"Mamá, ¡que ya vuelvo!"

"Mamá, una merluza del cantábrico estaría de vicio para cenar". La ingeniera cántabra Sara Castanedo, que trabaja en Singapur, a 11.000 kilómetros de "la tierruca", enumera todo lo que pretende hacer cuando ponga un pie en Cantabria. "Comer un helado de Regma paseando por El Sardinero, unas rabas... También quiero unas cervezas en Peña Herbosa", prosigue. Tiene para rato, va a exprimir el tiempo al máximo.

Tanto ella como su compañero de carrera Álvaro Navarro, que trabaja en Haifa (Israel), se sentarán con los suyos en la mesa para celebrar el año nuevo. Navarro es, en el fondo y en la forma, un tipo majo. Solo hay que ver los 36 segundos de vídeo que ha enviado a este periódico. El amigo que todos queremos tener. Trabaja como ingeniero de Caminos en Israel y, aunque por allí hace "buen tiempo", lo cambia sin dudar por el frío del norte para ver a su familia.

El invierno es para leer a Dostoyevski en el sofá, con una manta bien gorda y una taza de café lo suficientemente caliente como para que caldeen las manos al cogerla. Sin embargo, la cántabra Carmen Venegas, de 33 años, sale a la calle en plena nevada para felicitar la Navidad a sus paisanos. ¡Faltaría más! "Felices Fiestas desde Montreal (Canadá)", dice mirando al objetivo del valiente cámara que la graba. Felices Fiestas para ti también, Carmen.

La postal navideña es bien distinta en Río de Janeiro. Imaginen. Cielos despejados, manga corta y sonrisa en la cara, claro. Fernando San Martín lleva casi cinco años en Brasil como ingeniero industrial, pero esta Navidad recoge sus cosas para volver a Los Corrales de Buelna, donde reside su familia. "Contando las horas y los días que faltan para encontrarnos. Espero que las Navidades estén llenas de buenos momentos y muchas carcajadas", dice el mensaje.

Mientras, Sara sigue enumerando. "Papá ven a buscarme al aeropuerto. Quiero una tortilla de bonito en el Manila...".