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J. Martínez Teja
Miércoles, 11 de enero 2017, 07:19
Al otro lado del canal que da acceso a la capital cubana, visto desde la Habana Vieja, se alza una imponente fortaleza de piedra. Es el Castillo de los Tres Santos Reyes Magos del Morro, en cuya defensa el capitán de navío Luis Vicente de ... Velasco e Isla (1711-1762), natural de la localidad cántabra de Noja, escribió una de las páginas más heroicas de la historia de la Infantería de Marina española. A ello se refiere Juan de Iriarte: "Al Morro, mas no a Velasco, / lograste rendir, ¡oh, inglés! / Antes un mundo rindieras / que a un soldado como aquel". Cuando el almirante lord Albemarle dio cuenta a Londres del resultado de la desigual batalla, llamó a Velasco "el capitán más bravo del rey católico". Después de resistir cuarenta y cuatro días el asedio de una flota de doscientos barcos y veintidós mil hombres (entre ellos un joven llamado George Washington), cuya artillería le superaba por seis a uno, ya caído El Morro y herido gravemente Velasco, el general inglés, asombrado por su valor, lo abrazó y le ofreció el traslado a la ciudad o el cuidado de los mejores médicos británicos. Velasco falleció dos días después, el 31 de julio de 1762, atendido en La Habana por médicos españoles.
Los datos
Fundación
20 de noviembre de 1910.
Dirección
Neptuno, 457, bajo, entre Manrique y Campanario. 10200. Centro Habana (Cuba).
Presidente
Reynaldo Rojas Márquez.
Número de Socios
520.
Cántabros en Cuba
1.200.
Instalaciones
Local compuesto de planta baja y piso. Entre sus actividades destacan la celebración de la Bien Aparecida, el apadrinamiento del Racing cubano de fútbol, romería en noviembre, almuerzo anual gratuito para los socios, juegos de mesa, clases y actuaciones de su Escuela de baile, proyecciones y reparto de folletos y publicaciones sobre Cantabria.
Teléfono
00 53 786 12 681
Correo electrónico
ccanthab@enet.cu
El rey Carlos III le concedió un marquesado a título póstumo y ordenó que un barco de la Armada llevara por siempre el nombre de Velasco. Una estatua en Meruelo le recuerda, aunque también los británicos le honraron. Durante más de un siglo, cada vez que un buque de guerra inglés navegaba a la altura de Noja, ponía su bandera a media asta, y levantaron un monumento en su memoria en la Abadía de Westminster. Todas las noches, a las nueve, un disparo de cañón rememora en El Morro la orden de cierre de la ciudad de La Habana, tal como hacía la batería de los Doce Apóstoles cuando Cuba era española, mientras desfilan falsos soldados vestidos con los trajes militares de entonces. Es un espectáculo que presencian diariamente cientos de turistas y al que, en fechas señaladas, acudían los miembros de las sociedades regionales montañesas para recordar al héroe.
Una célebre esquina
En La Habana existen dos Casas de Cantabria, el Centro Montañés y la Sociedad Montañesa de Beneficencia. Mientras la Sociedad se encargaba del socorro económico y la asistencia médica gratuita a los paisanos necesitados, el Centro, creado en 1910, fue sobre todo un lugar lúdico y de esparcimiento, aunque no descuidaba los asuntos sociales. Así, en el acta de fundación se contemplaba "proporcionar un empleo lucrativo a quien carezca de él"", siempre que hubiera nacido en la provincia de Santander, naturalmente. Pero el Centro se hizo famoso por las fiestas organizadas en los bajos de su sede de la célebre esquina de Prado y Neptuno, una de las calles habaneras más céntricas y paseadas, donde la gente iba a tomar unos tragos, a ver actuaciones en directo, a bailar, a conversar y, posiblemente, a algo más. Pero los montañeses tuvieron que abandonar forzosamente el edificio unos años después del triunfo de la Revolución, y sólo disponen hoy de un local de escasa superficie en Neptuno, donde han recuperado parte de las tradiciones culturales y deportivas que desarrollaron en tiempos pasados. Ocupa la presidencia el cubano Reynaldo Rojas, un técnico en Economía nacido en Arroyo Naranjo, un municipio de La Habana, quien llegó a la sociedad en 1974 para unirse al pequeño grupo que consiguió revitalizarla, con nombres como los de Pedro Ezquerra, Cuco, César Arce o Andrés Ferrara. Mientras en su periodo de mayor éxito el Centro llegó a superar los ochocientos socios, hubo un momento en el que no había un número suficiente para mantenerlo en funcionamiento. Hoy cuentan en sus registros con 520.
