«Son alumnos con experiencias de fracaso que pueden volver a creer en sí mismos»

Ese aumento tuvo reflejo en las aulas. A la Unidad Técnica de Atención a la Diversidad y la Convivencia que Martín dirige dentro de la Consejería de Educación y FP han llegado estos meses «multitud» de consultas de colegios, escuelas e institutos que su equipo ha ido atendiendo con las herramientas a su alcance, consciente, al mismo tiempo, de que la complejidad de algunos casos demandaba una solución más concreta, diferente. «Entonces pensamos: tenemos que diseñar algo que dé una respuesta adecuada a este incremento exponencial de los casos», evoca. Y así, con la pandemia como «detonante», este pasado mes de septiembre ha visto la luz el nuevo Aula Educativa y Terapéutica de Cantabria, «un nuevo recurso del sistema educativo que nos permite responder de manera oportuna; nos permite dar una respuesta que en los centros era inviable».

El Aula, creada gracias a un «convenio inédito» con la Consejería de Sanidad, se pone al servicio de los alumnos «con necesidades educativas especiales y con trastorno mental grave» que no puedan seguir las clases en su centro habitual. Durante un tiempo, en el Aula se les procurarán formación y herramientas para que el regreso a sus centros educativos y a sus rutinas lo hagan con «más seguridad».

Ubicada en el colegio Jesús Cancio de Santander, con pupitres, pizarras o «espacios para la calma», el Aula parece abrir sus puertas en un momento clave. El covid ha acelerado la casuística de los trastornos –hasta un 47%, según un informe del Grupo de Trabajo Multidisciplinar sobre Salud Mental en la Infancia y Adolescencia–, pero a la vez ha situado ese asunto en el centro del debate, desde los titulares de prensa hasta la tribuna del Congreso. Ha cobrado visibilidad, despojado ya de algunos tabúes y omisiones, pero aún falto de recursos.

Por eso esta Aula. «Cuando supe que se ponía en marcha, me pareció una maravilla. Es un paso adelante», dice su directora, Ainoa Sainz-Pardo, ahora inmersa, junto con su equipo, en la fase de arranque. «Queremos hacerlo bien», insiste, y eso implica explicar con detalle a la comunidad educativa y a la sanitaria en qué consiste el nuevo recurso, cómo tendrán que acordarse las derivaciones o qué dinámicas se seguirán. Por el momento, el Aula no cuenta con alumnos –hay todo un proceso de validación previo que lleva su tiempo–, pero «estamos preparados para empezar», apunta Martín.

Características

El Aula Educativa y Terapéutica está divida, a su vez, en dos: una para menores de 6 a 12 años, y otra de 12 a 16, recogiendo así todo el periodo de escolarización obligatoria. En cada una está previsto un máximo de diez alumnos, que seguirán un horario lectivo «al uso», pero siempre adecuado a sus necesidades, indica Martín.

Cuenta con once profesionales. En la parte educativa, que costea la Consejería de Educación, hay dos especialistas en pedagogía terapéutica, un maestro de educación física –«la conexión con el cuerpo es importantísima»–, dos auxiliares técnicos sociosanitarios, una orientadora –un enlace clave con la parte sanitaria– y dos profesores de ámbito: uno impartirá conocimientos sociolingüísticos y el otro, los científico-tecnológicos. Mientras, un psicólogo, un profesional de la Enfermería y un psiquiatra interconsultivo (una «figura de referencia» que no estará necesariamente en el Aula, pero participará en las labores de coordinación y asesoramiento) conforman la parte clínica, financiada por Sanidad, y que trabajará al alimón con la educativa.

La idea es prestar una «atención individualizada» a cada alumno: «Cada uno de ellos tendrá un plan personalizado que se revisará periódicamente, también con el centro de referencia. Porque la meta es que el alumno vuelva a su centro», recuerda la responsable de la Unidad de Atención a la Diversidad y la Convivencia.

Si bien todo quedará sujeto a las necesidades del estudiante, la idea es evitar estancias muy largas –se plantea un curso escolar como máximo– y trabajar en el regreso al colegio o instituto de referencia. Ese trabajo se hace con el menor, pero también con sus profesores y con su familia. «Se va a cuidar tanto la incorporación al Aula como su reincorporación al centro», expone Sainz-Pardo. Ofrecer a los chicos nuevas estrategias y confianza en ellos será crucial. «Son alumnos que acumulan muchas experiencias de fracaso, pero que pueden volver a creer en sí mismos y seguir adelante. Ellos y sus familias», agrega la directora.

Derivaciones consensuadas

El acceso al Aula Educativa y Terapéutica está sistematizado. De inicio, lo principal es agotar todas las medidas ordinarias que el colegio o el instituto tenga a su alcance. En caso de optar por una derivación, será una «decisión conjunta» del propio centro y de la Unidad de Salud Mental Infantojuvenil que luego pasará por una comisión de valoración en la que estarán representados la inspección educativa, la unidad que dirige Martín y especialistas educativos y sanitarios. «Esta comisión valora si es el recurso más idóneo para el alumno» y decide, en última instancia, su incorporación al Aula.

El modelo cántabro se mira en el vasco, donde el recurso lleva tiempo implantado. Hace un par de semanas se reunieron los especialistas de ambas comunidades para intercambiar experiencias. Marisa Belaustegui, al frente del centro de atención educativa, hospitalaria y domiciliaria de Vizcaya, desplegó sus conocimientos en el encuentro. El Aula, indicó, pensada para esos momentos donde se conjugan la «dificultad» para seguir las clases y para la convivencia en el centro de referencia, es una forma de que el alumno «se mantenga en el sistema». «Son estancias intensivas con mucha coordinación y profesionales. Se trabaja también con las familias y con el centro. El objetivo es que se reincorporen, que sigan en el sistema educativo», explicó.