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Ana del Castillo
Lunes, 17 de abril 2017, 18:42
Llegó un momento en el que cada semana despedía a seis amigos. Todos los días se celebraba un funeral. Así, durante un año. Kalilu Jammeh nació en 1973 en el país más pequeño del continente africano, Gambia. La vida en Jirong no es fácil. ... El 50% de la población, embutida por Senegal, se encuentra en la absoluta pobreza. Huyendo de esa situación muchos africanos acaban muertos. Los engañan. La vida en Europa no es como esperaban. "Llegar al paraíso es un infierno". El Sáhara, el Mediterráneo o el Atlántico se convierten en el descanso final. No hay escapatoria.
El oficial de Policía de Santander Fernando Villoslada tiene un libro en la mano. La portada dice: El viaje de Kalilu. El agente lo abre y ojea sus páginas, esas que ha leído tantas veces. Cabizbajo dice: "Con esta narración en primera persona intenta mentalizar a la gente de que no merece la pena venir a Europa".
Villoslada conoció a Jammeh en 2010, en su primer viaje de voluntariado a Gambia. Una amistad que dura hasta hoy. El policía de Santander coopera y colabora con la ONG que Kalilu fundó cuando llegó a España para "ayudar a la gente de su tierra". Solo llegan a nuestras costas el 5% de los inmigrantes africanos que desean alcanzarlas. "Kalilu es el ejemplo del sufrimiento por el que hay que pasar si finalmente consigues llegar", dice Villoslada.
No es fácil tratar de cambiar la vida, la que les ha tocado. Jammeh tuvo la suerte de poder cursar estudios secundarios. Y también fue afortunado cuando consiguió un trabajo en el Hotel Senegambia Beach, en Serekunda, la ciudad más poblada del país. Pero la suerte en Gambia es pasajera y volvió a quedarse sin trabajo. Así que montó un modesto negocio con mil dalais (130 euros). Una pequeña tienda llamada Manjar Kunda. En tan solo un año consiguió reunir el dinero que necesitaba para cumplir su sueño: viajar a Europa.
En agosto de 2002 comenzó el calvario y lo que iba a ser un viaje de una semana, "duró dos años". Controles de seguridad, noches en frías celdas los gambianos cuando bajan de los 28 grados sienten frío, maltrato físico, trampas, lágrimas por hambre y sed, estafas... Una frase resume su experiencia a lo largo de los 17.345 kilómetros que recorrió de Gambia a España: "Hubiera preferido morir antes de ser testigo de tanta inhumanidad".
Curso acelerado para Leo
Apartado. En la loma de una montaña de Haití vivía el pequeño Leo, de nueve años, con su madre. Nunca había ido a la escuela. No conocía los números, ni las letras. Ni tan siquiera sabía que existían los libros. Su hermano mayor avisó a la ONG AYMY, que fundó y levantó la cántabra Lucía Lantero en la comunidad fronteriza de Anse-à-Pitres, situada en el sur del país, para que se ocuparan de su educación. Así, Leo entró a formar parte de la familia del orfanato. "La asociación tiene un programa de pedagogía acelerado. Hacen los seis cursos de Primaria en tres años. Este niño se sacó los seis años en tres cursos", cuenta la enfermera cántabra Ana Belén Gándara recién llegada de Haití por segundo año consecutivo y preparando ya la maleta para viajar a los campamentos saharauis de Tindouf. Solo necesitan que alguien les dé oportunidades. "La ayuda nunca es suficiente", explica la sanitaria. "Si nosotros les formamos pero nadie invierte en mejorar la situación de Haití no hay nada que hacer".
La ONG brinda a los haitianos algo que nunca nadie les podrá quitar: una educación. "Si les damos comida o ropa, quizá no les dure, pero su formación y su educación les acompañará siempre", dice Gándara.
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