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«No a la caza, sí a la vida». Así terminó el manifiesto que Isabel Jaurena, delegada en Cantabria de la plataforma No a la Caza (NAC), leyó este domingo en la Plaza Porticada de Santander y frente al Ayuntamiento. Una movilización convocada para reclamar ... la protección de los perros utilizados en esta actividad así como la finalización de la misma porque «es matar por matar», añadía la representante. A la movilización organizada en la capital cántabra –que se celebró en más de cuarenta ciudades españolas– acudieron más de 150 personas, según los datos de la Policía Nacional, la mayoría acompañada por sus canes. La organización busca un año más mostrar «el creciente rechazo de la sociedad a la caza, que cada año acumula más víctimas mortales, tanto de animales salvajes, como de perros, como de personas».
Las protestas también se centran en poner sobre la mesa el maltrato que reciben y la situación en la que viven los animales para uso cinegético: «Se pasan hacinados el 90% del año, están mal alimentados, criando indiscriminadamente...», enumera Jaurena. El «único» punto a favor, dice, es que cada vez hay «menos relevo generacional» para continuar con esta actividad. Por eso no ha sentado bien que hace unos días el Gobierno de Cantabria, a través de la Consejería de Desarrollo Rural, Ganadería, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, aprobara permitir este año que los menores de edad, a partir de los 16 años, obtengan de manera gratuita la licencia de caza.
Al encuentro acudieron numerosas personas acompañadas de galgos, una de las razas utilizadas en las batidas (también podencos, entre otras). «Hace seis años adoptamos dos», comentaba Carmen Santamaría, vecina de Santander. Cuando les recogieron, llegaron a su casa «con muchos miedos, estaban muy mal», añade. ¿Y cómo se consigue recuperar a un perro en esa situación? «Con mucha paciencia, tiempo y cariño porque necesitan acostumbrarse de nuevo a la gente. Tienen que volver a vivir», explica Santamaría. Esa misma situación la vivieron Isabel y Pablo, que también acudieron a la movilización. En su caso los perros que rescataron se encontraban en tan malas condiciones que «no querían ni salir de casa porque nunca habían tenido una», contaban. Ocurre que se sentían a salvo entre esas cuatro paredes y «les daba miedo salir por si luego no volvían», relataban ambos.
El encuentro reunió a varias plataformas que comparten esta línea de trabajo como Galgos de Casa, Pacma o Galgos y Podencos de Cantabria. Precisamente esta última organización, que nació hace siete años en la región, ha gestionado a 600 perros abandonados desde su creación. «Y eso son solo los que nos llegan, a saber de cuántos más hablamos que se quedan por ahí», señala Julio Quintana, su presidente. Y es que, además del trato que reciben, «el abandono de los perros es brutal y la forma en que lo hacen, aún más. Los tiran a un río, aparecen atados en la autovía...», relata Quintana.
Comportamientos que también pueden tener otro coste como ocasionar accidentes en la carretera porque en España hay «miles de galgos cruzándolas como locos». La realidad de las situaciones con las que se topan estas plataformas es «durísima» y es que «por cada galgo que puede vivir más o menos bien, hay 50 que no», resume Quintana.
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