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Álvaro Machín
Lunes, 20 de marzo 2017, 07:22
El martes por la noche Nerea Cachorro envió un mensaje a su agenda de contactos con una fotografía. Lo hizo cuando tuvo constancia de que se había presentado denuncia y con el consentimiento de la familia. Una mujer de cuarenta años de "complexión muy ... delgada" que vestía "pantalón negro de cuero". Nerea es la representante en Cantabria de la Asociación Sosdesaparecidos. Antes, en cuanto la Policía conoció el caso, inició la búsqueda e incluyó el nombre de la mujer en el sistema de Personas Desaparecidas y Restos Humanos (PDyRH). Un registro a nivel nacional. Era la denuncia activa número 57 en Cantabria. Por suerte, dieron con ella esa misma noche. A Nerea se lo comunicaron con un mensaje a las tres de la mañana. En la asociación nunca preguntan qué, cómo o dónde. Retiran su foto y el aviso a sus contactos. El inspector Lomas, jefe de grupo de la Policía Judicial, dio por cerrado el caso y desactivó la denuncia. O sea, 56 casos, 56 personas desaparecidas en Cantabria. Aunque las cifras están llenas de matices y, por supuesto, de historias.
una asociación para las víctimas
Activan sus cauces de difusión si hay denuncia y con el consentimiento de la familia. Hacen eso y tratan de asesorar. Lo siguiente para Sosdesaparecidos es poner en marcha una fundación destinada a ayudar a las familias de los desaparecidos de larga duración. Nerea Cachorro es su representante en Cantabria. No tiene un vínculo directo con ningún caso, pero
se involucró en la búsqueda de un hombre mayor en Reinosa
. "Puse un mensaje vía Facebook para expresar qué podía hacer como reinosana. La familia lo leyó y me dijo que, si quería salir a buscarle y contaba con gente, que lo hiciera. Acabé cogiendo el micro en la fiesta del colegio de mis hijos para pedir ayuda. Primero salimos diez y acabamos siendo 25. Tres meses después encontraron el cadáver. Me marcó aquello". Tanto que se involucró en la asociación en la que es también la persona que sirve de enlace con las familias de los que esperan desde hace muchos años. "Cada vez que me llaman porque hay un desaparecido tiemblo. Es un mundo negro del que no puedo desconectar. Y agradecen un montón el calor humano".
El ministro de Interior habló la semana pasada de la creación de un Centro Nacional de Desaparecidos (CND). Dio cifras, explicó perfiles... Habló de mejoras necesarias y se basó en los números de ese sistema en el que aparecen las denuncias. Está operativo desde 2009. Está "en constante movimiento", explicó Juan Ignacio Zoido. Sí. Cuando él habló, en Cantabria había 60 denuncias activas. El miércoles, 56. El número se mueve. Para hacerse una idea, sólo en Santander el pasado año la Policía Nacional gestionó unas sesenta denuncias por desaparición de mayores de edad. "Se reintegraron las sesenta", aclara Óscar Lomas en la comisaría de La Albericia. En ese mismo año, la Guardia Civil explica que atendió más de ochenta denuncias. Una, la del pescador desaparecido en Islares, quedó sin resolver. Ahí está la primera explicación para entender la cifra global, las 56. Los casos puntuales que quedaron sin un hallazgo desde que se puso en marcha el sistema. En la capital hay doce acumulados. Algunas son historias conocidas, de las que se habló en su momento. La del taxista del año 2010 viene rápidamente a la cabeza (su coche apareció abandonado en la rotonda del Alisal y días más tarde encontraron su chaqueta con su móvil en una casa abandonada en San Román de La Llanilla). O las desapariciones de dos personas que buscaban percebes en la costa (una en 2009, otra en 2015).
Otras no trascendieron. Hay una denuncia activa presentada para localizar a un progenitor que se marchó en los años sesenta. Son cuestiones que pueden tener un transfondo legal vinculado a trámites de herencia, por ejemplo. O el caso de un hombre que había manifestado en reiteradas ocasiones que se iba a ir a Francia e, incluso, comenzó a estudiar francés. Desapareció y hace poco ha llegado la baja en el censo electoral y el alta en una ciudad del país vecino. La denuncia no se ha podido cerrar aún porque las autoridades galas con las que se ha contactado aseguran que no les consta que esté empadronado.
