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Brotes psicóticos en niños, un incremento preocupante de tentativa de suicidios en adolescentes, comas etílicos reiterados que esconden más que el exceso de una tarde-noche de desenfreno prejuvenil, crisis de ansiedad, episodios de agresividad en el entorno familiar, consumo abusivo de sustancias... El ... goteo de urgencias pediátricas por estas causas ha alcanzado un nivel que alarma a los profesionales sanitarios. «Cada vez nos llega un mayor número de casos, cada vez más graves y a edades más precoces», advierte la psiquiatra Beatriz Payá, coordinadora de la Unidad de Psiquiatría y Psicología Infantil de Valdecilla, que desde que se abrió en 2015 asiste a un crecimiento «preocupante» de ingresos hospitalarios. «De los 20 que tuvimos el primer año pasamos a los 43 de 2016. Y esa cifra se volverá a doblar este año. La demanda hospitalaria se está disparando», afirma.
Esta problemática «se nota sobre todo en las urgencias», hasta el punto de que la consulta de alta resolución habilitada en Valdecilla hace dos años, con el objetivo de «resolver la lista de espera de salud mental, mediante una intervención rápida que permita una primera aproximación al problema en plena crisis», ha aumentado su actividad un 50%. «De las 723 consultas atendidas en 2015, el primer año de su puesta en marcha, a las 1.300 de 2016», apunta la psiquiatra. Una realidad que, a su juicio, «pone de manifiesto que antes había una patología grave que no salía a la luz. La demanda estaba ahí pero no se atendía o igual se atendía desde otros recursos, como servicios sociales. Pero lo cierto es que asistimos a un aumento de casos graves».
Así lo confirma también María Jesús Cabero, coordinadora de Urgencias pediátricas de Valdecilla: «Nos llama mucho la atención el alto porcentaje de adolescentes y preadolescentes con tentativas de suicidio, algo a lo que no estábamos acostumbrados. A esto se suman las urgencias por consumo de tóxicos (alcohol y drogas) e incluso derivadas del uso excesivo de tecnologías, así como problemas que tienen su origen en dificultades familiares», como maltrato, procesos traumáticos de divorcio, patología psiquiátrica en los padres... Pediatras y psiquiatras comparten su «gran preocupación» por esta problemática social que «debería alarmar a toda la sociedad», apostilla Cabero.
«Muchas veces los trastornos de estos pacientes responden a problemas emocionales sin diagnosticar», apunta Payá. «Llegan a urgencias con conductas autolíticas, ingesta abusiva de alcohol y otras sustancias, o alteraciones de comportamiento que reflejan situaciones de estrés en su ámbito cercado que están pasando desapercibidas». Por eso, subraya que «es muy importante la detección por parte de los pediatras de Atención Primaria y de los educadores», dos ámbitos desde los que «debería vigilarse la salud de los adolescentes».
En definitiva, se trata de identificar el problema cuando se dan las primeras alertas, antes de que sus consecuencias acaben estallando. Y aquí el planteamiento de Payá casa con la reivindicación manifestada la semana pasada en el congreso nacional de pediatría extrahospitalaria celebrado en Santander: la necesidad de aumentar la vigilancia del adolescente, ya que «justo en la edad más crítica» pierde la continuidad de la atención del pediatra para pasar a depender del médico de familia. Salvo en Cantabria, única comunidad que aumentó la edad pediátrica hasta los 16 años, en el resto ese cambio llega a los 14 años, cuando la pediatría lo que propone es su ampliación hasta los 18.
Episodios psiquiátricos graves, derivados desde Urgencias, atendió la consulta de alta resolución de Psiquiatría infantil de Valdecilla el año pasado, frente a los 723 del ejercicio anterior.
Los profesionales sanitarios llaman la atención sobre el aumento de urgencias de adolescentes y preadolescentes con tentativas de suicidio, abuso de alcohol y drogas y cuadros psicóticos.
11.268, consultas atendió la unidad de salud mental infanto-juvenil del área de Santander en 2016.
