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En su mensaje anticipado de despedida de la política al final de la legislatura, Ignacio Diego consigna su palmarés de 6 de 6 victorias electorales. Algunas tuvieron un gran mérito como las de la Alcaldía de El Astillero o la histórica mayoría absoluta que le ... llevó a presidir el Gobierno de Cantabria en 2011. La última de 2015, sin embargo, resultó tan amarga, el descalabro del PP fue tan grande, que señalaba a Diego un relevo como el que a su debido tiempo habían facilitado sus antecesores en el liderazgo del partido. Entonces se hubiera ido con el merecido reconocimiento de todo el PP, con el respeto que ya le ha retirado al menos la mitad de un partido roto. Diego no se va del todo, ni inmediatamente ni tampoco en silencio. Hará ruido hasta las elecciones, a la espera de ver pasar los cadáveres de sus enemigos, María José Sáenz de Buruaga e Íñigo de la Serna.
Tras el fiasco de 2015, Diego no quiso el retiro dorado que los partidos reservan a sus dirigentes amortizados y eligió quedarse al mando de un partido traumatizado y desmovilizado por la derrota electoral y la pérdida de poder. El tardío congreso del año pasado no fue la estimulante agitación que iba a devolver el vigor al PP sino la explosión de una guerra fratricida. María José Sáenz de Buruaga habría sido la sucesora natural en un relevo consensuado, que estuvo cerca, pero en la confrontación ha resultado más vulnerable. Su ideario esencial era que, ahora que las mayorías absolutas parecen remotas o imposibles, para poder gobernar el PP debía buscar el diálogo con otros partidos. Sus oponentes relegaron el debate político y se centraron en acusarla de deslealtad con Diego, del que había sido la número dos durante trece años en el Gobierno y en el partido. Al final Buruaga ganó por la mínima un congreso que está pendiente de los tribunales, mientras la herida sigue sangrando a chorros.
Diego se despide, dice que harto de que se le utilice para enmascarar la mala gestión de Buruaga y su ejecutiva, pero también consciente de que incluso entre quienes le apoyaron en el congreso predomina la idea de que su ciclo ya está agotado. Así pues, para qué liderar en las urnas ese proyecto endeble de Lealtad Popular que han armado sus amigos, mejor dedicarse a otear el negro horizonte que se abate sobre sus enemigos.
Y claro, a enredar todo lo que pueda hasta las elecciones. Ha quemado las naves y ni siquiera le frena el hecho de haber sido el presidente del PP durante tanto tiempo. Muere matando. Ya no reprime la crítica pública y feroz contra Buruaga y de paso plantea a Íñigo de la Serna un desafío malévolo para que se atreva a ser el candidato autonómico en 2019. En realidad, los incondicionales de Diego auguran que el PP sufrirá un duro varapalo en las urnas, con o sin ministro en el cartel electoral. De hecho, su tesis es que el fiasco electoral de De la Serna en Santander en 2015 fue aún mayor que el de Diego en Cantabria y también la causa principal de la debacle popular en los comicios autonómicos.
La situación del PP es crítica. La nueva ejecutiva tiene ante sí el reto de recuperar la cohesión interna para hacer frente al crecido PRC de Revilla y al empuje de Ciudadanos. Algunos alcaldes y dirigentes locales del PP dicen que ya les tiran los tejos desde el partido naranja y otros lo están deseando.
Todos en el partido están a la espera del juicio sobre las supuestas irregularidades del congreso, cuya resolución ‘sine die’ puede ser determinante en la batalla interna. La normalización orgánica del PP, si se produce, sería un avance, pero a estas alturas lo decisivo será que el partido pueda contar con los candidatos más potentes en la cita electoral.
Al igual que Ignacio Diego, pero con mejores intenciones, también en el oficialismo son conscientes de que De la Serna sería su mejor estandarte en los comicios autonómicos. Para ganar a Revilla o al menos para salvar los muebles. Hasta la propia Sáenz de Buruaga, que celebra cada visita del ministro a Cantabria con un proyecto en su cartera.
La candidatura de De la Serna es de momento una mera especulación más o menos verosímil. Tras la victoria de Ciudadanos en Cataluña y su crecimiento vertiginoso en las encuestas, en la sede nacional de Génova rezan para que Mariano Rajoy se decida a tirar de los mejores en las elecciones autonómicas y municipales del año que viene, incluidos los ministros. Y que designe pronto a los candidatos, antes de que el avance del partido que comanda Albert Rivera sea ya imparable.
Con malicia o con esperanza, está claro que casi todos en el PP quisieran ver a De la Serna como candidato. Pero habrá que ver qué decide Rajoy y, llegado el caso, tampoco es fácil que el ministro esté dispuesto a aceptar un ‘marrón’ tan formidable.
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