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Ana Rosa García
Lunes, 19 de diciembre 2016, 07:17
Desde hace unas semanas, dos golden retriever (Nala e Ilka) pasan la noche sobre una colcha extendida al pie de la cama de Clara y Paula, dos hermanas de 22 meses y cinco años, respectivamente. Ninguna de las cuatro sabe aún que ese cambio en su rutina -antes las perras dormían en la planta baja de la casa- es el primer paso de un proceso de adiestramiento que convertirá a una de las mascotas en guardiana de la benjamina de la familia, que padece diabetes. Lo será con una misión muy concreta: avisar a sus dueños si huele que la pequeña está entrando en una hipoglucemia (bajada del nivel de azúcar en sangre), el episodio que entraña más riesgo de esta enfermedad crónica que tiene su origen en un páncreas que no funciona como debería.
Joseba García y Vanesa Francisco, un matrimonio del País Vasco que reside en el municipio de Rasines desde hace siete años, han sido los primeros vecinos de Cantabria que han recurrido al método que promueve Dogsfriends, una organización especializada en terapia asistida con animales que tiene su sede en Alicante.
Los perros detectores de hipoglucemias se utilizan en España desde hace tiempo. La Fundación Bocalán fue una de las pioneras. La novedad que presenta Alejandro Hernández, impulsor de Dogsfriends, es que trabaja con perros de casa, dando pautas a la familia para educar al animal. «Partimos del vínculo que se crea entre el perro y el paciente, que en este caso ya existe porque las mascotas ya estaban en el hogar cuando nació Clara. Cuanto mayor es el vínculo, más pendiente estará de ella», explica. Tras desarrollar este proyecto en Alemania durante cinco años, acaba de regresar a España, donde ha iniciado una campaña a través de las asociaciones de diabéticos para dar a conocer «esta nueva forma de enseñar a un perro a detectar las hipoglucemias».
Los padres de Clara están «dispuestos a intentarlo», a sabiendas de que en este proceso de entrenamiento, que exige constancia y seguir al pie de la letra cada ejercicio, ellos son el eslabón fundamental.
«Frente a quienes se dedican a la cría de los perros, los entrenan y se los venden a las familias interesadas, a un coste que parte de los 9.000 euros, nosotros lo que hacemos es trabajar con su propia mascota. El objetivo es que nuestras terapias sean accesibles a todos», subraya Alejandro. En el caso de la diabetes, para empezar, «el perro tiene que aprender a identificar el olor de la niña cuando le baja la glucosa». El extraordinario olfato canino -diez mil veces más potente que el humano- es capaz de percibir ese cambio corporal.
Acierto, recompensa
«Tenemos que enseñarle a que reaccione a ese olor específico. Para ello, trabajaremos a partir de una serie de muestras de saliva y sudor de la niña, que van a tener que coger los padres». Bajo la fórmula 'si hay acierto hay recompensa' (premios), el animal acabará asociando que cuando percibe ese olor es cuando tiene que avisar para recibirlo. «Las muestras pueden durar dos meses en el congelador, dos semanas en la nevera y dos días a temperatura ambiente, pero es clave seguir las indicaciones que les damos para que no se mezclen con olores de otras personas», explica.
La segunda parte del proceso será ensayar la forma en la que el perro alertará a sus dueños. «Lo habitual es que dé con el morro en el brazo, lama la mano o se ponga a dar vueltas. No se opta por el ladrido porque puede confundir», señala Alejandro.
«Confiamos en que la perra pueda llegar a ser un complemento para el control de la niña y que nos aporte tranquilidad», dice Joseba, que reconoce que desde que nació la pequeña «no hemos vuelto a dormir como antes». Y es que los controles de glucosa se realizan cada tres o cuatro horas por el día, generalmente antes de cada comida, e igual de espaciados durante la noche, «salvo que los niveles estén bajos, en cuyo caso tenemos que comprobar cada hora», apunta la madre. A las cuatro de la mañana, antes de salir al trabajo (Joseba es panadero), revisa a la niña. Vanesa hace el control de la medianoche y de las ocho de la mañana; y los fines de semana se turnan, uno duerme y el otro se queda pendiente de Clara.
«La noche es la más peligrosa, porque al pasar más horas sin comer es cuando pueden darle las hipoglucemias, pero de momento no hemos tenido ningún susto», afirma ella. Aunque reconocen que «la diabetes asusta más de lo que realmente es», coinciden en que no pueden bajar la guardia, «porque no siempre hay síntomas». Esa incertidumbre la alivian en cuestión de segundos desde que han adquirido el dispositivo digital de medición (no financiado por la sanidad pública) que ha reducido de forma notable los pinchazos que recibe la niña. «Antes, seis al día no se los quitaba nadie, después de un mes ya se le estaban pelando los dedos», apostilla.
Ahora, basta con acercar el dispositivo al brazo de la pequeña, donde lleva el sensor fijado con un pequeño parche adhesivo, para conocer el nivel de glucosa, que aparece reflejado en la pantalla. El adiestrador subraya que «la mayoría de los padres lo que te dicen es 'yo ya no sé lo que es dormir', y te piden un perro para la noche. La teoría y la práctica te dicen que si un perro detecta la hipoglucemia por la mañana y por la tarde, es casi posible que por la noche también, pero no te lo puedo asegurar. Si tu entras en la cocina no piensas que se te ha quemado, hasta que te llega el olor. Con esto pasa igual, el perro va a estar tan tranquilo, y cuando huela ese olor que se le ha enseñado a identificar avisará. Por la noche pasará lo mismo. Pero esto se consigue con mucha rutina».
Esta familia de Rasines ha recibido esta semana las primeras sesiones. «La media suelen ser 30 horas (60 euros cada una), aunque hay familias que lo consiguen antes, y otras en las que es más complicado. Si me preguntas si cualquiera puede lograrlo, te diría que depende. Siempre digo que el éxito es de ellos. Yo asesoro, pero si no siguen las indicaciones que les damos, esto no funciona». La evolución se irá viendo en las citas presenciales (una al mes). «Mientras, ellos me mandarán vídeos de cómo va, y les podré señalar los fallos y rectificar pautas». Aún habrá que decidir si la vigilancia de Clara la asume Nala o su hija Ilka, mientras las dos golden siguen durmiendo junto a ella cada noche.
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Rocío Mendoza | Madrid, Lidia Carvajal y Álex Sánchez
Álvaro Machín | Santander
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