Tiempos mejores
El Centro Montañés vivió, por tanto, tiempos mejores y fue uno de los más importantes y autosuficientes económicamente de La Habana, pero no tiene sentido detenerse en el pasado sino para recordarlo. Aunque la presencia cántabra continúa visible incluso en establecimientos comerciales sirvan como ejemplo el Hotel Armadores de Santander o el Bar Torrelavega no son muchos, por razones de edad, los naturales de Cantabria en el Centro Montañés: justamente 24, de los cuales la mayor, una señora a la que recientemente se le rindió homenaje, tiene 103 años, el más joven 60 y la media de los restantes supera los 80. Sí son notables las actividades, entre las que destacan las actuaciones de su joven cuerpo de baile integrado por setenta personas, aunque las penurias económicas afectan negativamente a la uniformidad de los trajes; el patrocinio de un club de fútbol al que han puesto el nombre de Racing, las celebraciones y reuniones habituales y los juegos de mesa. Por ello, según Reynaldo Rojas, "necesitamos que Cantabria no nos olvide. A nivel práctico, pedimos que se mantenga la subvención y, si es posible, la renovación de la computadora y el envío de banderas, folletos y equipaciones para el equipo de fútbol y el grupo de baile".
la anécdota
Hasta la esquina de Prado y Neptuno, la sede histórica del Centro Montañés, llegaban coches y carruajes y se acercaban las parejas para asistir a sus renombradas fistas, de moda en La Habana de mediados del siglo XX. En los bajos del edificio actuaba la Orquesta América, y fue en ese salón donde se gestó un nuevo ritmo, el cha-cha-chá, creado por Enrique Jorrín, una gloria de la música cubana. Su canción "La engañadora", allí estrenada, se convirtió en un éxito mundial "Estaba gordita, / muy bien formadita, / era graciosita, / en resumen, era colosal". Nunca se supo en quién se inspiró Jorrín, si en una muchacha que utilizaba postizos en las zonas que se suponen o en Manolo Maylán, un travesti de la época, a quien por poco le pegan un tiro en Miami al descubrir que no era una mujer.
El asociacionismo cántabro, del que el Centro Montañés y la Sociedad Montañesa de Beneficencia son los exponentes actuales "no es fácil la unión entre nosotros por diversos factores, entre ellos los legales, pero se puede intentar", dice Rojas, fue muy importante entre finales del siglo XIX y el comienzo del XX, cuando existían también la Unión Laredana, el Club La Tierruca, la Unión de Liébana y Peñarrubia, la Unión de Hijos de Pechón y la Juventud Montañesa, entre otros, un hecho fácilmente explicable porque gran parte de la emigración desde La Montaña se dirigió hacia Cuba y México. Posteriormente, diversas fusiones redujeron el número, pero aumentaron, al tiempo, su fuerza y poder de influencia. Si bien no forman parte de la historia de las Casas de Cantabria, debe mencionarse que varias de las grandes fortunas que hicieron en América los emigrantes cántabros, ennoblecidos más tarde, proceden de Cuba los marquesados de Comillas y Valdecilla y el ducado de Santoña son los casos más notorios, aunque no todos los caminos seguidos para conseguir caudales y haciendas fueron precisamente ejemplares.
Un siglo de historia
Hasta asentarse en Prado y Neptuno, el Centro Montañés pasó por una docena de instalaciones, desde la primera, cedida por la Asociación de Dependientes de Comercio, en 1910, hasta la de la Manzana de Gómez y la última en el número 457 de la calle Neptuno. El edificio de la sede histórica, el de Prado, ahora remozado, pudo ser recuperado hace años por el Gobierno de Cantabria, con escaso coste, en conversaciones directas mantenidas con Pedro Chávez, presidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular de La Habana equiparable a gobernador, y los presidentes (alcaldes) de los distritos de La Habana Vieja y de Centro Habana, ambos con jurisdicción sobre el lugar. No fue posible, como tampoco se pudo concretar la fusión del Centro con la Sociedad de Beneficencia, origen del acuerdo.
Lo cierto es que ha pasado más de un siglo desde que Gerardo Villanueva presidiera la primera junta del Centro Montañés de La Habana que, en sus años más boyantes, de fuertes ingresos, supo solidarizarse con su tierra, enviando ayuda para las víctimas del incendio de Santander o para la construcción de La Gota de Leche. Hoy, aun comprendiendo los problemas que la crisis ha causado a la economía de Cantabria, son ellos quienes precisan y merecen que se les siga teniendo en cuenta.
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