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El caso de la decapitación de Castro tiene todos los ingredientes para convertirse en una serie de intriga de éxito taquillero. Y este lunes, 7 ... de noviembre, se escribió un nuevo capítulo de una truculenta historia que desde hace tres años tiene en vilo a media España.
En la segunda sesión de las once previstas para determinar si Carmen Merino asesinó a su novio Jesús Mari Baranda, en la vivienda en la que residían ambos en Castro Urdiales, quedó muy clara la estrategia que la defensa va a seguir durante el juicio y que va encaminada a señalar a la amiga Carmen Mendoza, que descubrió el cráneo del jubilado vizcaíno, el 28 de septiembre de 2019. Eso y la negativa de la encausada a responder a las preguntas de las acusaciones, aunque al jurado avanzó que sí contestaría.
Dentro de esa línea de defensa, la primera maniobra se produjo cuando el abogado de la acusada, Eduardo García, solicitó dentro de las cuestiones previas la realización por parte de los miembros del jurado de una inspección ocular de la casa de Mendoza. «La instrucción ha sido errática y no se entiende que al igual que se hizo una inspección de la casa de Merino, no se hiciera también en la vivienda donde apareció el cráneo».
Sin embargo, la defensa se topó primero con la oposición del fiscal y la acusación particular, y después con la del presidente del tribunal del jurado, Agustín Alonso, que fue muy rotundo al rechazar la propuesta: «Entrar en una casa para hacer una inspección ocular es algo muy serio. Lo primero es que tiene que haber serios indicios, no una 'sospechita', de la comisión de un delito por parte de la persona que reside en esa vivienda». Pero no se quedó ahí el magistrado. «¿No ha tenido tiempo la defensa, en tres años y dos meses, para solicitar la imputación de esta mujer o pedir dicha inspección?», cuestionó, para, a continuación, reprochar al letrado de Merino que lo que planteaba era una «diligencia prospectiva». «Echo la red y a ver qué pesco».
Descartada esta petición, otra para que la acusada declarase la última y no la primera «como recoge la ley», y el recurso para que el juicio se celebrara a puerta cerrada y los jurados estuvieran incomunicados, comenzó el interrogatorio de la principal protagonista de esta trama. Carmen Merino llegó a la sede de la Audiencia a las 10.30 horas, escoltada por la Policía Nacional, con un nuevo look respecto a su última comparecencia de noviembre de 2020, donde ya proclamó su inocencia. Ha cambiado el color de su pelo (de rubia con rizos ha pasado a llevar un tono castaño oscuro y pelo alisado), y portaba un bolso en la mano (iba sin esposas). Al acceder al hall que da acceso a la sala de vista se fundió en un abrazo con su hermana y otras dos familiares. Sin embargo, hubo que esperar hasta las 13.00 horas para oírla declarar, aunque lo primero que hizo fue anunciar que solo iba a responder a las preguntas de su abogado y a las de los miembros del jurado, no así a las de las acusaciones, «porque no confío absolutamente nada en ellas».
Lo primero que hizo Merino –que como cualquier acusada no está obligada a declarar en su contra ni a decir la verdad– fue dar su versión cronológica de los hechos, situando la desaparición de su compañero sentimental el 21 de febrero de 2019, una fecha que «nunca olvidará», si bien los investigadores sitúan una semana antes, el 13 de febrero, el día en que Jesús Mari fue asesinado. «Se fue de viaje con unos amigos del banco y volvió el 10 de marzo. Le recibí pero no me respondió. Apareció en casa con mal aspecto, descuidado y muy nervioso. Me dijo que le estaban esperando, que se iba de excursión, que tenía que coger el dinero que había en casa (12.000 euros que estaban en el trastero) y que ya volvería. Por más que insistí y lloré no recibí más que esa explicación», afirmó.
Durante todo el tiempo que estuvo de viaje, Merino dice que su novio no le llamó ni le mandó ningún mensaje. «Pensé que el móvil le andaba mal y entonces le compré otro, que no tenía internet ni whatsapp, pero desde ese terminal tampoco tuve noticias de él. Del que sí recibí mensajes fue de un tercer móvil que yo no compré», apuntó.
Sin embargo, los investigadores determinaron en su momento que el segundo número de móvil del finado, el que adquirió ella, estuvo vinculado a dos terminales distintos que no salieron de Castro Urdiales, según la señal de los repetidores del municipio donde residía la pareja.
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Cuando el primo del finado denunció su desaparición, dos meses después de verlo con vida, Merino le recriminó que hubiese acudido a la Guardia Civil sin decir nada a nadie, «cuando llevaba dos meses insistiendo a la familia para que presentara la denuncia». «El hermano de Jesús Mari me decía que no denunciara, que estaría de vacaciones, que ya volvería. Eran excusas que me tragué porque yo no estaba en condiciones, tomaba diazepam (lo que se halló en el cráneo de Jesús Mari) para dormir. Pero mis hijos fueron quienes me dieron un ultimátum para que denunciara».
