
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Entre la suerte y el disgusto hay cuatrocientos metros. Entre la espuma del champán y la de los extintores, unos minutos caminando. La Lotería tiene ... estas cosas. A las 09.53 horas los niños de San Ildefonso cantaron el 45353. Un Quinto. Tocó en un montón de sitios y, entre ellos, en la Administración número seis de Torrelavega, la de la calle Bonifacio del Castillo. Barrio de La Inmobiliaria. Fueron –aunque hubo cierta confusión durante la mañana con el montante total de lo repartido– 204.000 euros gracias a 34 décimos vendidos. La alegría, la ilusión, las risas... Lo típico. Pero, al poco, los periodistas y fotógrafos que se acercaron hasta allí tuvieron que salir corriendo. Ruido de sirenas. Fuego en el bar Urbanos, junto al Concha Espina. El susto, la preocupación, las caras largas... Típico –por desgracia– también. Lo cierto es que ese número y esa hora –el 45353 y las 09.53– dieron paso a unos minutos frenéticos. Además de Torrelavega, el Quinto cayó en dos puntos de venta de Santander.
Y luego, uno detrás de otro y en poco más de una hora, otros cuatro Quintos con acento cántabro. Como una ametralladora: Cabezón, Los Corrales, Boo, San Vicente... Con esas casualidades tan de este día. Que en Cabezón, por ejemplo, cayeran dos Quintos vendidos en dos sitios distintos. O que en Los Corrales, a través de la máquina, vendieran dos números de dos Quintos. Toma ya. Pintaba de maravilla. Fue un pin pan pun de pellizcos hasta las 10.57 horas. Pero desde ahí y hasta que salió El Gordo más remolón de la historia (no hizo acto de presencia hasta la una y cuarto), nada. Nada de nada. Así que, sumando pellizcos (a lo que habrá que añadir pedreas, devoluciones...), unos 450.000 euros en total. Todo en Quintos. No hay quinto malo, pero, en general, sabe a poco.
Son, para entenderse, 6.000 euros por décimo o, lo que es lo mismo, 300 por euro apostado. Es el dato clave –el de los Quintos– para hacer las cuentas en una comunidad que se dejó en Lotería algo más de 53 millones (se vendieron 266.153 series) en un año que en las administraciones daban por bueno días antes del sorteo. «Se está vendiendo bien», decían.
Por hacer un relato cronológico, el sorteo empezó ocho minutos después de las nueve. Bombos, bolas, alambres... La primera tabla se cerró sin escuchar nada distinto al soniquete pegadizo de los «mil euros» (léase cantado con esa entonación tan típica). El primer sobresalto llegó media hora después. Un Quinto. Nada para Cantabria. Todo tranquilo hasta poco antes de las diez. Hasta que empezó la montaña rusa para los de aquí.
Además de en la administración de Torrelavega, el 45353 se vendió en el número 15 de Calvo Sotelo y en el 10 de Rualasal. En pleno centro de Santander. Por seguir con aquello de las distancias, de una a otra dirección, unos doscientos metros. La suerte se dio un paseo, andando, por la zona. En la primera, 120.000 euros. En la segunda, 60.000. A Iris Martín, la lotera de Rualasal, la llamó un cliente a casa. Sorpresón. «Estoy en racha», decía la mujer a la carrera de camino a la administración.
Casi sin tiempo para captar las fotos con champán, otro Quinto. A las 10.10 horas, el 88979. «Estoy que no me lo creo», decía el propietario del Bar Avenida, en Cabezón de la Sal. Una alegría de 12.000 euros. Al primo de Yudit González le pilló un poco a contrapié el premio que dieron en Los Corrales de Buelna (lo vendieron por máquina, así que no tenían muy claro cuánto ni a quién). Borja Pérez estaba sustituyendo a la titular porque Yudit (su prima) está embarazada. Un gran motivo para ausentarse y una doble satisfacción para acabar este año. Pero para historia buena con el 88979, la de Boo de Piélagos. El décimo agraciado (fue uno) lo vendieron sobre la bocina. Justo a última hora del jueves y para alguien que vino específicamente a por ese número.
Torrelavega, Santander, Cabezón, Los Corrales de Buelna y Boo de Piélagos. En poco más de un cuarto de hora. Pues bien, no hizo falta tanto para ampliar esa lista. A las 10.22 h, el 92023. Dos décimos del tercer Quinto con regusto cántabro en la número dos de San Vicente de la Barquera, la de la Plaza Mayor del Fuero. Máximo López, el lotero, estaba «feliz». Otros 12.000 euros a la bolsa de la suerte.
Tres premios seguidos aquí y a un ritmo frenético. Pero tocó rizar el rizo. Otro Quinto seguido. A las 10.40 horas. El 01568. Y, además, nuevamente en el mismo punto de venta de Los Corrales de Buelna. Sí, Yudit acabó bajando –y encantada de la vida con su embarazo, además–. Tocó también en el quiosco Carlos, de Santander. En la calle Gregorio Marañón (junto a la rotonda de García Lago, pegado a la Segunda del Sardinero). Más allá de los 24.000 euros que tocaron allí (no es mal pellizco), otra historia bonita. El matrimonio que gestiona el negocio estaba en la función navideña del colegio de su hijo cuando salió la bolita del bombo.
Un, dos, tres, cuatro y cinco, que para eso era otro Quinto más. Todavía no eran las once y Cantabria estaba presente en cinco de los seis primeros premios en salir. Esta vez fue el 86007. Segunda alegría de la jornada para Cabezón de la Sal, pero esta vez en la Administración del paseo Igareda. Fue en un sobre sorpresa (contiene un boleto cuyo número el cliente desconoce) con un décimo que reportará 6.000 euros a su dueño. «Estamos contentísimos porque es el tercer año consecutivo que toca la Lotería», explicaba Alejandro González, propietario del establecimiento junto a su hermano Guillermo.
Pintaba bien, ¿no? Pues no. Vino un Cuarto y nada. Lo mismo que los dos Quintos que quedaban, el otro Cuarto, el Tercero... Las esperanzas se centraron entonces en los dos premios más importantes. Los que aún no habían salido. El Segundo y El Gordo se dejaron querer, permitieron que todos los demás saliesen primero para crear –como dicen los jóvenes ahora– 'hype' (es la forma de hablar de expectación exagerada en las redes sociales). Los bombos que fabricaron en 2006 en Chiclana de la Frontera no 'escupían' las cifras más esperadas del año.
En las retransmisiones en directo, a falta de noticias, se entretenían contando que hasta 2.000 euros los premios se pueden cobrar por Bizum. O que por encima de los 40.000, Hacienda se lleva un 20%. Contaban cosas así porque no salían. Ninguno de los dos. Incluso, a las 12.53 horas se trabó uno de los bombos y estuvieron unos segundos parados. Las 13.00 era la hora límite para batir el récord. Y se batió. Justo después de esa hora salió el Segundo. Nada para Cantabria.
A eso de las 13.16 horas, por fin, El Gordo (que, según la estadística, ha pasado catorce veces por Cantabria). Cuando los niños repitieron un par de veces el 88008 lo más repetido en media España fue: «¡Qué feo!». Aquí, en la región, dijeron eso y un «nada» algo frustrante al comprobar que ninguna administración de la comunidad había vendido décimos. De la excitación de cinco premios en una hora al bajón de más de dos horas sin nada que llevarse a la boca. El pico de aquí, el pellizco de allá, el otro... Los 450.000 euros aproximados del balance más las alegrías conformistas de las pequeñas cantidades. Y aquello, claro, de «por lo menos tenemos salud».
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