Cañonazos
Algunos todavía tiemblan con el descomunal estruendo de La Cavada que otros percibieron como ligero suspiro
Olga Agüero
Jueves, 2 de febrero 2017, 21:18
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Olga Agüero
Jueves, 2 de febrero 2017, 21:18
El sábado lanzaron un cañonazo en La Cavada que ha retumbado durante toda la semana en las conversaciones del municipio. Algunos todavía tiemblan con el ... descomunal estruendo que otros percibieron como ligero suspiro. Igual que en Cañadío, donde el ruido sólo lo escuchan los vecinos, no las autoridades que con desconcertante sordera certifican que es absolutamente soportable.
Al parecer, cada vez que los entusiastas de la memoria histórica artillera disparan el cañón crujen los cristales de la cercana casa del párroco. Por ello, en el frente de Riotuerto, en lugar de resolverse la disputa a cañonazos, el disparo de mortero ha encendido una confrontación vecinal. Salvas de honor que merecían haberse lanzado en el Besaya, donde explota una alegría tanto tiempo ausente con la promesa de resucitar la mina de Reocín. Pero a raíz del polémico cañonazo se han conjurado una serie de inquietantes fenómenos, quizá alumbrados por la casualidad. En un portal del Dos de Mayo prendió un incendio que se apagó espontáneamente, sin agua, nada más llegar los bomberos. Aparecieron restos del continente perdido bajo el Índico y emergió otra marea de desolación: los últimos tres aparcamientos subterráneos construidos Mendicouague, Tetuán y Cazoña solo han vendido 17 de sus 527 plazas. Santander es el Castellón de los aparcamientos sin coches.
A mayor estupor, para repartir medio millón de euros en ayudas sociales, transferidos por el Gobierno cántabro, el Ayuntamiento santanderino necesita contratar 12 empleados durante seis meses. Cuando, en el ámbito social, ya trabajan 387 personas. La incógnita es cuánto nos costará el asunto y cuánto nos cuesta saber cuánto cuesta una papelera. Una iniciativa de Ciudadanos para sensibilizarnos ante el vandalismo. Es decir, que si uno va a quemar un contenedor y ve en la etiqueta que cuesta 500 euros pues se arrepiente y apaga el mechero, por el efecto de este método pedagógico de concienciación ciudadana. Lo bueno es que estas ocurrencias también nos sensibilizan mucho cuando vamos a votar y nos acordamos de lo que cuesta el mobiliario urbano, y también de lo que cobran algunos ediles por alumbrar o aplaudir estas ingeniosidades.
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