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«Hay que vencer el tabú» de la soledad no deseada, «abordar» el tema y trabajar en su difusión entre la población, darlo a conocer. Porque no hablar de un problema, no lo hará desaparecer. Fernando Villoria, presidente de la Asociación contra la Soledad No ... Deseada en Personas Mayores, insiste en la importancia de crear «conciencia social» sobre un asunto cuyo impacto ya puede traducirse en cifras. Hay una referencia por lo que «tenemos la evidencia (punto clave). Sabemos que existe y que tiene un coste», dice. Ylos datos los aporta un informe elaborado por el Observatorio Estatal SoledadES e impulsado por la Fundación ONCE. Se trata del primer estudio que recoge y muestra el impacto económico de este problema.Así, los costes tangibles en España en 2021 se situaron en torno a los 14.000 millones de euros, al tener en cuenta consultas médicas, consumo de fármacos, pérdidas de productividad, reducción de la calidad de vida y muertes prematuras. Es más, el informe estima un total de 848 fallecimientos asociados a la soledad no deseada en 2019. Un problema que afecta al 13,4% de la población en España.
Llegar a una situación de aislamiento involuntario reduce directamente la calidad de vida de la persona y tiene un impacto negativo directo tanto en la salud mental, como en la física. Entre otros tantos puntos, «acelera el envejecimiento», explica el exdirector médico del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla.
Por eso ahora, en la organización, centran sus esfuerzos en eliminar el «estigma» que rodea a la soledad y «difundir» el problema, romper barreras trasladándolo a la sociedad para que también «la gente sea consciente» e incluso identifique si se encuentra en una situación similar que termina por afectar de forma drástica «las actividades de la vida diaria». Es decir, todas aquellas que «te permiten ser autónomo», explica Villoria.
Hay un punto claro y es que si se dibujara una gráfica con la vida de alguien, los gastos de sanidad «aumentarían» a medida que la persona envejece. No obstante, también es fundamental descartar la idea de que el problema afecta únicamente a determinadas edades porque «no es un tema de mayores». Hay otros grupos de edad, como el de 25 a 30 años, en el que perciben que «se dan muchos problemas de soledad», señala. Sobre todo al tratarse de una franja en la cual se empieza a dibujar el futuro personal y profesional. Y para eso también hay números. En concreto, el 21,9% de las personas de entre 16 y 24 años sufre una situación de soledad no deseada, según recoge el documento.
Lo cierto es que, más allá del motivo que exista detrás de los números (puede ser elección propia o que los acontecimientos vitales lleven a esa situación), cada vez hay más hogares unipersonales en Cantabria. Otro dato rápido. El 34% de hogares en la región están habitados por una sola persona, con un porcentaje que no deja de crecer año a año. En solo un lustro ha crecido un 6%, y los nuevos modos de vida llevarán a que esta proporción vaya a más. A las personas más mayores les ocurre que se topan con situaciones en las que su entorno «ha fallecido», tienen problemas de movilidad, quizá ya no puedan usar el coche... Factores que terminan por aislarles. «El ser humano es social» y cuando se rompen esas relaciones con otra gente es cuando puede llegar el aislamiento, concluye.
97 años Elena Quintana
A sus 97 años, Elena Quintana se apaña para arreglar ella misma el jardín de su casa. Esta vecina de Monte se quedó muy pronto sin familiares directos y reconoce que está sola «muchas horas». No obstante, «su suerte», dice, es que «no tengo miedo». Sigue siendo muy activa y mantiene su independencia, aunque necesita una mano cuando quiere salir a pasear, le fallan la vista y el equilibrio. Yesa ayuda la recibe a través de los servicios sociales del Ayuntamiento de Santander. Unas visitas que valora especialmente porque «me dan muchísima compañía», admite. Esa es la tarea de la plantilla: que las personas mayores sigan con su vida en su casa. Porque lo más importante es que «no rompan con su círculo social y sus rutinas, sus objetos y recuerdos», explica Arancha Gutiérrez, coordinadora del servicio de Ayuda a Domicilio de la capital. Lo cierto es que el contacto con las profesionales resulta más que necesario para Elena a pesar de que en su agenda tiene a un sobrino que «se ocupa mucho de mí, me cuida y me facilita todo», añade. No solo eso. Además, los amigos de su hija –que falleció– siguen turnándose para visitarla «y me traen la comida». En este camino, Elena destaca «la medalla», ese aparato con un botón para pulsar en caso de urgencia y establecer contacto con el servicio: «De momento no lo he necesitado. Pero me llaman y eso me hace sentir muy acompañada», insiste.
84 años Encarnación Conde
Encarnación Conde vive sola en su casa de Los Tojos, en el valle de Cabuérniga. Reside allí –cuenta– «hasta que haga frío» o la familia «me deje» porque, precisamente, lo que su entorno no quiere es que esté sola demasiado tiempo. Una situación que, admite, «es muy triste». A sus 84 años, Encarnación está viuda y la ausencia de su marido se nota en el día a día. Le añora. No obstante, deja claro que en estos años «no me ha faltado nunca el cariño de mis hijos». La llaman por teléfono a diario –a veces casi no le dan ni tiempo de desayunar–, cuando pueden van a visitarla y la cuidan, pero ella echa en falta relacionarse con más gente: «Alguien que nos acompañe a las personas mayores», valora, unas visitas que suponen ir más allá del contacto que ya mantiene por teléfono. Allí, en lo que para ella es la casa de su pueblo, «estoy bien», insiste, aunque es consciente de que antes conocía a más vecinos que ahora. Y es que el tiempo también ha borrado parte de su agenda. Eso sí, «tengo un primo de la misma edad» que vive a unos metros. La preocupación de la familia se extiende también a la salud, la parte física. «Tienen miedo» de que le pase algo porque, no solo permanece sola en casa, sino que además vive lejos, en un entorno rural, alejado de la ciudad, y llegar hasta ella es complicado. Por eso lleva siempre «un reloj que tiene un botón para apretarlo, llamar y pedir ayuda», explica.
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