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Diego, en la cafetería del Parlamento con Rodríguez Argüeso y con Igual.
Ausentes o comunicando

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Los dos candidatos acapararon el protagonismo en un Pleno al que asistieron de refilón y pegados al teléfono

Álvaro Machín

Viernes, 24 de febrero 2017, 07:04

Entre las 12.39 y las 12.51 horas, en pleno debate de Presupuestos, Ignacio Diego se sentó en las escaleras del hemiciclo y habló con Ruth Beitia, Francisco Rodríguez Argüeso y José Manuel Igual, recibió una llamada de teléfono, salió de la sala, volvió a entrar, tecleó para responder unos mensajes, descolgó otra vez el teléfono y volvió a salir. Todo, en doce minutos. Eran a la vista de todos la novena y décima llamada de la mañana. Justo en ese momento, María José Sáenz de Buruaga compartía la barra de la cafetería con Isabel Urrutia, Ildefonso Calderón e Íñigo Fernández después de un buen rato encerrada en el despacho y de unos minutos en la sala sin levantar la vista de la pantalla de su móvil y de unos apuntes. Los dos asistieron al debate, pero poco. Estuvieron, pero no estuvieron. «¿Y qué estarán haciendo»?, le preguntaron a uno de sus compañeros de partido en uno de esos ratos en los que nadie sabía decir dónde andaban metidos. «Trabajando. Eso seguro». Fue un vete y ven. Un trajín. De cafés, de llamadas, de emoticonos de WhatsApp, de dónde estarán, de con quién hablan... Tirando de interpretación para cada gesto. Y todos, pendientes de ellos.

En el PP lo dejaron claro. La sesión con todo ya decidido sobre las enmiendas en las comisiones previas era, para ellos, algo así como una pérdida de tiempo. Lo dijo su portavoz, Cristina Mazas, y se lo tomaron al pie de la letra. En una de las intervenciones la de la socialista Silvia Abascal solo tres de los trece diputados populares estaban en su asiento. Al iniciar el debate, de hecho, ni Diego ni Buruaga estaban en su asiento. Con el consejero de Economía ya en el atril, entró Diego hablando por teléfono y tapándose la boca con la otra mano. Si Sota hubiese soltado un taco en ese instante, nadie se hubiera enterado. Buruaga ocupó su lugar en la Mesa poco después. Ya estamos todos (y ambos con la cara algo más fresca, descansada, que en el Pleno del pasado lunes tras la ida y vuelta a Madrid).

Fue, desde entonces, un pleno telefónico. A él, en media hora, le llamaron seis veces. Y ella se pasó ese rato tecleando. Hubo guiño del ojo de Diego para Recio un gracias chavalote, hubo charla interna por el fijo del hemiciclo, no por el móvil entre Buruaga y Albalá (que acabó con sonrisa cordial) y hubo hasta carcajadas en petit comité cuando Rodríguez Argüeso apareció con una herida en la nariz que dio mucho juego en plena guerra interna del partido un pequeño accidente sin importancia, que nadie piense mal. Por haber, hasta voto telemático. Porque Van den Eynde, que no pudo estar a causa del tratamiento que está recibiendo, votó desde casa. «Se llama telemático porque llaman al timbre», bromeó un parlamentario. Más que nada porque el procedimiento consiste en llevarle los papeles a casa y traerlos de vuelta.

Diego sabía que le miraban. Se dejó querer por las cámaras y por el clic, clic que se escuchaba en la tribuna de prensa cada vez que movía un dedo. Echó hasta alguna sonrisa. Mensaje de tranquilidad, como la palmadita en la espalda de Ildefonso Calderón a Santi Recio al empezar la mañana, que fue como cuando Casillas llamó a Xavi para poner calma entre Madrid y Barça. El presidente de los populares también tomó café. Con José Manuel Igual y con Rodríguez Argüeso y antes de charlar un rato sobre Castro Urdiales con dos miembros de Ciudadanos. La única vez que pareció hacerle caso al debate fue para soltar un sonoro «bueno, bueno» cuando Carrancio (Cs) dijo que su gobierno había subido los impuestos más que cualquier otro. Lo dijo, le llamaron al móvil y volvió a salir.

Mientras, la secretaria general del partido desapareció durante un buen rato y se metió al despacho. Reapareció con ese paréntesis en la cafetería con su gente. Estaban ellos cuatro y, a tres metros, Beitia y Rodríguez Argüeso. El fotógrafo se metió en la barra para sacarles de frente. «No me saques comiendo», bromeó uno de ellos. Tenían el periódico del día abierto por la cuatro-cinco. La página en la que podía leerse que el primer asalto electoral entre Diego y Buruaga será el 8 de marzo y la que iba ilustrada la siguiente con una imagen de un hombre sonriente. Un tal Íñigo de la Serna.

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