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Alfonso Osorio, de orilla a orilla

Su contribución al cruce del río metafórico que separaba la dictadura franquista de la democracia es impagable

Domingo, 2 de septiembre 2018, 08:55

No es frecuente que, en España, los políticos que han tenido serias responsabilidades de gobierno escriban sus memorias. Y menos aún que cuando se deciden profundicen en lo sucedido. Por desgracia, muchos de los libros escritos por expresidentes o exministros son simples anotaciones de la agenda diaria, con leves comentarios y algunos chascarrillos introducidos por el 'negro' de turno. Precisamente por esta costumbre hispana, tan alejada del mundo anglosajón, sorprende el texto que nos dejó Alfonso Osorio y que tituló 'De orilla a orilla', una metáfora de la Transición.

El fallecimiento de Osorio, un cántabro excepcional, pone en valor ese libro, editado por Plaza&Janes en el año 2000. El político santanderino relata, con rigor, los acontecimientos que permitieron pasar de la orilla de la dictadura a la democracia. Un proceso que es ejemplo internacional de diálogo y entendimiento, lección que ahora, cuarenta años más tarde, comienza a ser cuestionada por quienes no vivieron aquella época y, en consecuencia, no comprenden el esfuerzo que supuso el cambio de régimen. El propio Osorio dice en la introducción de su libro: «Ésta no es la historia de la transición. Pero es la crónica de ésta desde mi punto de vista. Por lo tanto una visión parcial y necesariamente subjetiva pero al mismo tiempo verdadera».

Alfonso Osorio tuvo una trayectoria coherente, rectilínea y honesta. Desde su juventud estuvo junto a Ángel Herrera Oria cuando, el que luego fuera cardenal, era párroco en la santanderina iglesia de Santa Lucía. De él aprendió la importancia de los laicos en la Iglesia y, sobre todo, el enorme valor de los medios de comunicación. En su juventud se forjaron sus ideas democráticas enraizadas en la cultura cristiana de Europa.

Su carrera profesional y empresarial fue sobresaliente, pero siempre estuvo en política con el proyecto de que España dejara de ser un régimen totalitario e ingresara en el grupo de las democracias europeas. Pudo ser uno de los ministros de los gobiernos de Franco, pero no quiso colaborar en el mantenimiento de un sistema que frenaba la integración de España en el club de las democracias.

Sus puntos cardinales estuvieron claros y Osorio se mostró coherente con ellos: «Monarquía parlamentaria como sistema político para España, democracia plena con libertad de asociación y creación de partidos políticos, libertad sindical y un sistema social de protección de los más débiles, siempre en el universo liberal en lo económico».

Su pensamiento democristiano le alejó finalmente de la UCD, en la que Adolfo Suárez mantenía una línea más posibilista con acercamiento a la socialdemocracia y a planteamientos más heterodoxos. Cuando Suárez, al final de su primer Gobierno, le explicó que la UCD debía dar un giro a la izquierda, porque el futuro no estaba en la derecha, Osorio renunció a formar del nuevo Ejecutivo.

Su vinculación con Cantabria fue siempre absoluta. Todos los veranos venía a su casa de El Sardinero y se interesaba por lo que aquí acontecía. Estuvo abierto a prestar su colaboración con cualquier iniciativa que redundara en beneficio de su tierra. Es cierto que siempre mostró cierta reticencia hacia la constitución de la provincia de Santander en la comunidad autónoma de Cantabria –suya es la frase «Cantabria, de soltera Santander»– porque entendía que la actual región no tenía peso demográfico ni económico para funcionar como una región y que era mejor mantenerse dentro de la Castilla.

Su contribución al cruce del río metafórico que separaba la dictadura franquista de la libertad y la democracia es impagable. Ministro en el primer Gobierno de la monarquía, por expreso deseo del rey Juan Carlos I, y vicepresidente en el gabinete que lideró Adolfo Suárez, pudo haber sido presidente, ya que la elección estuvo siempre entre Osorio y Suárez. El propio Osorio recoge en sus memorias las conversaciones entre ambos en las que se intercambiaban frases como «Suárez for president» u «Osorio for president». De sus contactos y conocimiento salieron los nombres de la mayor parte de los ministros del primer gobierno de Suárez, así como la idea de la necesidad de reducir el número de formaciones políticas –mediante la unión de diferentes grupos afines– para evitar una España ingobernable.

Su proyecto de levantar una formación política con raíces claramente democristianas no llegó a cuajar, porque el partido inicial que se integró, como otros, en la Unión de Centro Democrático, no tuvo recorrido tras la consolidación del partido de Suárez como ente propio. La UCD optó, con un criterio más pragmático, por abrir su espectro hacia tendencias progresistas y ceder ante tesis socialdemócratas.

Pero una buena parte de la corriente ideológica que se extendió por toda Europa quedó en las señas de identidad del centro, la pieza esencial del proceso democrático español. Para valorar la aportación de Osorio nada mejor que recordar el chiste que corría por los mentideros madrileños, extendido por José Antonio Novais –corresponsal de 'Le Monde' en Madrid– que decía que el Gobierno era el de Osorio presidido por Suárez.

En el ámbito profesional fue persona ejecutiva, con ideas claras y con enorme capacidad para aunar voluntades. En lo personal, hombre de amistades sólidas, de palabra siempre sostenida y de una honradez a toda prueba. Osorio fue uno de los guías que condujo de una orilla a otra a los españoles en un momento en el cual los problemas políticos, las ambiciones personales y la crisis económica suponían serios obstáculos para no perecer en la corriente del río.

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