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J. Martínez Teja
Jueves, 2 de febrero 2017, 18:42
Dicen los eibarreses que Aya fabrica las mejores escopetas del mundo, las que compran los jeques árabes, los millonarios y los aficionados a la caza que pueden permitirse la adquisición de la excelencia en el trabajo artesano. Aya (acrónimo de Aguirre y Aranzábal) hace las ... escopetas a mano, cada una "tan única como su propietario", cuesta "lo que el cliente se quiera gastar" desde un mínimo de seis mil euros, y es la punta de lanza de una industria por la que Eibar, localidad guipuzcoana de menos de treinta mil habitantes, es conocida como "la ciudad armera" desde hace décadas.
Fundación
Año 1958.
Dirección
Jardiñeta, 9. 20600 Eibar (sede social). Ipurúa, s/n. 20600 Eibar (bolera).
Presidente
Valentín Cabanzón Villán.
Número de socios
90.
Cántabros en Guipúzcoa
Unos 2.700.
Instalaciones y actividades
La sede social de Jardiñeta, donde están las oficinas, tiene un bar abierto al público. La Casa dispone, además, de una bolera y otro bar en Ipurúa. Los socios celebran la Bien Aparecida, realizan una excursión anual a alguna zona de Cantabria y practican juegos de mesa. Han formado un equipo de bolos aficionado.
Teléfonos
943 203 090 (sede social) 943 702 291 (bolera).
Correo electrónico
eibarcantabria@gmail.com
Aya dio empleo a quinientas personas en su etapa de mayor actividad y Eibar llegó a contar hasta cuarenta empresas dedicadas a las armas, entre ellas la famosa Star, cuyas pistolas y subfusiles formaron parte del armamento del Ejército español y de las policías de varios países. Algunas de estas factorías subsisten y otras se reconvirtieron o se diversificaron para ofertar productos que alcanzaron un éxito universal. Es el caso de las grapadoras El Casco, surgida de la Armería Olave, cuyo lema publicitario ya daba suficientes pistas de su origen: "Una bala debe desfilar por el cañón de un revólver con la misma absoluta precisión que una grapa debe desfilar por su carril". Su variedad cromada M5 formó parte del paisaje habitual de las oficinas de medio planeta.
El triunfo en el emprendimiento y la capacidad de venta hace casi imposible que exista un solo español que no haya utilizado o conozca sobradamente, al menos, las firmas que hicieron de Eibar una potencia económica. En este municipio, que hace límite con Vizcaya y se une a Ermua en un único núcleo urbano, se fundaron tres fábricas de bicicletas derivadas de la industria armera: Orbea, que formó un recordado equipo profesional, BH y GAC, quien distribuía una motocicleta muy popular, la Mobylette. También se construía en Eibar otra motocicleta no menos conocida, Lambretta, rival de Vespa, bajo licencia de la casa italiana, y en muchos hogares habrán entrado, sin duda, algunas de las máquinas de coser eibarresas, Sigma o Alfa. Esta última se convirtió en la primera cooperativa de trabajadores del país. La industria auxiliar del automóvil, la maquinaria de precisión y la artesanía del damasquinado, combinada de modo frecuente con las armas, situaron a Eibar a la cabeza de España. Otro motivo de orgullo para la ciudad es la sorprendente presencia de su equipo de fútbol en Primera División durante tres temporadas consecutivas, impensable en un club modesto con una limitada masa social, pero "a lo que ya nos estamos acostumbrando", según señala Valentín Cabanzón, presidente del antiguo Centro Regional Montañés, hoy Casa de Cantabria, y abonado del Eibar.
Empleo para todos
Cabanzón, de cuarenta y ocho años, informático de profesión, no recuerda cuándo fue inscrito en la Casa de Cantabria, un olvido comprensible dado que nunca lo supo con exactitud. Su padre llegó a Eibar en los sesenta para trabajar en un taller de tapizado y le hizo socio a los pocos meses de edad o quizá desde el mismo instante de su nacimiento. "Mi padre vino en unos años en los que había trabajo para todo el mundo, tanto en las grandes factorías como en las pequeñas empresas. Por eso se establecieron aquí los montañeses y gentes de otras zonas de España". Fue a partir del final de la Guerra Civil cuando muchos cántabros se trasladaron a la ciudad del éxito y las oportunidades, empleándose en diversos oficios, como recaderos algunos o vendedores de telas y de helados los pioneros. Otros pasaron grandes dificultades hasta encontrar un acomodo digno y se iban al monte a cortar leña. El poco dinero y la necesidad de ahorro hicieron posible, como revelador ejemplo, que dos matrimonios montañeses alquilaran una misma habitación, separadas las camas por una cortina.