El momento álgido de su declaración –que se prolongó por espacio de hora y media y continuará este martes, a partir de las 09.30 horas– fue cuando aseguró que «en ningún momento» le entregó a su amiga Carmen Mendoza un paquete con el cráneo de su novio. «Lo que sí le di fue un paquete con juguetes sexuales, porque me daba vergüenza que lo viese la Guardia Civil cuando registrara mi casa tras la desaparición de Jesús Mari. Los metí en una bolsa de basura negra a modo de broma y a su vez dentro de un neceser de tela con lunares verdes, mi color favorito, y envuelto todo con papel de regalo azul, el preferido de él». Con esta versión de los hechos, la acusada señaló directamente a la que «consideraba mi amiga», según manifestó. Una amiga a la que los investigadores dieron total credibilidad cuando llamó a la Guardia Civil para informar de que había encontrado un cráneo dentro de la caja que durante cinco meses había guardado a Carmen Merino. Extremo confirmado por Ana Mendoza, hermana de la mujer que destapó el caso.
El fiscal que representa al Ministerio Público en esta causa empleó su primera intervención en el juicio para explicar a los miembros del jurado su papel y el procedimiento a seguir. En su caso apuntó que solicita 25 años de cárcel para la encausada al considerar que es autora de un asesinato con alevosía. Además, detalló que en esta causa hay una serie de indicios que son suficientes para imputar unos cargos.
En la línea de lo que manifestó el representante de la Fiscalía, la letrada que defiende los intereses de los dos hijos de Jesús Mari apuntó que, en su caso, solicita la pena máxima que recoge el Código Penal, la prisión permanente revisable, por las circunstancias en que se produjo la muerte del jubilado. «Hubo una gran alevosía por la manera en la que se deshizo del cuerpo y por eso también hay un daño moral».
El abogado de la acusada aprovechó su intervención para poner en cuestión los cimientos en los que se sustentan las acusaciones. «Estamos juzgando a una mujer por asesinato y no se sabe la causa de la muerte de Jesús Mari. En la autopsia del cráneo se recoge que se le había suministrado diazepam, pero no se determina cuánto». El letrado les pidió a los jurados que se guíen por lo que acontezca en el juicio.
Sobre los envoltorios del contenido del paquete, Merino negó que usara más bolsas que la citada de basura, así como tampoco ninguna hoja de periódico ni con un crucigrama rellenado: «No había absolutamente nada de eso, estoy segurísima». En este punto le mostraron en una pantalla una imagen con la página del pasatiempo en cuestión (sobre la que se ha rechazado la pericial caligráfica solicitada por la defensa) y descartó que fuera su letra: «Se ve muy mal, pero mía no es».
Además de señalar a su amiga Carmen Mendoza, la acusada también dejó la sombra de la sospecha sobre el hermano del finado. Afirmó que tanto ella como él tenían llaves para acceder al domicilio de la pareja en el momento de la desaparición. «A Carmen le di un juego de llaves porque estaba sola y tenía miedo a que me pasara algo».
En el caso de Andrés apuntó que accedía a la vivienda con permiso de su hermano, «con regularidad» y en ausencia de ambos, a «revisar el buzón o regar las plantas». También apuntó que, en una ocasión, le comentó «qué hijos más guapos tienes» (de su primer marido ya fallecido), ya que les había «visto» en el ordenador, por lo que deduce que revisaba «más cosas».
Respecto a su amiga, relató que iba a verla «muy a menudo» a su casa, y que también uso «en varias ocasiones» el ordenador, para chatear o hacer búsquedas. En este punto, su abogado la interpeló sobre uno de los indicios que la señalan. «¿Usted ha consultado cuestiones relacionadas con el cobro de una pensión ante una desaparición o cuánto tiempo tarda en descomponerse un cadáver? «No». Sin embargo, la Guardia Civil recuperó parte de las búsquedas realizadas presuntamente por la acusada (las anteriormente citadas) tres meses antes de la desaparición de su novio. Y las recuperó a pesar de que fueron eliminadas del historial web del navegador con anterioridad.
Pero no solo relacionó a su amiga con esas búsquedas. Merino también aseveró que Carmen Mendoza le «tiraba los tejos» a Baranda, al que así «ponía en una situación muy incómoda», ya que «quería mantener alguna relación» con él, extremo que dijo desconocer si llegó a producirse. «Salíamos todos los viernes siete amigos, entre ellos Carmen Mendoza, y Jesús Mari me dijo que dejáramos de quedar con ellos porque se sentía incómodo con las insinuaciones de esta amiga».
En esa primera parte de su comparecencia, también la defensa planteó a la acusada una serie de cuestiones para descartar ese móvil económico del crimen. «Jesús me lo daba todo, pero no su pensión (era de 3.000 euros). Ni cobraba entonces ni voy a cobrar de Jesús nunca», apuntó, al tiempo que aseveró que en caso de que le pasara algo a ella, su parte de la herencia (un tercio según el testamento) iba a manos del hermano del finado.
Este martes se retomará el juicio a las 09.30 horas con la continuación de la declaración de la acusada, a la que seguirán las testificales del hermano y primo de la víctima, que fue quien denunció la desaparición de Jesús Mari. Además, testificarán los testigos clave en este caso, como Carmen Mendoza, que fue quien custodió en su casa durante cinco meses la caja que supuestamente le entregó su amiga Merino.
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Ana del Castillo
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