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La decisión de regular el uso de teléfonos móviles en los centros educativos no ha sido bien recibida, en general, entre los alumnos. «Es injusto e inútil», coinciden muchos. Solo hace falta darse una vuelta por los alrededores de los institutos cuando suena el timbre ... que indica el inicio del recreo. Las puertas de los centros se llenan de jóvenes que lo primero que hacen es sacar el móvil del bolsillo. «Lo usamos siempre», cuenta una chica del IES Miguel Herrero (Torrelavega).
Muchos de los institutos ya prohibían los móviles en las clases, pero ahora el 100% de los centros cántabros ha tomado medidas para regular su uso en el aula, algo que ha podido conocer la Consejería de Educación a través de un sondeo con 281 centros educativos. Por su parte, los alumnos dejan ver que la realidad está en ocasiones muy lejos de cumplir con las nuevas regulaciones: «Toda la vida se ha hecho igual. Se supone que el móvil nunca se ha podido utilizar en clase, pero todos lo sacamos a escondidas y lo vamos a seguir haciendo». Otra idea que se repite en un recorrido por varios centros de la región.
Respecto a las consecuencias de ser 'pillados', depende. «A nosotros nos sancionan con un parte», reconoce Yeray, alumno del Miguel Herrero. Añade también que varía mucho en función del profesor: «Algunos son más permisivos que otros». Sin embargo, Julia, del IES Nueve Valles (Reocín), asegura que sus profesores «no se están a quitar móviles». «Todo el mundo está con el teléfono en el recreo. En clase también lo sacamos sin que se dé cuenta el profesor, aunque lo saben perfectamente». Además, Julia confiesa que muchas veces son los propios maestros quienes piden a los alumnos que utilicen el teléfono «para sacar una foto a la pizarra». «No tiene sentido que unas veces sí, y otras no», concluye. Y es que todos los estudiantes preguntados coinciden en que se les debería de permitir el uso de dispositivos con fines educativos, algo con lo que también está de acuerdo el Consejo Escolar del Estado. «Muchas veces tenemos dudas o queremos buscar información y no tenemos cómo hacerlo. Es necesario y hay que saber adaptarse a los nuevo métodos», dice Paul, alumno del IES Besaya. Diego, del mismo instituto, reconoce que le parece una medida «injusta». «Durante toda la Secundaria nos decían que cuando cursáramos Bachillerato nos dejarían el teléfono y, ahora que hemos llegado, la realidad es otra. Me da mucha rabia». De «injusticia» también habla Martina, del Verdemar (Santander): «Yo lo llevo encima porque en el colegio hablo con mi madre constantemente y le comento todo lo que me pasa. A mí que nos lo quiten no me parece bien».
Marina, del Besaya, dice que hay que tener en cuenta los motivos personales: «Hay mucha gente que trabaja o que tiene familia enferma. Creo que en ese caso es necesario». Esta norma también entra dentro de lo planteado por el Consejo, quien aboga por mantener los dispositivos apagados durante la jornada lectiva, salvo «excepciones personales».
Lidia y Paola, alumnas del Miguel Herrero, hablan de «confianza»: «Si confiaran en nosotros no lo usaríamos todo el rato para entrar en Redes Sociales. A la mínima nos quitan el móvil y tener que sacarlo a escondidas es peor. Deberían de ser un poco más permisivos. Al menos, en lo que a temas educativos se refiere».
En septiembre, la Consejería incluyó en las instrucciones de inicio de curso –un documento que guía y compromete a los centros educativos– una recomendación para prohibir el uso de los móviles en colegios e institutos. Según el sondeo realizado por Educación, más de la mitad de los centros educativos ya ha prohibido el uso del teléfono únicamente en el aula, permitiendo su uso en los pasillos y el recreo. Sin embargo, son muy pocos los que han optado por una prohibición total.
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