El gran éxodo se produjo a mediados del pasado siglo. La emigración fue tan numerosa y estable que, en sus mejores momentos, el Centro Regional Montañés llegó a contar con seiscientos asociados, una cifra muy notable para una sociedad de estas características en una población tan escasa de habitantes. Los bolos es y fue la pasión, pero el ciclismo ocupó también buena parte de las actividades deportivas de los cántabros en Eibar, quienes colaboraron durante muchos años en la organización de pruebas de gran relieve, bien con el Ayuntamiento, que siempre apoyó a la Casa, o bien con entidades privadas, porque además de las factorías importantes de Orbea, BH y GAC, destacaban otras que proporcionaban empleo, como Zeus, Abelux, Gamma o Nicolás Arregui, junto a los talleres de piezas auxiliares, Triples y Norma entre ellos, y las tiendas de venta y reparación.
l nacimiento del centro se produjo como lógica consecuencia de la presencia de tantos montañeses en Eibar y su interés por agruparse, conseguir una sede social y, naturalmente, una bolera. Las primeras reuniones, en los años cincuenta, tuvieron dos bares como escenario, la Sindical y el Cantábrico. Una vez constituida la sociedad en 1958, alquilaron el local de una antigua colchonería en la calle Jardiñeta que, poco a poco, fueron adecuando a sus necesidades. Manuel Secuenza fue elegido presidente y la Casa comenzó a funcionar con una programación en la que si los bolos y el ciclismo tuvieron principal protagonismo, celebraba también conferencias, exposiciones, las festividades de la Bien Aparecida y los santos locales, patrocinaba a tres equipos de fútbol infantil, se disponía de un coro propio y algunos de los viajes sociales se planeaban para seguir al Racing cuando, en tiempos mejores, jugaba en zonas próximas a Eibar.
Anecdotario
La primera bolera, en el barrio de Urki, desapareció porque por allí pasaba la autovía del Cantábrico, pero entre el Ayuntamiento y la constructora hicieron otra en Ipurúa. El bolo palma es historia misma de la Casa. Contó con un equipo en la máxima categoría, aunque descendía casi inmediatamente, pero su mayor hito, y una de las sorpresas monumentales del mundo de los bolos, fue su papel de juez de una Liga se la quitó a Puertas Roper al ganarle (4-2) en el último partido. La Casa organizó durante un cuarto de siglo el Torneo Ciudad de Eibar, puntuable para el CINA, con un registro memorable en una de las ediciones de los años 80, la de los cuatro récords de Jesús Salmón y Tete Rodríguez
La disyuntiva
Una profunda crisis por la que atravesó la Casa pudo ser solventada, y el centro celebró brillantemente el cincuentenario de su fundación, en 2008, con una serie de actos centrados en la plaza Untzaga y en el Teatro Coliseo, con José Manuel Castillo al frente, un presidente histórico. Ahora lo es Valentín Cabanzón "desde hace medio año tan sólo, y la verdad es que me hice cargo porque nadie quería acceder al puesto. Estuvimos a punto de cerrar". Cabanzón es uno de los pocos socios de la Casa de Cantabria que tiene menos de cincuenta años y, en su opinión, ese es el problema que debe ser solucionado cuanto antes para asegurar la continuidad. "Seguir como estamos no es una opción, porque carecemos de futuro. Hemos de mejorar lo que tenemos y debemos estar abiertos a los nuevos proyectos y a las nuevas ideas". Tiene planes que prefiere no desvelar hasta que puedan concretarse, comprobar su viabilidad y someterlos a la consideración de todos.
Financieramente "vamos tirando, aunque necesitamos reformar y modernizar los locales", señala el presidente, convencido de que el éxito de su gestión pasa por un giro total en el funcionamiento y los objetivos, que ya no pueden ser los fundacionales. "Estudiaremos con calma lo que hacemos, pero el cambio tiene que ser drástico porque, ahora mismo, la sociedad no tiene aliciente para la gente joven". Cabanzón cree que ese cambio es posible, aunque no sencillo, para que el antiguo Centro Regional Montañés, plenamente integrado en la "muy ejemplar ciudad" de Eibar, el lema que figura en su escudo, "con gente tan acogedora que hace fácil la integración", pueda seguir activo durante muchos años más.
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