Payá está «totalmente de acuerdo» con esa demanda porque «el pediatra es quien mejor puede detectar los cambios en la personalidad del menor, por ser quien mejor le conoce». No obstante, la psiquiatra defiende que «la mayor sensibilización social y la especialización de los profesionales mejora la atención temprana. Las patologías mentales más graves tienen que ver con factores genéticos. Por ejemplo, en casos de autismo o retraso cognitivo grave, los síntomas se puede apreciar en el primer año de vida, por alteraciones en el desarrollo cerebral temprano». Sin embargo, añade, «asistimos a problemas de conducta que pueden ser reflejo de factores ambientales (existentes en el entorno de ese niño) como estrés, acoso, maltrato... y que «pueden ser prevenibles. Ahí se abre una ventana terapéutica que permite detectar desencadenantes de patología mental futura».
Dentro de los diagnósticos más graves en la infancia destaca la psicosis, «incluso antes de los 12 años, aunque son poco prevalentes». Sobre este tema versó la ponencia que ofreció Beatriz Payá el viernes en el marco de las XII Jornadas Científicas de la Fundación Alicia Koplowitz, en Madrid. «Los estudios indican que los niños que desarrollan una psicosis demuestran signos a lo largo de su desarrollo, incluso en las primeras etapas de la vida (tardan en andar, en hablar, presentan problemas de aprendizaje, de sociabilidad...). Se ha visto que la psicosis es un continuo que va desde signos tempranos, por una desviación anormal en el desarrollo del niño, favorecido por la interacción de factores ambientales (una patología familiar, un trauma, abusos, bullying...). Tener un problema en el desarrollo les pone en una situación de mayor riesgo, digamos que una cosa lleva a la otra. De ahí la importancia de detectar esas señales de alerta, para identificar trayectorias de niños en mayor riesgo de desarrollar psicosis, una de las patologías que más atendemos, junto con trastornos emocionales graves que acaban en conductas autolíticas y consumo de sustancias».
Aunque en el último plan de salud mental (2015-2019) se reconocía «la sobrecarga y que los recursos eran deficitarios», la psiquiatra sostiene que «la sensibilidad por parte de la Administración y de la jefatura del servicio de Psiquiatría de Valdecilla ha permitido ampliar la red pública». Así, en 2015 se puso en marcha Unidad de Salud Mental infanto-juvenil de Laredo, «lo que favoreció una atención más cercana a los pacientes de este área. Ese año se incorporó un nuevo psiquiatra a Valdecilla (al frente de la unidad de hospitalización), y desde hace unos meses se ha reforzado con otro el equipo de Torrelavega, que también tenía una gran sobrecarga asistencial. Todo ello ha supuesto un avance importante en la atención de la patología mental en los menores, mayor cercanía y facilidad de acceso, con lo que conlleva de calidad de vida para las familias», destaca.
Pero aún así, los datos demuestran que no es suficiente, que la problemática llama a «mejorar la prevención primaria, con un modelo de actuación conjunta entre profesionales de Sanidad, Servicios Sociales y Educación. Un plan para la atención al adolescente basado en esas tres patas, que en algunas comunidades ya existe, sería un primer paso. Y ese puzzle debería completarse con la coordinación con las asociaciones de familiares».
La puesta en marcha en Valdecilla de la unidad de hospitalización para menores con problemas psiquiátricos dentro del servicio de Pediatría «ha evitado las derivaciones que hasta entonces se hacían fuera de Cantabria». No obstante, admite la psiquiatra Beatriz Payá, «existe la necesidad de mejorar la calidad en la asistencia porque tenemos poco personal».
Payá apuesta por «la creación de nuevas unidades de hospitalización parcial dentro del propio hospital, que favorezcan la intensidad del tratamiento. Un recurso intermedio que mejoraría la calidad de vida y evitaría la institucionalización». Yparece que hay «buena disposición por parte de la Administración». En la actualidad, para los casos de hospitalización de larga duración o patologías crónicas, el Servicio Cántabro de Salud tiene concertadas dos camas con Padre Menni.
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