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J. Mertínez Teja
Domingo, 5 de febrero 2017, 08:41
La Rioja es la comunidad autónoma más pequeña de España en superficie y número de habitantes y tiene en común con Cantabria la singularidad de provincia y región todo en uno. La publicidad institucional que se muestra en la capital, calle Laurel arriba, calle Laurel ... abajo, y que también puede verse en las agencias de viaje, advierte de que nadie se deje engañar por el tamaño, que en esto tampoco importa. Poco más de cinco mil kilómetros cuadrados de superficie, unos trescientos menos que Cantabria, son suficientes para mantener una civilización vitivinícola de más de dos mil años de antigüedad, tradición de piedra y cultura en Logroño, el primer documento escrito del castellano en San Millán de la Cogolla y la diversidad en la grandeza de poblaciones como Calahorra, Haro, Alfaro, Sajazarra, Cenicero, Baños de Río Tobía, Ezcaray, Nájera, Casalarreina, Arnedo o Santo Domingo de la Calzada. Monasterios de Yuso y de Suso, de Santa María la Real, catedrales, iglesias, castillos, palacios y restos arqueológicos que dan testimonio de una historia amplia, fecunda y vieja. Pero La Rioja, una de las pocas regiones españolas que superan la media europea de riqueza por habitante, orgullosa de su pasado, no se detiene en él sino para ponerlo en valor, porque es sólido su presente y prometedor su futuro.
Fundación
Mayo de 1988.
Dirección
Labradores, 15, bajo. 26005 Logroño.
Presidente
Alfonso Pérez Fernández.
Número de socios
115.
Cántabros en La Rioja
Unos 1.300.
Instalaciones y actividades
Local en alquiler con un bar abierto al público, oficina, sala de reuniones y un patio de 300 metros cuadrados. Organizan una Semana Cultural en mayo, celebran la Bien Aparecida; San Bernabé, patrón de Logroño; San Mateo, fiesta principal, y una cena quincenal de confraternización. Las presentaciones de libros, conferencias, proyecciones, excursiones, degustaciones y actos solidarios son otros de sus servicios.
Teléfono
941 288 812.
Correo
centrocantabro.logro@gmail.com
Hermanadas ambas comunidades con vinos y quesos, el mismo Ebro que nace en el Circo de Tres Mares llamándose Híjar, se esconde en Paracuelles y se asoma de nuevo en Fontibre, baña y fertiliza la tierra riojana, sumadas sus aguas a las de siete afluentes que bajan veloces a su encuentro desde la cordillera Ibérica. No es el único lazo que une a Cantabria y La Rioja, aunque otros sean motivo de controversia, nunca permanente ni enconada, aunque sí defendida con firmeza por cada parte cuando surge la ocasión. Parece cuestión probada que el primer texto en castellano ('Cono aiutorio de nuestro dueno dueno Christo, dueno salbatore; qual dueno get ena honore.') es el de las Glosas Emilianenses de San Millán. Pero tampoco ofrece dudas el hecho de que la lengua hablada "ha nacido en el rincón cántabro", como defiende Menéndez Pidal, y cuya opinión nadie rebate porque no es eso lo que está en cuestión, sino el lugar geográfico de la Cantabria por entonces. Porque hay dos Cantabrias en La Rioja, la Sierra de Cantabria, en una de cuyas montañas, la del León Dormido, dicen que se despeñó el famoso caballo de Espartero, y el monte Cantabria, dentro del término municipal de Logroño y a orillas del Ebro, que domina el paisaje y es un excelente mirador sobre la ciudad.
Esta circunstancia se debe, según algunos autores, a que no ha de confundirse Cantabria con la Montaña santanderina, pues "con ese nombre se conoce, a partir del siglo X hasta el XII, una amplia zona norteña que, desde luego, incluía a la hoy llamada Rioja Alta", opinión que rebaten historiadores como Schultenofig, González Echegaray y Pereda de la Reguera, quien concluye que hasta el mismo San Millán de la Cogolla, "para que no existiera confusión", nos ofrece la seguridad de la situación de Cantabria diciendo: "'Cantabria sita est in monte Iggeto, juxta fons Iberi'. (El monte Igedo está sobre Valderredible y las fuentes del Ebro cerca de Reinosa, ambas en la actual provincia de Santander)".
