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Noche del pasado 1 de septiembre en la Baja Sajonia, al noroeste de Alemania. El lobo registrado como GW950m usa la oscuridad para colarse en ... un recinto bien vigilado y matar a Dolly, una poni que resultó ser, nada más y nada menos, que la mascota de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, desde hace tres décadas. Aquel lobo consiguió entonces más poder para cambiar voluntades políticas en Bruselas que ningún lobby o movimiento civil. El sacrificio de Dolly sirvió para que Europa empezara a coquetear con las posiciones que defienden Cantabria, Asturias, Galicia y Castilla y León, empeñadas en autogestionar la población de lobos que atacan al ganado frente a un grupo de diez países -entre ellos, España- que quieren una protección radical de los carnívoros pese a las protestas de los ganaderos.
Dos meses después de la pérdida de Dolly, el pasado noviembre, Von der Leyen escribió una carta a los diputados europeos en la que reconoció que «el impacto negativo de los ataques al ganado por parte de la creciente población de lobos es cada vez mayor». No en vano, el número de ejemplares en Europa superó el año pasado los 21.500. Y lo más importante de todo: la eurodiputada pidió «mitigar» el estatus de protección que la Directiva Hábitat concede a los carnívoros desde hace treinta años. Una declaración de intenciones que va en dirección totalmente contraria a la postura de la ministra española de Transición Ecológica, Teresa Ribera, que en 2021 cambió la ley nacional para ampliar la prohibición de cazar y matar lobos al norte de España.
La última visita de la consejera de Presidencia, Paula Fernández, a Bruselas hace diez días sirvió para confirmar este viraje de voluntades sobre la caza del lobo. La dirigente del PRC intervino en el Comité de las Regiones para pedir que se aplique el principio de subsidiariedad. «Las autoridades locales y regionales conocemos mejor que nadie el alcance de la situación. Sólo a nivel local somos conscientes del sufrimiento de los ganaderos y del impacto que los ataques de los grandes carnívoros tienen sobre el desarrollo de su actividad y sobre el futuro de nuestras zonas rurales», destacó Fernández.
Guillermo Blanco
Consejero de Medio Ambiente
Paula Fernández
Consejera de Acción Exterior
Una intervención refrendada en ese mismo momento por una decena de delegados de países como Italia, Francia, Rumanía y Austria, que ya el pasado septiembre pidió en el consejo de ministros de agricultura excepciones a la protección estricta de los grandes carnívoros. También apoyó la posición cántabra la delegación sueca, tan interesada en la problemática de la región que, después, su representante Pär Löfstrand se reunió en privado con la consejera para ampliar la información de lo que pasa aquí.
Allí, en Suecia, los lobos dominan la zona sur, se comen los renos y provocan que el ganado cambie de territorio al huir de ellos. Con el cambio a un gobierno conservador, los suecos han adoptado una estrategia radicalmente contraria a la española. De hecho, la pasada semana comenzó allí la mayor cacería de lobos de los últimos tiempos en Europa. Más de 200 cazadores entraron en los bosques cubiertos de escarcha de Gävleborg y Dalarna para matar a 75 ejemplares. Pero su objetivo es llegar a reducir la población de 300 a 170 en los próximos meses. Para hacernos una idea, en nuestro país hay casi 3.000 -diez veces más- y la protección es máxima.
Pero no solo España aboga por la prohibición de cazar al lobo. Hace solo dos semanas, doce de los ministros de Medio Ambiente europeos reaccionaron a los movimientos para rebajar el estatus de protección del lobo, e instaron a la Comisión a preservar su lugar como especie protegida. La carta fue promovida por el ministro eslovaco y coescrita por Bulgaria, Alemania, Grecia, España, Irlanda, Chipre, Luxemburgo, Austria, Portugal, Rumanía y Eslovenia.
El consejero Guillermo Blanco, responsable de la cartera de Ganadería, Pesca y Medio Ambiente, también ve ese «cambio» en la posición europea, pero como los estados son soberanos, cree que «hasta que no cambie la ministra de Transición Ecológica y venga otra con sentido común, seguiremos así».
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