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La celebración del Día de Cantabria atrajo hasta Cabezón de la Sal a numerosos visitantes, quizás con mayor presencia de turistas de otras regiones que de personal autóctono: sin duda, las nubes que cubrieron el cielo durante buena parte de la mañana hicieron que ... muchos cambiasen la playa por el interior.
Después de dos años de pandemia que limitaron los festejos, la villa cabezonense pudo volver a disfrutar de su fiesta a lo grande, con mucho público y gran animación en sus calles.
Entre el gentío, muchos paseaban vestidos con trajes tradicionales, no solo los más puristas, que participaban en la exhibición y las actuaciones: la buena salud del folclore regional se palpaba en las decenas de mujeres y niñas que paseban por allí ataviadas con la falda de montañesa.
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Un gran número de puestos ofrecía productos propios de la gastronomía de la región, demostrando que las especialidades van más allá de los sobaos y las anchoas. En otros, la estrella era la artesanía ligada a la tierra, con cevillas, varas y cachavas e incluso cuernos de tudanca para que quien sepa los haga sonar.
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