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Las cabinas de teléfono llevan años siendo un elemento del paisaje urbano en desuso por parte de los ciudadanos, que casi ni reparan en ellas, salvó cuando los grafitis son muy llamativos o a modo de poste para colgar ofertas de trabajo; más allá de eso, hace décadas que comenzó su declive. Solo se establecen 0,17 llamadas al día mediante cabinas, según los datos registrados por Telefónica, la compañía que ha operado este servicio históricamente. Esto equivale a una llamada a la semana. La anterior ley de Telecomunicaciones garantizaba este servicio universal, pero el nuevo texto que ha entrado en vigor en enero, lo ha suprimido.
Así pues, desde el pasado mes las 157 cabinas que permanecen dispuestas en los municipios de Cantabria -en aquellos con más de 1.000 habitantes- serán desmanteladas a lo largo del año. De esta labor se encarga Telefónica en coordinación con cada Ayuntamiento, que cubre los gastos de pavimentación y, en algunos casos que lo considere oportuno, se reutilizará la terminal que queda libre para instalar un punto de información turística o de recarga de móviles.
157cabinas quedan repartidas a lo largo de los municipios de Cantabria; se retirarán este año
0,17llamadas al día es el dato registrado del uso que se hace de las cabinas en toda España
Este ha sido el caso de la cabina telefónica que se retiró de la Plaza de Italia, en Santander, durante las obras de reforma, y en su lugar se instaló un punto telemático de información para el ciudadano. Además de esa cabina, quedan 40 más salpicadas a lo largo de la ciudad, desde la calle Alta hasta Calvo Sotelo. Todas ellas presentan claros signos de abandono y ausencia de mantenimiento, suciedad, rotura de cristales y pintadas.
El desuso de este servicio se debe al desarrollo de la telefonía móvil: al llevar cada ciudadano un teléfono encima, o incluso dos, ya nadie necesita llamar desde una cabina. En 2006 se registraron más líneas de teléfonos móviles que habitantes.
Suele pasar que la sociedad evoluciona antes que la legislación. Como ha ocurrido en este caso, la ley de Telecomunicaciones ha ido por detrás, puesto que a pesar de que se les daba un uso testimonial a las cabinas, se seguía sacando el servicio a concurso público para garantizar el derecho universal que reconocía la Ley de Telecomunicaciones.
Este concurso convocado por el Ministerio de Asuntos Económicos y de Transformación Digital se quedaba año tras año desierto, ante su nula rentabilidad. Al no presentarse ningún operador, le ley establecía que lo asumiera el adjudicatario anterior.
En resumen, Telefónica se ha visto obligada a dar este servicio «a pérdidas» para cumplir lo establecido en la ley. Eso sí, no parece que tuvieran que ocuparse del mantenimiento.
La última adjudicación se produjo hace dos años, en diciembre de 2019, y expiró el 31 de diciembre de 2021. Algunas de las cabinas se han ido retirando con anterioridad; poco a poco y en silencio. Telefónica prefiere que el desmantelamiento «pase desapercibido. Esa algo que lleva años dando la compañía sin presentarse al concurso, solo porque quedaba vacío... es un servio a pérdidas...», lamentan.
El sistema de las cabina de teléfono surgió por iniciativa de un estadounidense que se vio en la tesitura de llamar a un médico por una urgencia de su mujer en plena calle. No encontró un vecino que le dejara llamar desde su casa, en aquellos años 50. Después del incidente no paró hasta ver organizada esta red de telefonía pública.
Desde que en los años 60 se instaló la primera cabina en Cantabria, el servicio ha conectado a personas en situaciones urgentes. Sin la existencia de la telefonía móvil, cualquier urgencia en plena calle se comunicaban a través de las cabinas. Fue el caso de una Santanderina, Alejandra, que en 1989 solventó un problema urgente en el Consulado de Egipto. «Estaba en Madrid y mi vuelo salía al día siguiente cuando me percaté de que tenía el pasaporte caducado. Llamé para pedir cita desde una cabina y se resolvió», explica.
También permitió que una pequeña de nueve años, Ángela, avisar en casa de que se había perdido: «Llamé a mi padre desde una cabina porque me perdí de madre en un centro comercial. Pasé un poco de angustia, pero entonces vi una cabina y mi padre vino a recogerme y luego, juntos, buscamos a mi madre», recuerda.
Una de las cabinas más simbólicas de Santander era la situada en la plaza de Correos, que más que por el uso, era un punto de referencia para citarse. 'Nos vemos en la cabina de Correos', decían muchos jóvenes.
Gran parte de las cables que llevaban las líneas a las cabinas se fabricaron en la entonces Standard Eléctrica, filial de la multinacional norteamericana ITT en su fábrica de Santander, que actualmente es Standard Cableteam España y que fábrica en su planta cántabra cables de cobre y fibra óptica para redes troncales, distribución y acometida.
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Rocío Mendoza | Madrid, Lidia Carvajal y Álex Sánchez
Álvaro Machín | Santander
Guillermo Balbona | Santander
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