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¿Se imaginan un acantilado de rocas separando las playas de Somo y Loredo? ¿Y el Puntal roto y convertido en una isla? ¿Y la Bahía de Santander innavegable por culpa de la acumulación de arena? Pues dentro de veinte años no hará falta imaginarlo. El Instituto de Hidráulica Ambiental de la Universidad de Cantabria (IH) calcula que ese paisaje distópico será real solo dentro de dos décadas, transformando por completo la visión que hoy tenemos de la bahía. Pero no será solo un problema ambiental, también tendrá fuertes repercusiones económicas, con el Puerto de Santander convertido en uno de los principales damnificados a causa de la falta de calado para que entren los buques de mercancías. Los mariscadores y los barcos de recreo tampoco lo tendrán mucho mejor si ese futuro perverso termina por hacerse realidad en tan poco tiempo. Y los científicos e investigadores del IH no tienen dudas de que lo hará si no se toman medidas urgentes.
A primera vista, este relato puede parecer catastrofista o exagerado, pero la realidad es que este fenómeno está ocurriendo realmente a la vista de todos los que paseamos a diario por la bahía. Y no hay mucho tiempo para revertirlo. «Estamos enzarzados en problemas menores cuando lo realmente importante es esto. Nos espera un final muy triste de la bahía si no hacemos algo rápido», alerta el director del IH, Raúl Medina. Casi con estas mismas palabras lo ha expuesto en las reuniones de la Mesa de la Bahía, un cónclave formado por todos las administraciones y organismos afectados en el que ya se trabaja para encontrar una solución a este problema y a otros muchos detectados en esta zona de la costa cántabra.
El Ministerio de Transición Ecológica, el Gobierno de Cantabria, el Puerto, los ayuntamientos de Santander, Camargo, El Astillero, Marina de Cudeyo y Ribamontán al Mar, Delegación de Gobierno y la Universidad de Cantabria a través del IH, que coordina el proyecto, forman este grupo de trabajo en el que están condenados a entenderse para salvar la ensenada.
La acción del hombre en la Bahía de Santander, con rellenos en zonas inundables, ha reducido a la mitad su tamaño y cambiado las corrientes y fuerzas de las mareas.
Las playas de Loredo y Somo pierden enormes cantidades de arena. La erosión en la primera alcanza una media de dos metros al año, mientras que en la segunda es de un metro.
Mientras tanto, el Puntal, que es la pieza principal e imprescindible de la navegación de la bahía, se alarga y estira. Ha ganado 500 metros en los últimos 40 años.
En solo 15-20 años, las playas de Somo y Loredo estarán separadas por un acantilado y el Puntal se romperá en esa zona señalada en la fotografía.
La ruptura del Puntal y las playas provocará que la arena de la bahía deje de dragarse de forma natural, se acumulará y hará imposible el marisqueo y la navegación, por ejemplo, de las pedreñeras.
El Puerto de Santander será uno de los grandes damnificados. El calado actual de 12 metros -era de 16 hace un siglo- se reducirá drásticamente y la actividad económica podría sufrir un fuerte impacto si no se hacen dragas continuamente.
El Puerto ya ha encargado al IH un estudio de posibles alternativas a ese futuro casi distópico y, al mismo tiempo, la Mesa de la Bahía, a la que se sientan ayuntamientos, Gobierno y organismos implicados, ya está buscando soluciones.
AUX STEP FOR JS
La primera pregunta que surge es cómo hemos llegado a esta situación. Y, evidentemente, no se trata de un problema que haya surgido hace dos días. Los continuos rellenos, sobre todo durante los siglos XIX y XX, para cerrar marismas consideradas insalubres o para crear suelos de uso industrial o agropecuario redujeron a la mitad el tamaño original de la bahía. Eso ha provocado cambios en las corrientes de agua y en el transporte natural de sedimentos. «Es como la respiración de un ser humano cuando aspira y expira. Si le quitamos un pulmón, le costará más y no moverá tanto aire. Pues lo mismo pasa en la bocana de entrada a la bahía», explica Medina.
