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Con un tercio del año ya hecho -incluyendo Semana Santa y el puente de mayo- en el turismo rural de la región dicen que la cosa va «bien», pero con la boca pequeña. «Bien, pero notamos algo de flojera». Vamos, que con la cantidad de ... gente que ha venido en las fechas festivas a Cantabria -que ellos mismos confirman que ha sido mucha- el sector siente que no ha salido «bien parado». Al menos, no proporcionalmente. «No ha ido mal, pero se perciben signos, avisos, amenazas que hacen que no estemos satisfechos del todo», apunta Jesús Blanco, presidente de la Asociación de Turismo Rural de la región. ¿Qué piensan? Que detrás de esa ocupación que se les escapa están las viviendas de uso turístico. «Está inundado. Todo se alquila. Todo se dedica a esto». En la mayoría de los casos, dicen, ilegalmente. Y en los pisos legales, «con claros agravios».
En el habitual reportaje de los balances tras la Semana Santa -o en el que se publicó ayer mismo sobre el puente-, a Blanco no le sobró euforia. Se notaba. «En Cantabria ha habido mucha gente. Eso es una obviedad. Y nosotros hemos tenido buena ocupación en los apartamentos rurales, pero en lo que es casonas, posadas, hoteles o casas rurales no ha sido como en años anteriores. La Semana Santa no fue un lleno y ahora ha estado un poco flojo. Y el resto de semanas, malamente. Así vamos». Esa tendencia es la que esperan, de hecho, de cara al verano. «Que irá bien, seguro, pero sin más». Sin grandes datos e, incluso, en ligera caída. Y ahí está justo ese «destello», la «amenaza» que detectan en el horizonte de sus negocios.
«Hay otros, pero lo de las viviendas de uso turístico es el gran problema. En Santander, en las ciudades, pero también en los pueblos. Están por todas partes. En Santander, por ejemplo, hay 6.000 pisos turísticos y, dados de alta en el registro, un 10%. Así que ves que está lleno de gente por la calle y gente que va con maletas. Es así. Pero muchos duermen ahí. Se quedan y no van a un pueblo, a un alojamiento rural, no disfrutan de los jardines, de los valles, de la naturaleza...». El asunto, a su juicio, no es una cuestión de simple elección. Tiene que ver con el agravio, con una competencia en la que, denuncian, no todos juegan con las mismas cartas. Primero, «porque esa oferta -legal o ilegal- aparece en las mismas plataformas de promoción y de venta que los hoteles o las casas rurales». Unos al lado de otros. Y, más allá de que «hay un número inmenso de alojamientos en situación ilegal», los que están legales, critica Blanco, «se amparan en un decreto en el que todo son facilidades para darse de alta». «Les piden menos cosas que a nosotros en nuestros negocios». Menos normativa, menos requisitos, menos obligaciones y menos impuestos.
Jesús Blanco
Presidente de la Asociación de Turismo Rural
«No es un problema sólo de Cantabria», matiza el presidente del colectivo (que cuenta con unos «trescientos socios y aumentando»). De hecho, asegura que ya hay zonas en España que se están planteando prohibiciones o que las han puesto ya en marcha. Tan grave es el problema que el próximo día 12 van a albergar en Colindres el IV Foro Nacional de Turismo y Despoblamiento Rural y van a dedicarlo, en buena parte, a este asunto con distintos expertos a nivel nacional. Todo, con unas elecciones a la vuelta de la esquina en la que esperan también respuestas de los partidos políticos.
-¿Hay, de todos modos, un exceso de oferta de alojamientos en Cantabria?
-¿De cuál? Si todo se alquila. Cualquiera tiene un piso en su mismo edificio que se alquila así. Cualquiera tiene un vecino que lo alquila. Todo se alquila, pero no todos pagan lo mismo. Claro que hay un exceso de oferta, pero por esto, que es lo que se ha disparado. Incluso, en la pospandemia, están creciendo a más ritmo que antes. Está inundado. Y de turismo rural hace años que ya no se abre casi nada. Lo que ha aumentado claramente es este fenómeno.
Preguntado por el seguimiento, por el control que se hace desde las administraciones, Blanco explica que «para que lo persigan hay que denunciarlo». Y reconoce que, si bien tuvieron etapas en las que inundaron de denuncias y rastreos a las autoridades, ahora «se ha dejado un poco». «Hay tantos, que tienes la sensación de que estás matando moscas a cañonazos. Además, con la pandemia lo dejamos un poco de lado porque tuvimos que centrarnos en otras cosas». Dicho esto, desde la Asociación de Turismo Rural son conscientes de la necesidad «de plantear acciones». Volver con las denuncias o asumir otro tipo de medidas. «Si no pagan a Hacienda y no necesitan cumplir los mismos requisitos que nosotros, tal vez nosotros tampoco deberíamos pagar y cumplir con las normas», ironiza Blanco.
Las expectativas quedaron bien arriba. Aquello de que los turistas buscaban en Cantabria «lugares poco masificados, al aire libre, naturaleza, sin aglomeraciones». Justo las mayores virtudes del turismo rural. Y no es que fuera mentira. Sucedió con el covid. Trabajaron bien tras tiempos complicados. En las primeras salidas tras los confinamientos, los alojamientos rurales ganaron protagonismo y dejaron un buen recuerdo entre los que visitaron la región. «La gente nos buscaba, buscaba específicamente nuestros alojamientos. No se confundían. No se metían en pisos ni en una habitación. Y es verdad que pensamos que podía convertirse en una tendencia y tener continuidad. Pero realmente ha durado poco. El covid ya se olvidó y volvimos rápidamente a lo nuestro», resume el presidente de la asociación regional, que insiste en la proliferación de pisos turísticos, precisamente, tras la pandemia (como si ese proceso hubiera, incluso, favorecido el fenómeno).
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