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Martes, 10 de enero 2017, 18:19
Entre proyectos enquistados y síntomas de que algo se mueve, hay quien dice que se respiran aires de cambio mientras otros subrayan el letargo de iniciativas que padecen un estancamiento galopante. La lectura política, no obstante, refiere que 2017 se postula como un periodo clave y romperá con la pereza y el atoramiento instalado en una endeble y difusa política cultural.
Un año que se presenta con una serie de puertas entreabiertas desde la ya presumible inauguración del Centro Botín a proyectos que están sobre la mesa institucional de trabajo como el nuevo Mupac, o la consolidación de la sede asociada del Reina Sofia/Archivo Lafuente y que, dados los antecedentes pesimistas, pueden acabar en el habitual bucle giratorio.
Un periodo no obstante que, si la bonanza económica se certifica y se estrechan los vínculos entre lo público y lo privado, está destinado a concretar definitivamente el objetivo cacareado con insistencia: la consecución de una comunidad autónoma entrelazada por un eje cultural y turístico, cuyo motor sería Santander a través de su escaparate privilegiado y sustentado en ese renovado paisaje de infraestructuras y proyectos.
Para lograr que sinergias, anuncios y estrategias fluyan de forma pragmática se apela al necesario conjuro de sensatez, eficacia e interacción. La inversión y la plasmación de convenios y acuerdos ahora en proceso se antoja un paso fundamental. En línea de salida se hallan iniciativas y construcciones culturales tan trascendentales como el nuevo Museo de Prehistoria en su futuro emplazamiento, anexo al Palacio de Festivales, o la Fábrica de Creación que, pese a su aún provisional definición, ha despertado ilusión y expectación en un sector donde lo joven y lo creativo se revela habitualmente huérfano. El pragmatismo, más allá de las buenas intenciones, pasa por hacer casar la supuesta mejora económica con decididos pasos y en clave política con la normalidad en las relaciones entre el Ayuntamiento de Santander y el Gobierno regional, que ha discurrido en el último año por sucesivos desencuentros. En el caso de la capital el Plan Director, que entra en su fase final, concretará este año más de medio centenar de medidas estratégicas destinadas a redefinir el Santander cultural del futuro. Tras el recorte y los ajustes, la Fundación Santander Creativa, sin embargo, también afronta un año decisivo. Es el instrumento clave entre la base desde la cultura de barrio a la conservación del patrimonio visual, el arte urbano y el pensamiento crítico fruto de la iniciativa privada, ciudadana y asociativa cada vez más viva, a la Plataforma de las Empresas Culturales y las diversas instituciones.
A las llamadas fortalezas culturales tradicionales o de referencia ambas universidades, UC y UIMP, el Palacio de Festivales, que busca nuevos públicos; el saneado Festival Internacional, y, en menor medida, la Biblioteca Central de Cantabria, el Ateneo o la Fundación de Caja Cantabria y los espacios de la Autoridad Portuaria 2017 asoma como determinante a la hora de consolidar dos espacios esenciales: la fijación de la sede del Archivo Lafuente/Centro Reina Sofía en el antiguo inmueble del Banco de España, y, por supuesto, la esperada inauguración del Centro Botín, que debe desvelar su plan de acción y su mapa de contenidos, más allá de la agenda que desarrolla la Fundación.
Incógnita en torno al MAS
Otro de los puntos de mira se sitúa en la incógnita que se abre en torno al MAS, una vez que el museo de arte cerrará sus puertas para ejecutar obras de mejora, mientras sigue pendiente de un proceso de ampliación que no llega. Además su ubicación es clave en el proceso de ese nuevo eje cultural del Barrio La Florida donde confluyen el entramado de las Bibliotecas o la Fundación Gerardo Diego, entre otros espacios, y se espera rehabilitar el espacio del antiguo Archivo Histórico. Asimismo, el activismo cultural también supone la implicación de los centros cívicos y la reforma del centro Doctor Madrazo. Pero si 2017 lleva consigo la etiqueta lebaniega (analizada aquí en otro apartado), el patrimonio arqueológico de excelencia de Cantabria, las colecciones del Mupac y la red de cuevas encabezadas por la universalidad paleolítica de Altamira es otro de los ejes de referencia y proyección.
Tras la salida de José María Lassalle de la Secretaría de Estado de Cultura, quedó en punto muerto el futuro Centro de Arte Rupestre de la Unesco, cuya sede está encauzada para su ubicación en Santillana. En las próximas semanas se conocerá la plasmación o no del proyecto. Y Altamira, tras la llegada a la dirección de Pilar Fatás, afronta un periodo clave para descifrar su vínculo público. La convocatoria del Patronato permitirá abordar, tras más de un año de transición, la continuidad del régimen de visitas limitadas o su ampliación. Entre el valor simbólico de Altamira y el resto de cuevas Patrimonio Mundial se halla otra de la cuentas pendientes: El Plan Estratégico de Fomento del Arte Rupestre que radica en la planificación de la gestión de una parte esencial de este patrimonio.
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Ana del Castillo
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