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Pilar González Ruiz
Domingo, 2 de abril 2017, 08:00
Como si de una gincana se tratara, seguir el Camino del Norte es buscar a cada paso la flecha amarilla que indica hacia dónde deben ir los pasos. Un juego en el que hemos decidido participar para compartir la experiencia con los lectores. Para vivir ... el camino desde la curiosidad y el descubrimiento.
Seguiremos esas flechas amarillas desde El Haya, inicio del Camino de Santiago a su paso por Cantabria. El llamado Camino del Norte. Durante once etapas, recorreremos sendas, asfalto o bosque. Atravesaremos pueblos y villas. Esquivaremos coches y realizaremos recorridos en barco. Todo para sentirnos como peregrinos y contarles cómo discurre el día a día, con una mochila en la espalda y la carretera por delante.
Con ellos, los que vienen de lejos, con sus acentos y sus calendarios marcados, hablaremos en cada ruta. ¿Qué mueve a una persona a alejarse de las comodidades diarias y lanzarse a caminar? ¿Cuántas veces pensaron en dar la vuelta y volver a casa? ¿Con qué se han sorprendido? ¿Qué les ha dado miedo? ¿Qué creen que habría que mejorar?
También nos detendremos a charlar con quienes esperan con ansia su llegada masiva. Hosteleros y vecinos que les reciben y conocen sus costumbres. El orden de los alemanes, que sólo piden lo que han contratado. El número creciente de australianos, coreanos o estadounidenses. Las clases improvisadas de idiomas en los que, al final, todos se entienden.
Visitaremos los albergues, nos informaremos y les informaremos de su precio, sus condiciones y entraremos en las instalaciones. Comprobaremos cómo cambian, de pisos y locales funcionales al comienzo de la ruta, junto a la costa, a casas de piedra según nos adentramos en los valles montañosos.
Vamos a visitar los pueblos, los que ya conocemos y los que a veces sólo vemos al pasar por la carretera más cercana. Andaremos sus plazas, leeremos sus placas, nos dejaremos sorprender ante sus monumentos (para bien o para mal) y tomaremos cafés, muchos, con los lugareños para meternos de lleno en su historia y sus vivencias, las que dan color a los lugares.
¿Cómo y cuándo?
Nuestro camino, que puede ser el suyo si quieren acompañarnos, tendrá once etapas. Nos pondremos las botas en El Haya y caminando de Este a Oeste, llegaremos hasta Castro Urdiales. Todo lo que sube, baja, y eso haremos; llegando hasta lo alto de Ontón para descender después, con la iglesia de Santa María de la Asunción como postal de fondo.
Desde la villa marinera continuaremos, pegados al mar, hasta Guriezo, pasando por Islares y su hermosa panorámica de la playa de Arenillas.
Colindres será el cierre de la tercera etapa, tras descender a Laredo, callejear por su Puebla Vieja y continuar caminando entre casonas de otro tiempo, rodeados de tranquilidad.
Una de las etapas más largas, casi 45 kilómetros, nos llevará hasta Güemes, donde se encuentra uno de los albergues con más fama y mejor precio: cuesta la voluntad y veremos a cuánto cotiza la de cada uno que pida cama en él.
Llegaremos hasta la capital, Santander, y la miraremos con ojos de desconocido, para dejar que nos seduzca. Aquí, además, nos haremos con nuestra credencial para obtener la Lebaniega. Dejando atrás el perfil del Centro Botín, que como la Puerta del Perdón se abrirá un día 23 pero de junio, continuaremos por Bezana, Puente Arce, Requejada, Barreda y Queveda, antes de dar un salto en el tiempo y encontrarnos en Santillana del Mar.
La villa medieval y su empedrado, horizontal y vertical, nos despedirán para después llegar hasta Comillas en una etapa de suaves tramos a lo largo de unos 25 kilómetros, en la que nos escaparemos hasta los acantilados y visitaremos la Abadía cisterciense de Cóbreces.
La novena etapa será crucial, en todos los sentidos. Sólo doce kilómetros, con el regalo para la vista (no tanto para las piernas) que es la costa de Oyambre, nos permitirán llegar hasta San Vicente de la Barquera. Aquí comenzará la segunda parte de la aventura.
El municipio barquereño, concretamente Muñorrodero, marca la separación entre el Camino del Norte, por el que habremos avanzado hasta ese momento, con el Camino Lebaniego como tal. Las flechas amarillas que seguíamos hasta ese momento se tornarán entonces rojas y, en lugar de los rayos solares de la compostela, buscaremos la cruz lebaniega en árboles, vallas y piedras.
La Ruta Lebaniega
El Camino Lebaniego suma 72 kilómetros, caracterizados por el desnivel; no en vano, el Valle de Liébana se enclava entre los Picos de Europa, abrazado por muros de caliza y plagado de particularidades que hacen de este lugar un entorno único.
Para llegar a nuestro destino nos adentraremos en el Valle del Nansa a través de su relajante senda fluvial. Caminajes y Cabanzón serán otros puntos que dejar a la espalda para llegar a Cades, donde antes de finalizar la etapa, podremos visitar la recuperada Ferrería y sentir la tradición a golpe de ensordecedor martillo.
Desde el recogido pueblo, donde se ubica el Ayuntamiento de Herrerías, marcharemos hasta el Collado de Hoz, para regalarnos las vistas de Lamasón y seguir hasta Lebeña. Robles y hayas nos recordarán cómo es un bosque cántabro. Tras acercarnos, parada obligada, a la iglesia prerrománica de Santa María de Lebeña, seguiremos hasta Cabañes, en cuyo albergue finalizará esta penúltima etapa.
Apenas una decena de kilómetros nos separará ya del destino final. Tama y Pendes serán la antesala de Potes, donde haremos una escala más larga para contarles la importancia que la celebración Jubilar tiene para el municipio y para sus habitantes. Comprobaremos cuántos libros de reservas están completos y hasta qué menús peregrinos van a degustar los miles de visitantes que se esperan.
Y por fin, once etapas después, la empinada cuesta que lleva al punto clave, última prueba de fortaleza e incluso fe, habremos llegado al Monasterio de Santo Toribio y, quién sabe, quizá hayamos ganado la indulgencia.
Todo ello se lo contaremos, domingo a domingo, desde esta primera entrega hasta el próximo día 2 de julio. La edición impresa y también la edición digital serán el soporte de estas pequeñas historias del camino, con fotos y vídeos de cada etapa.
No se trata de una guía al uso, ni de una experiencia individual, sino de la suma de muchas. Queremos informarles, entretenerles y divertirles. Queremos que caminen con nosotros y, por qué no, ser útiles para que se animen a realizar el recorrido en este Año Santo. ¿Nos acompañan?
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