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Enrique Munárriz
Martes, 20 de septiembre 2016, 07:19
«Tendremos que acostumbrarnos a convivir con ella», admitía la pasada semana el consejero de Medio Rural del Gobierno de Cantabria, Jesús Oria, al ser cuestionado por la presencia de la avispa asiática en Cantabria. Una forma de reconocer que no hay nada que hacer, que su eliminación será imposible y que la única forma de combatirla será «controlar su expansión». «Cuando una especie invasora entra en una zona la erradicación es prácticamente imposible», reconocía el consejero ante los apicultores cántabros, los más afectados por una avispa que devora a sus competidores. Toda la Cornisa Cantábrica ya la sufre, desde la frontera con Francia, por donde entró a la península, hasta Galicia, «donde se ha hecho más fuerte incluso».
El problema ahora es que la expansión de la vespa velutina también parece imparable. Los últimos datos de la propia Consejería de Medio Rural informaban de que este mismo año ya se han retirado nidos en la mitad de los municipios de Cantabria, con Piélagos (14), Ampuero y Bareyo (9) como los más afectados. Y poco a poco va tomando posiciones en Santander. Primero en la calle Alta, más tarde en el barrio de Tetuán, después en el campanario de las caballerizas de la UIMP y, ahora, en el aeropuerto Seve Ballesteros, donde ha aparecido un nido en una de las señales de entrada.
Los bomberos ya han actuado sobre el nido con un tratamiento con biocida mediante una pértiga; el químico debe estar en torno a una semana para conseguir que el mayor número de avispas se impregne y, después de este tiempo, se procederá a la última fase: la retirada del nido mediante unas espátulas. A día de hoy, no ha conseguido acabar con los ejemplares que vuelan a sus anchas por las cercanías del aeródromo cántabro.
Poco a poco y de forma lenta, la vespa velutina sigue con su conquista. Si se divide el mapa de Cantabria en cuadrículas, el avispón asiático mancha algunas celdas del sur de la región (zona de Campoo), pero sobre todo las de las comarcas del este, porque entran en la región a través del País Vasco. Municipios como Castro Urdiales registran el mayor número de «localizaciones», concepto que resulta de sumar los nidos y los avistamientos de estos avispones negros.
La Consejería de Medio Rural, Pesca y Alimentación destina una media de 200.000 euros al año en luchar contra este avispón de panza negra. A esto hay que sumar lo que dedica el servicio de emergencias del 112 (dependiente de la Consejería de Presidencia), que también toma cartas en el asunto, normalmente para erradicar los nidos más problemáticos, aquellos que precisan de una escala o similar.
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