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Las afecciones tóxicas y urticantes, por la pilosidad volátil, aumentan por la sequía
La procesionaria hace el agosto en Navidad

La procesionaria hace el agosto en Navidad

La situación es especialmente grave para los perros, ya que les puede llevar incluso a la muerte, y afecta al sistema respiratorio humano

Nieves Bolado

Jueves, 29 de diciembre 2016, 07:18

Problemas para las personas, para los animales especialmente para los perros y mediatización negativa del medio ambiente, son los resultados que está produciendo el desarrollo de la procesionaria en montes y áreas urbanas de Cantabria. Las temperaturas anormalmente altas y la falta de lluvia están creando, entre otros, el problema de la resurrección de este tipo de lepidóptero tanto en los montes como en las áreas urbanas, donde es especialmente molesto y de riesgo.

En algunas ciudades, como Santander, se comenzó a atajar de manera efectiva el problema el año pasado aunque sigue existiendo en algunas áreas, pero en Torrelavega, Polanco, Barreda, San Román y Camargo se está convirtiendo en una pesadilla que ha llevado, incluso, a denuncias oficiales de vecinos, por ejemplo al Ayuntamiento de Torrelavega, por no poner coto a esta invasión.

Es el caso de los residentes en la zona del Paseo del Niño de la capital del Besaya, donde están sufriendo, casi en enero, una auténtica invasión de procesionaria, que lleva incluso las secuelas al interior de sus viviendas.

«Con la subida generalizada de las temperaturas, la oruga procesionaria prolifera en campos y parques, suponiendo un auténtico peligro para los niños y los animales de compañía», explica el director del Cima en Cantabria, y reputado medioambientalista, Jesús García. Los expertos recomiendan evitar el contacto con estos insectos a toda costa, pues pueden hacer enfermar de gravedad a quien los toque.

La procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa), abunda en los bosques de pinos en cedros y abetos. «La solución mayoritariamente adoptada para el arbolado de las zonas verdes de las ciudades ha sido la de implantar coníferas, una clase vegetal que en muchas de sus especies presenta serios inconvenientes de mantenimiento en nuestra región, siendo las más problemáticas las de las familias cupresáceas (cipreses) y pináceas (pinos)», explica García.

La única manera de luchar contra esta auténtica invasión es, como en tantos otros casos, la prevención. Por eso, la falta de medidas preventivas les ha llevado a los vecinos de Los Chopos, en Torrelavega, a culpar al Ayuntamiento por inacción, dado que la procesionaria ha tomado su barrio anidando en árboles públicos.

«La inacción por parte de la Concejalía de Parques ha conducido a la inevitable situación de encontrarnos con la especie en pleno desarrollo de sus larvas y con las orugas dispersándose por las ramas. En breve iniciarán su descenso al suelo, con lo que el riesgo de afecciones por el carácter tóxico y urticante de su pilosidad volátil que se incrementa notablemente, y de modo especial, en niños, ancianos y animales de compañía», ha expresado en un escrito la presidenta de la asociación vecinal San Gil, del Besaya, Felicísima Herrero.

Grave riesgo para perros

Quienes corren riesgo, incluso de muerte, ante la procesionaria son los perros. Tomás Bustamante, veterinario, alerta sobre este problema: «El perro principalmente y, sólo ocasionalmente el gato menos impulsivo, más calculador y selectivo suele ser la víctima del contacto», explica. «Se puede producir con la hilera de procesionaria en movimiento, con nidos caídos al suelo, que hacen desprender en el entorno los pelos urticantes o, muy ocasionalmente, con pelos llevados por el viento que dan por ejemplo afecciones oculares».

La sintomatología clásica es la del contacto oral: «El animal demuestra nerviosismo, se toca la boca con las patas. En pocos minutos desarrolla glositis, estomatitis, hasta la incapacidad de cerrar la boca», indica Bustamante. La lesión tiende a evolucionar a la necrosis, «con posibilidad de pérdida de tejido y en casos graves, la muerte».

Y aún siendo los que mayor riesgo corren, los humanos también pueden verse seriamente afectados en los procesos respiratorios: «El contacto de estos dardos con las personas suele desencadenar reacciones cutáneas locales más o menos llamativas, aunque también pueden dar problemas oculares y bronquiales por la aspiración», añade el veterinario.

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