El 19 de diciembre de 2019, jueves, se publicó la última crónica ganadera firmada por Jesús Pérez del Río en las páginas de este ... periódico. La víspera, como siempre desde hacía décadas, había acudido al Mercado Nacional de Ganados de Torrelavega para hacer la crónica semanal y tomar el pulso al sector. Ese día, se dijo a sí mismo: «Jesús, ¿qué pintas tú aquí ya, con 89 años». Y recuerda, «las piernas me empezaban a flojear», y, sin alaracas, dio un paso al lado a pesar de su lucidez y su memoria, ahora también con 91 años cumplidos.
Después de medio siglo escribiendo en 'su' periódico, actividad que compatibilizó con su oficio de artesano del calzado, su firma se echa en falta. Su legado son miles de páginas que custodia en su totalidad en el pequeño despacho de su casa en Pontejos, donde ahora escribe sus memorias en la 'vieja' máquina de escribir Olivetti, rodeado por cientos de libros -mayoritariamente de Cantabria y de ganadería-, casettes en los que grababa las entrevistas y sobres con miles de fotografías que el mismo hizo.
Nos recibe en su casa con ansias de conversar, de compartir anécdotas, de poner en funcionamiento una privilegiada memoria, de reflexionar sobre el sector..., y muy agradecido por el homenaje 'sorpresa' que El Diario Montañés, junto con AFCA y AgroCantabria, le tributaron el pasado martes en el contexto del V Foro Agroalimentario con el presidente Miguel Ángel Revilla como testigo.
«El lobo es una plaga y me parece de maravilla la postura que ha adoptado Guillermo Blanco» | «De Gutiérrez Aragón me quedo con sus consejos y en El Diario aprendí mucho con Julián Pelayo»
-¿Cómo vivió el reconocimiento público que se le brindó por su trayectoria?
-Por lo inesperado, me quedé en blanco, perplejo. Creo que reaccioné y me comporté. Es un momento en el que se te vienen tantas cosas a la cabeza y al final no sabes qué has dicho. De regreso a casa le pregunté a mi hijo si había dicho alguna incongruencia, y cuando me contestó que no, me quedé tranquilo. No soy de verbo fácil.
-Discrepo de esto último, pero sigamos...
-Fue una sorpresa total. Y luego las llamadas..., he recibido multitud, y eso que no mucha gente tiene mi teléfono. De Campoo, de Guriezo, de Liébana... de todo Cantabria, felicitándome. Eso siempre te hace mucha ilusión.
-Han sido muchos años, muchas personas a las que ha conocido y de las que ha escrito, pero ¿dónde nacieron sus vínculos con el sector y con el periódico?
-Soy hijo de ganaderos, nací viendo vacas en Pontejos. Perdí a mi padre con 14 años y al ser el mayor de cinco hermanos tuve que tirar del ganado desde muy pronto. Conozco todo desde abajo, sembrar, arar, pastorear, ordeñar..., lo único que no he podido nunca es asistir a un parto o tocar a un ternero recién nacido. Huyo de ello. Además, desde niño me gustó mucho leer, entonces las obras de Pereda. Y siempre me atrajo la naturaleza. Con el periódico empecé haciendo algunas 'croniquillas' de las ferias de Orejo y Solares, porque iba con mi madre a vender algún ternero. Poco a poco fui haciendo más cosas en El Diario, algunos extras del desarrollo industrial del sur de la Bahía y de fiestas patronales en pueblos.
-Si usted ha contagiado a muchos su pasión por el sector primario, ¿quiénes fueron su referentes y de quiénes más aprendió?
-Indudablemente, en el mundo de la ganadería, de Manuel Gutiérrez Aragón, padre del cineasta y gran veterinario. Le iba a buscar a su casa en Torrelavega para luego ir a las ferias de año que surgieron a raíz de la construcción del Mercado Nacional de Ganados. De él me quedo con algunas enseñanzas, como «no des consejos a quien no te los pida» y «no hagas caso al que te venda ideología». Y en El Diario, aprendí mucho con Julián Pelayo, para hacer especiales y suplementos.
-¿Ha cambiado la percepción social del papel que juega la ganadería en contexto de la economía de Cantabria?
-Para mí es todo. Hoy se produce más aunque hay menos ganaderos, pero los que han quedado son gente joven y preparada. De niño, en todas las casas había vacas de ordeño, era la época del trabajador mixto. Ahora, fuera del medio rural, muy poca gente joven sabe y quiere trabajar en este sector. Hay un problema de relevo generacional. Con la llegada del toro 'Sultán', el sector lácteo se revolucionó, pero el momento actual es complicado.
-¿Se refiere a problemas como el del lobo?
-Es muy triste. Recuerdo a Pepe el de Fresneda, al que llegué a entrevistar. El lobo es una plaga y me parece de maravilla la postura que ha adoptado Guillermo Blanco. Yo he visto rebaños descuartizados. ¡Es horroroso! Hay que verlo para poder opinar. La ministra tendría que verlo de cerca.
-¿Y qué le parece el conflicto permanente de los ganaderos con el sector de la distribución por el precio de la leche?
-¡Pero si vale más un litro de agua o un chiquito de vino en el bar que un litro de leche! Con todo el trabajo que hay detrás de cada litro de leche es increíble que solo se pague a 32 céntimos. Y aquí también hay que referirse al trabajo de la mujer en este sector; lo dije en el acto de la Universidad, y lo repito ahora, la mujer ha tenido un papel fundamental en la ganadería de Cantabria.
-¿Y ve alguna solución?
-No se cómo aguantan. Es el único producto que no ha subido ni sube de precio, mientras, en cambio, todo lo que necesita el ganadero sí sube. Por ello la tendencia es que haya explotaciones más grandes.
-¿Esto influye en la calidad de la leche?
-Tenemos leche de máxima calidad, la mejor. Ahora ningún ganadero echa agua a la leche. Eso antes sí que ocurría, mucho. Estaba calculado y decían: «Un litro de agua en diez de leche no hay químico que detecte la adulteración». Al que le descubrían la trampa, le multaban y le dejaban de recoger la leche. En este contexto surgieron algunas queserías, para dar salida a esa leche. Ahora surgen porque no les pagan bien la leche y los quesos son un modo de dar valor añadido a la materia prima.
-¿También explica esto que ahora haya más ganado de carne?
-Efectivamente. Hay un trasvase lógico. Recuerdo cuando llegaron a Pontejos las primeras limusinas. Pero, como decía Gutiérrez Aragón, la mejor carne es la de una vaca machorra frisona.
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