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DANIEL MARTÍNEZ
Domingo, 30 de abril 2017, 14:12
«De igual manera que no es más poderoso el que más tiene, sino el que más da, no es más grande el que más ocupa, sino quien más vacío deja cuando se va». Esa leyenda premonitoria figura en un mosaico de ladrillos situado a la derecha de la carretera que sube hasta Fuente Dé y que recibe a los visitantes en Espinama, un punto por el que pasaron Fernando Casquero, Daniel Camarzana y Rubén González, los tres montañeros zamoranos que perdieron la vida el pasado sábado -se da por hecho que fue ese mismo día- en el macizo oriental de Picos de Europa. Lo más probable es que hace ocho días, cuando llegaron al último pueblo que atravesaron antes de encarar el ascenso al Espolón de El Jiso, ni repararan en el mensaje. Su preocupación era otra. Hacer cima en el Pico Pozán y descansar para, al día siguiente, enfrentarse a otro reto. Un fin de semana completo de montaña, lo que les gustaba.
También fue premonitorio para los seis agentes del Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (Greim) de Potes que, al comenzar la búsqueda de los alpinistas, encontraran un Opel Astra estacionado en el aparcamiento junto a la ermita de Áliva. Eso fue en la madrugada del lunes, demasiado tiempo después de que Rubén enviara la última fotografía a su padre. El más joven del grupo, que, como sus compañeros y a pesar de sus 19 años, atesoraba una gran experiencia, tenía la costumbre de llamar a casa cada poco tiempo para tranquilizar a la familia. Todos sabían de sobra los peligros que entraña la escalada. Esa noche no hubo llamada, ni mensaje, ni WhatsApp.
Era raro, pero lo atribuyeron a un despiste. Tampoco hubo noticias de ellos el domingo. En la Asociación de Montaña de Zamora (AMZ), a la que los tres pertenecían, comenzaron a moverse, pero nadie supo dar explicaciones convincentes. El lunes allí era día festivo. Pero se temían lo peor y se desplazaron hasta el cuartelillo más próximo. Con los datos sobre la mesa y sabiendo de sobra de los conocimientos de Fernando -después de pasar gran parte de sus 46 años en montañas de todo el mundo, el líder de la expedición se había convertido en uno de los alpinistas zamoranos con más prestigio y trayectoria-, los agentes no lo dudaron. El Greim, el grupo especializado de la Guardia Civil en el que depositaron todas sus esperanzas los familiares y que estos días se ha convertido en un ejemplo de entrega en situaciones límites en las que ponen incluso en juego su vida, decidió intervenir. Cuanto antes, mejor.
Primero fueron los seis hombres de la base de Liébana y, posteriormente, el operativo se amplió para llegar hasta 35 agentes entre especialistas de montaña y de rescate en helicóptero. De Potes -los que estaban librando o tenían vacaciones se ofrecieron voluntarios- y de Cangas de Onís. A ellos se sumó Mieres, Sabero (León) y Orense para organizar el operativo más importante de la última década en Picos.
El martes, a las 18.00 horas, antes de que llegaran los refuerzos de otras comunidades autónomas, los agentes cántabros localizaron los cuerpos. De lejos, porque ni las condiciones del terreno ni las del tiempo permitieron acercarse cuando apenas quedaban tres horas de luz. Y eso que todavía no había empezado a nevar, el gran impedimento junto a la espesa niebla y el viento que condicionaron la operación. A pesar de las dificultades intrínsecas, sin esos factores en contra y contando con un helicóptero para llegar a la zona de difícil acceso de Los Costillares, el rescate podría haberse realizado en muy poco tiempo. Sin embargo, se prolongó durante 72 horas. Los especialistas de montaña se encontraron con sus fallecidos compañeros -así los han considerado estos días, porque las tres víctimas mortales también eran expertos montañeros- unidos por la cuerda de 50 metros con la que intentaban hacer el último tramo de El Jiso. Los tres subieron juntos y murieron juntos.
A pie, los agentes intentaron acercarse hasta el paraje donde yacían, pero fue imposible. Sí elaboraron, por la escena que se encontraron, una primera teoría, que después revisarían, sobre las causas del accidente: un componente del grupo habría caído al vacío arrastrando a sus compañeros por el fallo de un anclaje. A falta de los análisis que se realicen cuando el tiempo lo permita, con el paso de las horas se perfiló un poco más la hipótesis. No fue un anclaje que se desprendió de la roca, sino toda la roca, el bloque completo. Precisamente la 'mala calidad' de la caliza es lo que ha dejado casi desierta de escaladores esta pared clásica en las ascensiones de los años sesenta.