La arena que se está acumulando, y que ya dificulta la circulación de las pedreñeras y ha reducido ostensiblemente el volumen de trabajo de los mariscadores, proviene de la erosión de las playas de Loredo y Somo. Aunque sea indetectable a nuestra vista, las fotos no engañan. Estos arenales están mermando cada año a pasos agigantados. El de Loredo, a un ritmo medio de dos metros anuales, y el de Somo, un metro. Al mismo tiempo, esto provoca el alargamiento y estrechamiento del Puntal a una velocidad de más de 10 metros al año. En los últimos cuarenta años ha crecido medio kilómetro. Para hacernos una idea, el atraque de las pedreñeras junto al chiringuito estaba en la punta del espigón en la década de los 70, muy lejos de su ubicación actual.
Raúl Medina
Director del IH
Si este proceso no se detiene, el IH calcula que en menos de dos décadas se separarán las playas de Somo y Loredo, que ahora se pueden recorrer juntas a pie, y entre ellas se levantará un acantilado de rocas. Uno de los mayores peligros estará en las viviendas de Somo, donde habrá que construir una escollera artificial para que el mar no se las trague. Poco tiempo después, en el plazo de unos pocos años, será el Puntal el que se romperá en una zona cercana al segundo chiringuito, separándose a su vez de Somo. Este evento será catastrófico para los usos humanos de la bahía.
El Puntal es el dique natural que configura el canal de navegación. De su equilibrio depende todo. Y si llega a partirse estarán en riesgo el ecosistema de la bahía –protegido como Zona de Especial Protección (ZEC)– y la locomotora económica de la región: el Puerto de Santander.
Medina explica que, en ese momento, el agua marina se colará detrás de las dunas y en lugar de un solo punto de entrada y salida de la ensenada –la actual bocana– habrá dos. Eso supondrá que las corrientes no limpien tanta arena del interior. «Y entonces, olvídate del surf en Ribamontán al Mar, del marisqueo, de las barcas pedreñeras y de la navegación de los buques hacia el Puerto», avisa el director del IH.
Con este panorama tan desolador en el horizonte más inmediato, la buena noticia es que ya existe un diagnóstico del problema y se está trabajando en las distintas alternativas para solucionarlo.
En primer lugar, la Autoridad Portuaria encargó al IH el pasado mes de diciembre un estudio que sirva de esqueleto para futuras acciones en la zona, porque los primeros síntomas ya se están sufriendo. El Puerto ya necesita dragar una vez al año el canal –de hecho, lo hará en los próximos días– para que los 13 metros de calado no se reduzcan aún más –hace dos siglos llegaba a los 16 metros–. Si se cumplen las previsiones del IH en la bahía, tendría que dragar arena, aproximadamente, dos veces al mes para que los buques pudieran seguir entrando, con el consiguiente daño económico. «Estamos preocupados. Hay que tomar medidas para garantizar el tráfico marítimo. Nuestro calado ya es de por sí limitado y nos condiciona mucho para que lleguen barcos más grandes. Tenemos que mantener el actual como sea», enfatiza César Díaz, presidente de la Autoridad Portuaria de Santander.
César Díaz
Presidente del Puerto
Será dentro de un año cuando el IH concluya este informe, con medidas concretas también para estabilizar el Puntal, como llevar los sedimentos de la draga anual a puntos concretos de la playa de Loredo para frenar la erosión. «No podemos perder ni un gramo de arena», subraya Medina, quien cree que también será necesario recuperar algunas de las zonas rellenadas de las marismas para potenciar la fuerza de las corrientes que entran y salen.
Otra opción sería recuperar arena en grandes cantidades de otras zonas y verterla en la playa de Loredo, pero eso cambiaría su fisionomía actual a cambio de retrasar el proceso de desgaste.
En cualquier caso, todas esas alternativas estarán incluidas también en el Plan de Gestión Integrada que preparan en la Mesa de la Bahía, aunque de momento solo acaban de terminar la fase de diagnóstico, con nueve retos marcados como prioritarios para la sostenibilidad del estuario.
Será clave en este proceso que todas las administraciones y organismos implicados vayan de la mano, aunque las soluciones puedan suponer más esfuerzo a unos que otros. «Sólo tendremos éxito si hay consenso», avisa Medina. Así que pase lo que pase, nadie podrá decir que no estábamos avisados.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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