Todo eso sucedió tras ponerse en marcha el sistema. A partir de 2009. Las denuncias se registran ahí automáticamente. Las anteriores a esa fecha hay que incluirlas una a una. Debe hacerlo cada plantilla policial. A casos de este tipo responden dos de las fichas que pueden verse en el apartado de Cantabria de la web de Sosdesaparecidos. La de Eduardo Beitia tenía 26 años cuando desapareció en Santander en 1998 o la de José Luis San Miguel (en 2002, en Torrelavega). "La esperanza es peligrosa, pero no la perdemos nunca. Tienes que dejar una puerta abierta a esa esperanza o a un desenlace fatal. Estar preparado porque podrían aparecer un día de pronto vivas o muertas. Pero en un grado aceptable. Cada noche me acuesto pensando en ella, pero no me traumatizo. Lo único que puedes hacer es esperar, pero tengo que estar abierto a todo. Si no, me parece que sería como faltar al respeto a esa persona". Eso lo contaba a este periódico hace un par de años Emilio, el hermano de Virginia, una de las dos chicas de Aguilar de Campoo que desaparecieron en Reinosa en 1992. No hay novedades desde la última conversación. "Aunque cueste creerlo, nada", explicaba esta semana. Contaba eso y que "evidentemente, las noticias Diana Quer, la búsqueda de Marta del Castillo, las declaraciones del ministro te hacen retroceder en el tiempo y revivir la sensación de impotencia". A su madre ni le han mencionado la opción de dar por fallecida a su hermana legalmente (aunque les facilitaría algunos trámites) y a su hija que nació años después de la desaparición no le ha dicho nada del asunto. "Pero en cuanto me pregunte le contestaré con naturalidad sin entrar tampoco en muchos detalles". Emilio es un tipo franco que repite que "es complicado" y piensa que en determinados casos lo de Marta del Castillo no le entra en la cabeza "tenía que primar esclarecer la verdad". Porque "a veces te queda la sensación de que se ampara más el derecho del criminal que el de las personas que están sufriendo".
La mitad dl total
Queda una parte importante de la explicación de las cifras. El número de denuncias por desaparición de menores es muy frecuente. El más frecuente. Hay muchos casos. El niño que se pierde en la playa, el adolescente que alarga el horario de llegada a casa más de la cuenta, problemas familiares... Suelen resolverse rápido. En el informe del Ministerio constaba que no aparece ningún delito de sustracción de menores en Cantabria en los últimos tres años. Casos de desapariciones forzosas. Pero de esas sesenta denuncias que figuraban como activas cuando el ministro repasó los números, 36 (más de la mitad) correspondían a los que aún no han cumplido los 18. ¿Por qué hay tantas? El inspector Lomas aclara un hecho que engorda los datos. "Tenemos la problemática de menores extranjeros en desamparo. Muchos de ellos son casos de chicos de Marruecos que tienen la intención de ir a Europa. Entran en España y van de centro en centro. Están una semana o dos y se escapan antes de recalar en otro. Muchos no están documentados y a veces dan hasta nombres distintos en cada centro. Los responsables hacen la denuncia de que se han marchado y queda en el registro, pero hay pocas posibilidades de localizarlos". Y eso pasa también, por ejemplo, con menores albaneses que localizan tratando de dar el salto a Inglaterra a través del ferry aquí o en Bilbao. Los detectan, van a un centro, se marchan... Hay chavales que acumulan un historial de denuncias (que en ocasiones cesan de oficio al detectarlos o al certificar que ya son mayores de edad).
El experto habla de procedimientos. De la calificación de las denuncias como de alto riesgo, llegado el caso. Todas las de los menores lo son salvo que existan evidencias de que la desaparición es voluntaria (fugas de centros, reincidencia, discusiones familiares por los horarios, que hayan dejando una nota...). Para los mayores, esa etiqueta se pone si todo apunta a una desaparición forzosa o si hay riesgo para la vida o la integridad física de quien no aparece (la posibilidad de suicidio es uno de los que se tienen en cuenta). También explica los pasos que se van dando. Se recibe una llamada, se pone la denuncia... Eso activa un protocolo que incluye hacer gestiones en los entornos familiar, laboral y social. Tratar de determinar si hay un motivo que explique la desaparición (problemas sentimentales, económicos, psicológicos...) o plantearse si puede tratarse de una desaparición forzosa. En la búsqueda se siguen rastros bancarios (tarjetas o movimientos en cuentas), telefónicos, de algún vehículo... El registro traslada la alerta a puestos fronterizos, aeropuertos...
"Falta mucho por mejorar", apunta Nerea Cachorro, que deja claro que el mismo concepto de "desaparecido es muy amplio" y abarca realidades muy distintas. Se ha avanzado, ya no es real hace años eso de las esperas obligatorias de 24 o 48 horas antes de una denuncia o de empezar a buscar y estas personas y sus familias tienen la consideración de "víctimas". Se han hecho avances. "Pero hay que hacer un esfuerzo". Cuadrar cifras, conexión total entre los diferentes organismos... Y más cosas. El uso de dispositivos de localización en personas mayores con problemas (el propio inspector lo recomienda como una herramienta útil). "La gente que sufre alzhéimer es como un niño pequeño. Tiene que ser horroroso para ellos. La angustia de sentirse perdidos. Se han dado casos de muertes de personas que en segundos hubieran estado localizadas con un dispositivo que incluso debería estar subvencionado", insiste la delegada de Sosdesaparecidos.
Hay muchos aspectos desconocidos. Complejos. "Que te digan que tienes que hacer la declaración de la renta de tu hijo desaparecido o que le llamen a una mesa electoral es un golpe fuerte", añade. "No hemos asumido lo que supone una desaparición. Para una actuación ante un organismo te piden certificados... Está bien que intenten mejorar las cosas, porque tienes que moverte y no sabes moverte. Y no estamos concienciados igual que en otros países para prevenir situaciones de riesgo como hacer autostop. Hablo de conciencia". Eso lo dice Emilio, el hermano de Virginia, a la que en breve hará 25 años que no ve. Dice que no tiene reproches, más allá de "actuaciones puntuales". Y dice más. Que si mañana le llamaran para tratar de buscar algo más "no sabría qué hacer ni qué decirles".
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