En el último tramo
Lo que para entonces ya era seguro es que el suceso se produjo a escasos 150 metros de la cima, en el tramo técnicamente más sencillo de toda la ascensión. Desde allí, cayeron montaña abajo una distancia similar. Las opciones de sobrevivir al impacto eran mínimas, nulas, aunque la llamada de socorro se hubiera producido antes. El Greim comunicó la la trágica noticia. El primer contacto lo tuvieron con José Tomás Santiago, el presidente de la Asociación de Montaña de Zamora. Él, la cara visible de las familias a lo largo de toda la semana, fue la persona encargada de estar puntualmente informada por la Guardia Civil, pero no daba abasto con las llamadas. La hermana y el cuñado de Fernando, buscadores activos de información, se enteraron de la desgracia por la web de El Diario Montañés.
También ellos fueron los primeros en llegar a Cantabria desde Zamora. Y los únicos en acercarse hasta Espinama para comprobar sobre el terreno cómo avanzaban las labores y confirmar la previsión de un importante empeoramiento en el tiempo. El día con peor tiempo de los últimos dos meses impidió a los helicópteros -al de Asturias se sumó posteriormente otro de León- despegar por la mañana. La nieve, el fuerte viento y la espesa niebla no amedrentaron a los agentes del Greim. Doce salieron a pie a primera hora y eran 24 cuando se incorporaron otros tres grupos al mediodía.
A las 8.00 horas del miércoles, salieron desde Espinama hacia esa columna vertebral casi perfecta que forma El Jiso. Para entonces, el color negro del coche, que aún continuaba en el aparcamiento de Áliva a la espera de que mejoraran las condiciones y pudieran recogerlo los familiares de Fernando, ya no se veía. Una capa de diez centímetros cubría de blanco toda la superficie. Demasiado para moverse bien en un terreno muy agreste y muy poco para que los agentes del Greim pudieran deslizar las camillas con los cuerpos por el suelo.
A pie
Se valoró la opción de bajar a los fallecidos a pulso. La Guardia Civil tenía la firme intención de hacer todo lo posible para que ese mismo miércoles los familiares de los montañeros, que ya estaban esperando en Valdecilla, pudieran reunirse con ellos. De hecho, por eso se dobló el número especialistas de montaña, pero fue imposible. El duro camino de tres horas sirvió únicamente para acompañar a los tres fallecidos y preparar el terreno para cuando pudiera bajar la aeronave. Los claros que querían aparecer por la tarde al final animaron al alférez de helicóptero Francisco Javier González a probar. Hicieron dos aproximaciones entre las 17.00 y las 20.00 horas y finalmente no hubo suerte. Había que esperar al día siguiente. Mirar al cielo y cruzar los dedos a la espera de una oportunidad.
El día comenzó pronto para el Greim. A las 6.00 horas, los agentes salieron de nuevo a pie hacia Los Costillares de El Jiso. Desde Espinama, el punto de partida, se divisaba un panorama incluso peor que el del día anterior. Pero en lo alto se abrió una ventana de buen tiempo como previamente comunicó la Aemet a Pablo Villabrille, jefe del operativo. Así describió los 40 minutos en los que se completó el rescate en helicóptero: «Hicimos dos intentos. Había que buscar el momento preciso y ha sido rápido, poco más de 40 minutos». Uno a uno, los cuerpos fueron izados hasta el aparato y desde allí trasladados hasta una zona segura de Áliva. A las 9.10 horas llegaron al helipuerto de Tama y, posteriormente, partieron en los coches funerarios hacia el Instituto de Medicina Legal de Valdecilla.
«No podemos buscar seguridad en un deporte que no es seguro por su propia naturaleza y el medio en el que se desarrolla, pero sí podemos intentar minimizar los riesgos inherentes haciendo las cosas correctamente». Lo había dicho Fernando en un entrevista poco antes de morir, pero también pudo haber salido de la boca de Daniel -'El escalador de sueños' de 21 años, como se hacía llamar en el blog en el que plasmaba todas sus salidas- o Rubén. El padre de este último resumió la tragedia con una emotiva frase: «La montaña los llamó y la montaña se los llevó».
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