De vinos y bares
Pero a La Rioja se la conoce mundialmente por sus vinos. El visitante que llega al Centro Cántabro, bien para participar en alguno de sus actos o por simple curiosidad, puede recibir una lección magistral, seguramente con una copa en la mano y alguna variedad de queso montañés en la mesa. Le pueden contar con todo lujo de detalles, porque algunos de los socios son auténticos especialistas, cómo un tinto de Rioja se caracteriza por tener un cuerpo y estructura bien compensado, en el que predomina el sabor afrutado cuando es joven y más aterciopelado cuando envejece; le dirán que es un vino amable y fácil de beber; seguramente le harán saber que sus cuatro variedades son Garantía de Origen, Crianza, Reserva y Gran Reserva, y que en lo que va de siglo solamente cinco cosechas han sido buenas. Las once restantes fueron o muy buenas (seis) o excelentes (cinco). Por tales razones, mientras el recuerdo que otras Casas ofrecen al pregonero o conferenciante -el último que estuvo por aquí fue Joaquín Arozamena- será de cualquier tipo o condición, en Logroño no puede ser otro que una caja de madera con dos copas altas y una buena botella de Rioja.
El próximo socio que ingresará en la Casa de Cantabria tiene 90 años, es cliente del bar y fue subteniente de la Guardia Civil. "El bar ha influido muy positivamente en nel mantenimiento de nuestra sede -dice Alfonso Pérez, santanderino de la calle Alta, de cincuenta y ocho años de edad y presidente desde hace uno- porque lo tenemos subarrendado, lo cual nos permite afrontar los gastos con mayor solvencia, y acude mucha gente, sobre todo vecinos del barrio. Los viernes, cuando dan el pincho-pote, es decir, un vino y un pincho por 1,50 euros, esto se llena". No es precisamente la juventud lo que abunda en el hogar montañés, ya que la mayoría de sus integrantes son jubilados. Tiran del carro "los directivos, que son todos unos fenómenos, y aunque relevo no veo por ahora, la Casa se mantendrá mintras sigamos los que estamos".
Oficios diversos
No puede hablarse de una emigración de cántabros hacia La Rioja como tal, sino de desplazamiento por razones de trabajo o de destino. Alfonso Pérez, por ejemplo, lleva treinta y cinco años en Logroño, pertenece a las Fuerzas de Seguridad del Estado, prestó servicio en el puerto de Santander, y al llegar a La Rioja, en 1981, se integró en el GAR (Grupo de Acción Rápida), un cuerpo de élite de la Guardia Civil, aunque también estuvo en Antidroga y en la Policía Judicial. Empleados de Banco Santander y gente de oficios diversos, entre los que destacan los funcionarios, han tenido y tienen mucha relevancia en la Casa, como José Miguel Cruz, anterior presidente y actual directivo, uno de los principales responsables de la revitalización del Centro Cántabro tras una etapa oscura, archivo viviente y guardador de textos valiosos e imágenes importantes.
Anecdotario
La historia del Centro Cántabro comenzó a gestarse en 1987, cuando un grupo de montañeses se reunía con regularidad en dos bares de las calles Gonzalo de Berceo y Carmen Medrano para tratar de dar forma al proyecto. El acuerdo era total, pero los ánimos se enfriaban a la hora de elegir presidente. Aunque todos colaboraban con entusiasmo en la tarea común, ninguno quería ponerse al frente, y hubo que designar una comisión provisional sin cabeza visible. Dado que nadie se ofrecía voluntario, los miembros de la gestora se reunieron en un almuerzo con el objetivo de no levantarse de la mesa hasta hallar una solución. Uno de ellos, Ángel Álvarez Cordero, tuvo que ir al baño, y a su regreso, y para su sorpresa, había sido elegido presidente, sin posibilidad de negativa, por el voto unánime de sus compañeros.
Lejanos quedan los tiempos de la calle Valcuerna, la primera sede que tuvo la sociedad, tan enraizada en el barrio que los vecinos participaban en las actividades y en las fiestas sociales. Años volcados en la captación de socios y en la consolidación de la obra recién creada. Fue en 1991 cuando comenzó a organizarse la Semana Cultural, la programación más importante de cada año. Posteriormente, algunas dificultades de gestión del bar hicieron inevitable el cambio de sede, pasando a ocupar un bajo de la calle Cameros, en el que se recuperó la ilusión, la sintonía con el nuevo barrio y el nacimiento de un equipo de fútbol sala. En 2005 tuvo lugar el definitivo traslado, esta vez a la calle Labradores, en la que el Centro Cántabro, muy enraizado en la sociedad riojana, ha encontrado su lugar de acomodo, sin perder de vista la razón de su existencia: la divulgación y promoción de los valores culturales, turísticos y gastronómicos de Cantabria, sus aportaciones solidarias a la sociedad logroñesa y riojana, y un hogar donde sentirse a gusto.
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