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Álvaro Machín
Martes, 2 de mayo 2017, 18:12
Para ellos, las mareas son como los Diez Mandamientos. Estos días son buenas. Tienen un alto coeficiente y suben y bajan mucho. Llegan con sus barcos dos horas antes de la bajamar y empiezan a trabajar contra el crono. "Estaremos unas tres horas recopilando y ... luego vamos a reimplantar todo lo que hayamos sacado". Otros sesenta minutos. Tienen que hacerlo el mismo día, en la misma marea, para que nada se les pierda por el camino. Y así han estado toda la semana, justo hasta este martes. Completando una tarea poco vista en la Bahía. Porque lo que hacen las 36 personas de la cooperativa de segundo grado de mariscadores 'La Campanuca' (de segundo grado porque integra a otros ocho cooperativas más pequeñas) es trasladar todo lo que encuentran en el entorno del futuro Muelle 9 de Raos a cuatro zonas de interés marisquero. Para que lo que hay en el espacio de la gran obra del Puerto de Santander se aproveche y sirva en el futuro. "Para que desove y críe, aquí nadie se lleva nada para casa".
Es el paso previo. Al dragado de la fosa de atraque y de un canal de navegación para llegar. A los nueve cajones de hormigón armado que darán forma al muelle de 291 metros de longitud y a una explanada de 18.000 metros cuadrados. De ellos, 10.000 serán ganados al mar. Y ahí precisamente se centra la actividad de los 36 mariscadores profesionales con el carné que les reconoce como tal bajo la dirección técnica de la empresa Ambium. La obra en su conjunto cuenta con un presupuesto de casi 21 millones de euros y un plazo de ejecución de 18 meses. Ellos han tenido una semana, de martes a martes. ¿Y qué cogen? Básicamente almeja fina, japónica y navajas, a lo que hay que sumar distintos tipos de cebo para la pesca (gusana de tubo más pequeña, titas más grande o cangrejillo). "Todo el marisco que sale de ahí va directo a las zonas de interés marisquero. Todo se reinstala para que desove y críe, todo se aprovecha para hacer parques guardería", explica José Luis Álvarez, de 'La Campanuca'.
Destinos
Va, básicamente, a cuatro puntos. O a 'La Vara', a un lado del pantalán de Calatrava (construido en 1966 y utilizado para la carga y descarga de gases y líquidos desde el interior de la Bahía hasta la fábrica química de Gajano) o "al 'Rihn', junto a la Isla de Pedrosa". A estos se suman otro par de destinos: la playa de La Junquera (la de Pedreña) o 'Los Castros' (delante del muelle de la misma localidad). "Allí se cava el terreno, se mueve, se oxigena y se reimplanta. Porque la función que tiene es que haga recría", insiste Álvarez, que a mitad de tarea no sabía calcular cuánto podían sacar de una zona para llevar a las otras cuatro. "Lo que más hay es almeja fina y muergo (navaja). En un día, por ejemplo, se cogieron unas 2.500 unidades de navaja, pero depende de la zona, porque puede ser eso y al día siguiente quinientas. No sabes". Días que han incluido el fin de semana y el festivo. Lo dicho, la 'tiranía' de las mareas. "Ahora son buenas. Utilizaremos más o menos tres cuartas partes de la bajamar en retirar y una cuarta parte en recolocar. Obviamente se tarda bastante menos porque en lo otro tienes que cavar todo el terreno, inspeccionar para ver lo que hay...".
Lleva su tiempo y cada especie tiene su técnica. El cebo sale cavando con las palas, igual que la navaja, que también se puede obtener "con sal". Es la almeja lo que tiene más truco. "Primero pasan unas personas delante con unas rascaderas para coger las que están a poca profundidad y tienen poco tamaño. Luego pasan otros ya con rastrillos para coger las que están a más profundidad y son más grandes. Lo que se intenta es que no quede nada de marisco atrás".
Grandes y pequeñas
El tamaño importa. Más que nunca, en este caso. "A diferencia de la pesca, aquí se coge todo". O sea, que no hay necesidad de respetar los tipos comerciales mínimos porque su destino es otro (aquello de pezqueñines, no gracias, pero trasladado a almejas y navajas). Para hacerse una idea, los profesionales saben que para su venta no se pueden llevar muergos de menos de ocho centímetros. "Pero aquí van de ocho, de doce o de tres... Llevamos a las otras zonas todo lo que encontramos". Todo se rescata antes de que empiecen las obras. Se encargan, en este sentido, de contabilizar todo. De hacer una especie de censo con medidas y ejemplares. Una labor que realizan de forma conjunta con los técnicos de Ambiun y de la que saldrán informes tanto para la Dirección General de Pesca como para el propio Puerto de Santander.
Entienden que es una actuación útil. No es, de hecho, la única que desarrollan. Con la Consejería "durante todo el año pasado y este" han trabajado "metiendo un millón de unidades de almeja japónica y 250.000 de fina para que desove". Hace pocas semanas colocaron quimas de laurel para favorecer el desarrollo del cachón. Álvarez pone ejemplos: "Esas 2.500 navajas que cogimos el otro día, si logramos que críen pueden suponer como un millón de unidades". Todo está pensado para "repoblar, porque la cosa anda bastante floja". "Hay que insistir en que esto no es para llevárnoslo, es para intentar que el futuro esté garantizado". Habla de 36 familias que están "viviendo de esto", del carné de mariscador profesional del que disponen.
Por eso, valoran positivamente la actuación de la Autoridad Portuaria en este caso (han firmado un contrato único a través de la cooperativa de segundo grado). "Nunca se había hecho antes y a ver si todas las actuaciones son así. Para evitar que se pierda todo esto, poder sacarlo. Sí que estamos muy agradecidos y entendemos que es muy positivo".
Este lunes completarán el último traslado. Pendientes de la bajamar. De darse prisa para que "no afecte la mortalidad". Para que el traslado esté dispuesto antes de que vuelva a subir la marea.
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