incendios forestales como «el principal problema al que se enfrenta Cantabria en el reto de la conservación de la naturaleza». Al repasar el estado de los montes y bosques calcinados hace siete meses, Antonio Lucio advierte de que hay situaciones que pueden pasar «desapercibidas».

Algunos de los árboles que fueron pasto de las llamas han conseguido salir adelante y florecer a pesar de que sus troncos muestran las cicatrices negras del fuego, pero su futuro no pinta tan verde como el de los pastos. «En las masas arboladas autóctonas donde se produjeron incendios de alta intensidad -dice Lucio- pueden observarse ejemplares muertos en pie junto a otros que logran rebrotar. Estos últimos, sin embargo, se encuentran débiles y dañados, existiendo una mayor probabilidad de que sucumban en un futuro cercano ante el ataque de plagas, enfermedades o daños meteorológicos, que en circunstancias normales no habrían producido efectos significativos».

En lo que se refiere a las masas de arbolado autóctono afectadas, el Gobierno de Cantabria calculó que ardieron 3.000 hectáreas de robledales, encinares y hayedos valoradas en 71 millones de euros.

La catástrofe ecológica provocada por algunos de los 396 focos de fuego detectados durante las dos semanas de crisis también repercutió en las arcas públicas de decenas de municipios y juntas vecinales. «En el caso de las masas arboladas de carácter productivo -eucaliptales y pinares-, se produjo una pérdida total o parcial del capital invertido y de los rendimientos generados. Además, ahora es preciso acometer nuevas inversiones en forma de actuaciones silvícolas dirigidas a restablecer las condiciones productivas de la parcela». En total se perdieron unas mil hectáreas de eucalipto y pino valoradas en cinco millones de euros.

Las 6.000 hectáreas restantes -hasta llegar a las 10.000 que se quemaron, según los cálculos del Ejecutivo regional- eran terrenos de monte bajo con predominio de escajos y matorral valorados en otros cinco millones.

Pastos no tan buenos

A simple vista, el colorido de los pastos que se quemaron en diciembre sirve de coartada para los incendiarios que atizan cada año la 'cultura del fuego' en Cantabria. «Sin embargo, la situación puede llevarnos a engaño. La elevadísima productividad forestal de la que goza nuestra comunidad, derivada fundamentalmente de un clima privilegiado, posibilita que parte de aquellas áreas que en diciembre se encontraban ennegrecidas a consecuencia del incendio hayan brotado en primavera, conformando un paisaje verde que puede inducirnos a pensar que las consecuencias del incendio han terminado».

Los incendios, explica el director general de Medio Natural, producen efectos complejos sobre los suelos, pero lo fundamental en este caso es saber que en Cantabria, con un clima muy favorable para el desarrollo de vegetación, el factor que limita las posibilidades de desarrollo es la potencialidad y características del sistema suelo. Por un lado, los incendios provocan una combustión de la materia orgánica existente en el suelo. Y por otro, facilitan la pérdida del mismo cuando se producen fuertes lluvias. En resumen, un deterioro de su fertilidad.

Tras un incendio de matorral o pastizal, el banco de semillas existente en el suelo permite la germinación de plantas herbáceas. «Esa formación vegetal de tonalidad verde induce a pensar en un pasto fresco y nutritivo», apunta Antonio Lucio. «Sin embargo, la realidad es que la mayor parte de esas formaciones son pastos de una calidad bromatológica escasa que aportan muy poco valor nutritivo al ganado».

El plan integral de lucha contra el fuego sigue a día de hoy dando vueltas por los despachos. Mientras tanto, el conflicto salarial con operarios y agentes forestales -que son los que apagan los incendios- ha apartado el foco del monte para ponerlo en los adoquines de la calle Peña Herbosa, donde los trabajadores en huelga reclaman al Gobierno de Cantabria el pago de las guardias atrasadas y la dotación de las plazas que han ido quedando vacantes estos años.

Aunque los detalles del plan son desconocidos todavía, el director general de Medio Natural avanza una de las políticas que se van a fomentar desde la Administración: «El fuego, utilizado de forma correcta, es una técnica de gestión silvopastoral que, completada con otras, como el encalado, el manejo del ganado o la siembra pueden generar sistemas pascícolas sanos y vitales que aporten un buen valor nutritivo al ganado».

Más ganadería extensiva

El prestigioso naturalista cántabro Jesús 'Suso' Garzón, Premio de la Fundación BBVA a las Actuaciones en Conservación de la Biodiversidad en España, subraya que «gran parte de la superficie arrasada, teóricamente con enormes daños materiales y paisajísticos, presenta una magnífica regeneración natural sin necesidad de ninguna restauración por parte de las empresas dedicadas al gran negocio forestal con dinero público. Lo que indica evidentemente una incompetencia manifiesta de los políticos y técnicos responsables para gestionar adecuadamente nuestro territorio y sus importantes valores ambientales».

Garzón, uno de los padres del parque nacional de Monfragüe, asegura que todas las políticas forestales que se han aplicado en España han ignorado «sistemática y premeditadamente» los condicionantes naturales del clima, los suelos y la orografía, «despreciando los conocimientos, las necesidades y la forma de vida de la población rural y de sus prácticas tradicionales, adaptadas al óptimo aprovechamiento del territorio».

El naturalista, afincado en Cabuérniga, denuncia «el uso indiscriminado de maquinaria pesada en los montes para la construcción de pistas, cortafuegos y aterrazamientos para plantar especies exóticas como pinos y eucaliptus, que están provocando procesos erosivos irreparables, contaminación de ríos y arroyos, gastos energéticos derrochadores, con prohibición de quemas controladas para mejora de pastos, dejación en la ordenación ganadera de los montes y sustituyendo la gestión vecinal tradicional por empresas desligadas del uso cuidadoso del territorio». Garzón afirma que el objetivo de evitar los incendios forestales devastadores solo puede lograrse mediante el uso racional de la ganadería extensiva, que permite controlar permanentemente el exceso de combustible en los montes.

Las conclusiones a las que llega el premiado naturalista coinciden, a pesar de sus críticas, con las del director general de Medio Natural del Gobierno regional: «Muchos montes de Cantabria, ahora abandonados, deberían arder de forma controlada durante el invierno, como única forma de evitar los incendios devastadores, y generando empleo y riqueza en los pueblos, tan amenazados ahora por la despoblación, el envejecimiento y el abandono. Pero, para todo eso, sería imprescindible un cambio radical de la política forestal».

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