Adiós Pedro Mari

Fueron tiempos de crispación que ocuparon páginas y páginas en la prensa durante años. Y fue en aquella época cuando mantuve mi primer contacto con Pedro Mari para proponerle que encabezara la candidatura del PRC a las elecciones municipales.

Convencerle me llevó varias reuniones, hasta que alcanzamos un pacto entre caballeros. Pedro Mari defendía que las pretensiones anexionistas a la comunidad vecina no tenían que ver con la identidad, sino con las carencias que sufría su municipio, sobre todo en relación con el entorno vasco que le rodea.

Mi compromiso fue apoyarle para acabar con esas diferencias poco a poco, hasta situar a Villaverde a la altura de los ayuntamientos limítrofes. El suyo, ser fiel a Cantabria y defender la identidad cántabra del territorio. Los dos cumplimos nuestra palabra.

Aquella relación, en principio política, dio lugar a una estrecha amistad. A pesar de mis múltiples ocupaciones, desde 2003 no hemos dejado de comer juntos una vez al mes para hablar de lo divino y de lo humano.

Ayer ha muerto una persona entrañable, de una bondad infinita y a quien yo he querido casi como parte de mi familia. Una persona a la que toda Cantabria debe agradecer la sensatez que supo demostrar en momentos complicados y que logró la reconciliación de su municipio con el territorio al que pertenece, más allá de la ubicación geográfica y de las lógicas afinidades con Euskadi. Curiosamente, hoy en Villaverde el PNV gana las elecciones europeas. En las municipales y autonómicas barremos los regionalistas.

A partir de ahora echaré de menos las comidas y la llamada que Pedro Mari me hacía cada día al móvil, unas veces para dame ánimos y otras para echarme la bronca. El sábado acudiré a las 12 a despedir a un alcalde irrepetible, que creó escuela y que deja a un equipo de concejales que estoy seguro va a continuar con éxito su línea de trabajo y también de exigencia en la colaboración con el Gobierno de Cantabria.