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La polémica desatada en Cantabria sobre el calendario escolar ha venido siendo un asunto exclusivamente sindical-doméstico: en qué distribución temporal los empleados docentes deben atender a los estudiantes; en qué distribución los progenitores deben atender a su prole. Por tanto, la única pugna ... que hemos presenciado es la reñida entre el calendario que interesa al trabajador docente (es decir, a la mejor organización de su tiempo libre), y el que interesa a los hogares (a la mejor organización del tiempo libre de la unidad familiar). Currante versus contribuyente. De paso, o de peso, la pugna de los políticos socialistas por quitarle a Podemos base electoral entre el funcionariado docente: 'votorragia' que deja la rosa muy marchita al trasplantarla a una urna. Cuando el morado parece el nuevo rojo, cunde el pánico.
En ningún caso hemos asistido a un debate pedagógico, en el cual la distribución del tiempo fuese consecuencia de un plan de innovación para mejorar la forma en que nuestros jóvenes son educados. Es más, la primera experiencia arrancó amargas quejas de los estudiantes: los nuevos periodos estaban implicando más exámenes y más estrés que antes. Primera conclusión: el calendario no piensa en el alumnado, sino en sus padres, profesores y gobernadores. Si resulta bueno, será como el asno de Iriarte que sopló la flauta y se creyó músico: «Sin reglas del arte, / borriquitos hay / que una vez aciertan / por casualidad». Exijamos 'reglas del arte'.
Por otro lado, nadie dirá que, en un mundo con amplio y creciente acceso a las fuentes de información, las 'horas-pompis' del estudiante encerrado en un aula, correlativas de las 'horas-pizarra' de su docente, aprisionado también por el estado-patrón hasta que suena el canto liberador de la sirena, constituyen la variable fundamental. Dedicar mucho tiempo a materias memorísticas no parece justificado en tiempos de la Wikipedia y de YouTube (por mencionar sólo algunos websites, que los hay a montones y muy útiles). Aprender razonamiento matemático y expresión en la lengua propia y en otras sí que lo está, pero como persiste el odio/miedo a las matemáticas y a las lecturas obligatorias, nos lo tenemos que hacer mirar. Pocas lecturas 'obligatorias' se hacen con gusto; y la motivación es clave de la educación. Como decía el abad Mably ya en el siglo XVIII, 'pour instruire il faut plaire'. Se debe recordar siempre la idea de San Agustín sobre la oratoria: no hace falta que la llave sea de oro, lo que se necesita es que encaje en la cerradura. El Quijote no es para niños, salvo que les expliquemos a qué se dedicaban las alegres damas de la venta donde lo armaron caballero. Pues eso. La rima realmente consonante de 'lectura' es con la tercera acepción de 'hartura' (logro total de un deseo), no con la primera (hartazgo).
Tampoco sé por qué se considera satisfactorio un currículum al término del cual el estudiante medio no sabe nombrar ni la mitad de los árboles o pájaros que se encuentran en un radio de quinientos metros alrededor de su dormitorio; ni una décima parte de las especies que puede encontrarse en la playa o en el monte; ni sabe tocar en condiciones un instrumento musical o utilizar técnicas elementales como la acuarela o el acrílico en pintura, o fabricar un recipiente de cerámica con sus propias manos, o pegar un botón a la camisa, o hacer una paella. El egresado aprendió (¡y pronto olvidó!) los afluentes del Tajo por la derecha y por la izquierda, y alguno puede que, arrebatado por tan excelsa enseñanza, acabe de funcionario de la Confederación Hidrográfica del Tajo. Pero ignora realidades jurídicas fundamentales de derecho civil, penal, constitucional, mercantil, laboral: lo básico para andar por la vida como ciudadano avisado.
Entre lo más sangrante, quizá, está el no saber bien inglés después de asistir a clases desde los 3 hasta los 16 años. En 13 años, podría hacerse uno hasta doctor en Lenguas Extraterrestres Comparadas.
En España generalmente sólo hablan inglés fluido quienes lo han aprendido fuera de la escuela y han sobrepagado por ello. Así pues, ¿qué contenidos y métodos se supone que estamos endiñando a las fechas del dichoso, por gozoso, calendario?
Y un apunte añadido: en un universo laboral amenazado al mismo tiempo por la robotización y por la escasez de muchos perfiles profesionales, Cantabria no presta la necesaria atención a la formación profesional (no ya de los jóvenes, sino la de todos, el 'longlife learning'), lo cual además de reducir las posibilidades de vida autónoma de las generaciones nuevas, es un creciente hándicap para el desarrollo empresarial de nuestra comunidad. ¿Entre qué días libres colocaremos esto de 'vida autónoma' y 'desarrollo empresarial'?
Conclusión final: mi calendario escolar será, sencillamente, uno en el que los profesores cántabros tengan mucho más tiempo libre para enseñar mejor a sus alumnos, sin estar sometidos al reglamentismo de Lodes, Loes, Loces, Lomces y demás absurdas y burocráticas 'LO's', maquinadas por la organización Spectra en sus cavernas ideológicas de diestra y siniestra, aparentemente rivales, pero profundamente solidarias. Los estudiantes, liberados del tonelaje del boletín oficial, sentirán genuino interés y les resultará indiferente permanecer más o menos horas en el centro educativo. Si más, con mucho gusto. Si menos, porque el resto del día seguirán buscando por sí mismos. Los de FP aprenderán en las propias empresas, que recibirán mayores créditos fiscales por su labor docente. Y los adultos notaremos más ansias de actualización.
En cuanto a las familias, se reconciliarán con cualquier horario que haga a sus hijos más felices y sabios (aportarán más espíritu positivo en casa); y, en lo referido a los aspectos prácticos de las horas sueltas, bastará con votar para alcaldía o presidencia a alguien que comprometa actividades deportivas y culturales en cantidad y calidad suficientes para la demanda existente (no toda la conciliación hay que enchufársela al profesorado).
En vez de discutir el tiempo libre, discutamos la libertad del tiempo; en vez de organizar la reclusión y mantener rutinas antiguas, organizar la libertad y ser contemporáneos. Liberemos a estudiante y docente del ordenancismo. Entonces surgirá por sí mismo un calendario para educar, y no un mero almanaque para fichar.
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