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2019 será recordado en la región por oscilaciones de temperatura que han constituido récords históricos, por aguaceros o nevadas memorables, vientos huracanados u olas inmensas. El tiempo parece haberse acostumbrado a hacerse notar con caprichos que recuerdan a los de un niño malcriado, y que empiezan a causar serios estragos en las poblaciones más expuestas. «No se puede decir que las inundaciones de Reinosa o las de Ruente y Molleda de enero del pasado año sean consecuencia del cambio climático; pero sí pasa que con el cambio climático van a ser cada vez más frecuentes», explica José Manuel Gutiérrez, experto del Grupo de Meteorología de la Universidad de Cantabria. «Lo que está ocurriendo es que cada vez hay más energía en la atmósfera y se libera a través de lo que conocemos como fenómenos extremos».
40,9º fue la temperatura más elevada registrada en Cantabria, el 27 de junio, en Tama.
-11,3º fue la mínima que marcó el termómetro el 6 de enero en Cubillo de Ebro.
Inundaciones Las más fuertes fueron en enero, en Cabezón de la Sal, Molleda y Ruente;y el pasado diciembre las sufrieron los vecinos de Reinosa y Mataporquera.
Nevadas Llegaron el 15 de noviembre, cerraron puertos de montaña y causaron estragos en la A-67.
Ola gigante La boya Augusto G. Linares midió una ola de 20 metros el 13 de diciembre, la más alta de la década.
Paradigma de ello fue el cóctel de hechos que condujeron el pasado 19 de diciembre a las inundaciones más cruentas que se recuerdan en Reinosa desde hace cuatro décadas. A unos días donde confluyó una ola de frío con mucha humedad para producir nevadas intensas en Campoo le siguieron otros de fuerte viento sur que derritió la nieve aún fresca en la montaña. La cantidad de agua desbordó el río Híjar y dejó imágenes de catástrofe en la ciudad que serán recordadas siempre.
Es el caso más cercano, pero basta echar un vistazo rápido a la hemeroteca para recordar las tremendas inundaciones con las que arrancó el año en la segunda mitad de enero y que arrasaron Cabezón de la Sal, Molleda y Ruente, entre otros municipios, donde los argayos obligaron a importantes obras en infraestructuras. Lo recuerdan bien los vecinos de Los Corrales de Buelna, que sufrieron el desalojo de cinco viviendas en la localidad de San Mateo por culpa de la amenaza de un corrimiento de tierras. De hecho no han regresado a sus hogares hasta este pasado diciembre.
La sequía llegó después, cuando el 30 de septiembre se hacía balance del año hidrológico y se llegaba a la conclusión de que los últimos doce meses habían sido los más secos en los últimos treinta años. El agua llegó después, en concreto en noviembre, que resultó ser el más húmedo de la historia. En Soba, por ejemplo, se recogieron 1.108 litros por metro cuadrado, la mayor cifra que se recuerda en un solo mes. En Santander se registraron más de 20 días seguidos de precipitaciones en el observatorio del aeropuerto Seve Ballesteros, lo que también supone un hito histórico.
En los termómetros, Cantabria amaneció congelada el 6 de enero de 2019 con -11,3 grados en Cubillo de Ebro (Valderredible), la segunda temperatura más baja del país. Meses después, el 15 de noviembre, llegarían las nevadas más fuertes del año, que obligaron –como cada vez que la situación se recrudece con el frío–, a cerrar puertos de montaña y limitar la circulación en la A-67.
La máxima llegó en Tama, el 27 de junio, con un termómetro que llegó a marcar los 40,9 grados. Y en el mar, una masa monstruosa de agua, de cerca de 20 metros de altura, fue detectada el 13 de diciembre a 40 kilómetros de la costa cántabra –donde se ubica la boya Augusto González Linares–. Es la más grande de la última década.
«Además de todos estos fuertes temporales, podemos decir que 2019 ha sido un año cálido y húmedo», concreta José Luis Arteche, delegado territorial de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en Cantabria. «En principio venía algo seco pero finalmente las precipitaciones del último tercio han llevado a que haya pasado por encima de la media de otros ejercicios». «Y lo mismo ha ocurrido con las temperaturas, que han estado de media por encima de los valores normales».
Tiene toda lógica si se tiene en cuenta que es la tendencia que se baraja en toda España e incluso en el continente europeo. «Aemet ha confirmado que 2019 fue en todo el planeta el segundo año más cálido después de 2015. Hay variabilidad de ciclos pero la verdad es que es raro que esta inercia de altas temperaturas de los últimos cinco años sea fruto sólo de un ciclo natural».
Según los investigadores de la Universidad de Cantabria, tiene más que ver con una tendencia a la que aboca el cambio climático. «En 2008 realizamos un estudio sobre impacto de todo esto en Cantabria y llegamos a la conclusión de que el clima será cada vez más seco y cálido. Pronto realizaremos una revisión del mismo pero me temo que la tónica va a ser idéntica», señala Gutiérrez. «Vamos a tener un clima cada vez más mediterráneo».
Ylleno de sustos;porque los llamados fenómenos extremos estarán cada vez más presentes. En el último año hubo 366 avisos amarillos por diferentes temporales y hasta 95 fueron naranjas y rojos. De estos últimos, dos fueron por precipitación acumulada;tres por precipitación en 12 horas; 15 por peligro causado por nieve acumulada en 24 horas; 22 por fuerte viento; cuatro por tormentas, uno por calor y hasta 48 por grandes olas en la costa.
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