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Álvaro San Miguel
Sábado, 23 de julio 2016, 07:40
Los doce kilómetros que separan Castro Urdiales del País Vasco parecen más largos ahora que hay que hacerlos a 80 km/h. El nuevo límite de velocidad, impuesto en abril para frenar la elevada siniestralidad del tramo, ha molestado a muchos conductores, sobre todo a quienes viven en Castro y trabajan en Bilbao. Pero ahora que se conocen los primeros resultados del experimento, esos dos minutos más de trayecto hasta la muga parecen menos discutibles. La reducción del límite de velocidad de 100 a 80, junto a otras medidas como la instalación de un nuevo radar en la subida a Saltacaballo, la mejora del asfalto o una mayor presencia policial, han permitido reducir un 77% el número de accidentes. Aún así, el jefe provincial de Tráfico, José Miguel Tolosa, pide «prudencia». «Con tanta intensidad de tráfico en la zona estamos expuestos a un alto riesgo. Cualquier error de uno de los 45.000 conductores que circulan por allí cada día puede provocar un accidente».
solo aguantó tres semanas 'en pie'
Algo habrá aportado el nuevo radar de Saltacaballo, instalado en la subida hacia Bilbao, en la caída de la siniestralidad, pero su efecto ha sido principalmente disuasorio. Desde que entró en funcionamiento, el 1 de mayo, sólo ha cazado a 60 conductores a más de 88 km/h (que es la velocidad real que permite antes de denunciar). Cuando todavía no había terminado su primer mes de trabajo, una avería en una de sus sofisticadas piezas lo dejó inservible. Aunque su sola presencia habrá levantado más de un pie del acelerador, lo cierto es que ha sido su hermano al otro lado de la mediana el que ha llevado el peso de las sanciones con el nuevo límite de velocidad.
El análisis más sencillo, comparar el último mes con el límite a 100 y el primero a 80, arroja una evolución desmedida el cinemómetro denunció a 191 conductores en abril y a 1.937 en mayo. La cifra creció aún más en junio
Sólo hay un dato que podría refutar el hecho de que la limitación a 80 ha disparado las multas en el radar que sí funciona en junio de 2015 multó aún más que en junio de 2016
Aparato gafado
El nuevo radar de Saltacaballo, averiado a finales de mayo, es un modelo de última generación un dispositivo láser que captura simultáneamente los tres carriles de circulación, incluido el más exterior y por donde se circula más rápido. Entre sus prestaciones está la de no ser detectable por los inhibidores, dispositivos ilegales que interfieren el funcionamiento de los radares convencionales hasta el punto de romper las ondas si se circula a mucha velocidad. A pesar de la alta tecnología, no tardó en averiarse. Su gafe comenzó cuando unos vándalos llegaron a saquearlo antes incluso de que entrara en funcionamiento.
El famoso tramo castreño venía de unos meses escandalosos en los que los accidentes se sucedían un día tras otro: 22 en enero, 27 febrero, 28 en marzo... hasta que Tráfico, Guardia Civil y Carreteras decidieron tomar medidas drásticas y bajar el límite de velocidad a 80 en todo el trayecto desde Castro a Vizcaya. Desde entonces: siete accidentes en abril, seis en mayo y cuatro en junio. Si se compara con el trimestre anterior, de enero a marzo, la caída es del 77%. Es cierto que las condiciones meteorológicas son peores en el primer trimestre, aunque en el segundo, con el verano cerca, hay algo más de tráfico. Pero si se compara con el mismo trimestre de 2015, la bajada es también notable: un 61%.
Para entender la gravedad del problema sólo hay que revisar las cifras de siniestralidad de los últimos años. En ese tramo de doce kilómetros llegaron a producirse la tercera parte de los accidentes de la A-8 en Cantabria (134 kilómetros): 72 accidentes en 2012 (el 19% de todos los de la A-8), 104 al año siguiente (25%), después 135 (31,4%), al siguiente 159 (34%)... En solo cuatro años, la siniestralidad había crecido un 121%. Y eso que los medidores de aforo del Ministerio de Fomento dicen que la intensidad media diaria del tráfico, para ambos sentidos, había bajado de los 54.328 vehículos de 2011 a los 45.161 de 2014 (último año con datos oficiales).
El jefe provincial de Tráfico insiste en que hay que seguir el camino abierto hace tres meses y no confiarse por los buenos resultados. Se mantendrán las patrullas de la Guardia Civil de Tráfico y del helicóptero de la DGT, el temido Pegasus. Además se seguirá reforzando la señalización vertical con cuatro avisadores electrónicos que informarán de la velocidad de circulación antes y después de llegar a los dos radares instalados en Saltacaballo. Los dos primeros aparatos se instalarán antes de la curva de izquierdas que desciende Saltacaballo en dirección a Castro y 500 metros antes del cinemómetro que controla la subida al alto en sentido Bilbao.
Donde no habrá cambios es en el carril de tráfico lento que escala el tramo hacia Vizcaya y que en su momento se cerró para evitar incorporaciones peligrosas antes de coronar el alto. Ahora que todos los vehículos deberían circular a una velocidad similar en los tres carriles de subida, los responsables de la seguridad vial no lo ven necesario. De hecho, consideran ese carril un elemento clave para dar fluidez a las clásicas caravanas veraniegas entre Castro y Bilbao.
El tercer carril, lejos
La posibilidad de que Fomento afronte la construcción del largamente reclamado tercer carril de la A-8 en la mitad oriental de Cantabria queda fuera del debate por el momento. «Si sale adelante o no se escapa de nuestras manos. Nosotros jugamos con lo que tenemos y depende de nosotros», explicó Tolosa.
Ahora mismo, el objetivo de Tráfico en Cantabria es sostener la baja siniestralidad de los tres últimos meses en el peligroso tramo castreño. «Veníamos de unas cifras muy malas y siempre estamos expuestos a que el azar nos deje un accidente grave», advierte Tolosa, que destaca el granallado realizado en el asfalto por los técnicos de la Demarcación de Carreteras como uno de los elementos clave para explicar la caída de los accidentes.
A grandes rasgos, esta técnica consiste en aplicar sobre el asfalto aire a presón y pequeñas virutas metálicas granalla que al impactar sobre el firme consiguen un doble efecto. Lo limpian de los restos de neumático acumulados como consecuencia de la circulación y, por lo tanto, consiguen una superficie menos deslizante. Este proceso mejora el drenaje de la carretera e incrementa la adherencia de los vehículos al firme, con lo que contribuye a mejorar la seguridad vial y a prevenir accidentes.
Un tramo viejo y barato
El tramo entre Castro y Vizcaya es el más antiguo del sector oriental de la A-8 y, pese a la compleja orografía, también el más barato. Un informe de la Demarcación de Carreteras (Cantabria: la construcción de la autovía. Temas de interés específico y actuaciones destacadas) precisa que la empresa Agroman lo construyó por 3,4 millones de euros por kilómetro, prácticamente la mitad de lo que le costó a Tecsa-Vilas y Construcciones-Ginés Navarro cada kilómetro del tramo Castro-Colindres (6,1 millones). «Éste es el trazado que tenemos», lamentaba hace tres meses el jefe de Tráfico cuando desveló en este diario el plan de emergencia de Saltacaballo que diseñó junto a la Guardia Civil y a Carreteras.
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Ana del Castillo
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