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Muchos de ellos son trabajadores autónomos -aunque no todos- y no sólo luchan contra el olvido de la Administración central a su sector, sino que, además, se han convertido en héroes anónimos de una pandemia que, sin ellos, dejaría desabastecido al mundo rural. Se la juegan día a día por sus clientes, la mayoría de avanzada edad y sin posibilidad de trasladarse a una gran superficie. El comercio ambulante siempre ha sido un sector de primera necesidad, un servicio público para la Cantabria rural y vaciada. Ahora, con la pandemia lo son mucho más.
Jorge Diego entrega su pedido a Fidel Guerra, vecino de Mogrovejo. Es miércoles y toca subir con la camioneta de Congelados Egea (empresa para la que trabaja) a Liébana donde sus clientes habituales le esperan puntualmente. A sus 53 años, Diego, corraliego afincado hace años en Santander, lleva más de tres décadas recorriendo no sólo la Cantabria rural, sino también parte de Vizcaya y el norte de Burgos. Su trabajo consiste en ser tendero ambulante, un oficio que pasa desapercibido en tiempos de calma, pero que ahora se aprecia más si cabe.
«La mayoría de la gente es muy mayor, no tienen coche y, o bien se lo traen los hijos, o lo llevamos nosotros. Y es que si no hacemos el servicio pasarían por necesidades», explica. Respecto a la nueva situación con la pandemia, Jorge Diego explica que hay zonas con más respeto que otras al 'bicho'. «Hay casas en las que te tiran la bolsa por la ventana del miedo que tienen, aunque nosotros vamos muy protegidos por ellos», apostilla.
jorge de diego, vendedor de congelados
La relación que mantiene con sus clientes la califica de «familiar», porque «les coges mucho cariño, y ellos a ti, y duele no poderles estrechar la mano», insiste. «Ahora, cuando llegamos, la gente te da las gracias y están saliendo a comprar incluso aquellos que antes no lo hacían», señala. «Y cuando se te avería la furgoneta están preocupados por si te ha pasado algo», añade.
En la otra punta de la región está Jesús González. Él es un panadero campurriano, de Nestares representante de la empresa Reinopan en el municipio de Campoo de Enmedio. Su empresa lleva treinta y cinco años llevando el pan por toda la comarca. Con su furgoneta Jesús llega hasta los hogares y cumple su rutina diaria de entregar el pedido en la bolsa. Explica que, ahora, con la pandemia encima, «la gente cuando nos ve tiene miedo, se protege». Él también lo hace por ellos y por sí mismo porque hay que seguir adelante. «Estamos obligados a llevar guantes y mascarillas por si acaso» incide. Su jornada comienza cuando todo el mundo duerme, al filo de las 03.30 de la madrugada y «a las nueve» inicia el reparto. Jesús, cuyo trabajo ahora ha bajado algo por el cierre de restaurantes, también considera que su labor, ahora más que nunca, «es un servicio público», en el que le acompaña un equipo de profesionales de nueve personas.
jesús gonzález, panadero y repartidor
En los valles pasiegos, en Vega de Villafufre, está Jesús María Rodríguez. Hace tres años que este autónomo, de 52 años, montó un pequeño negocio de venta de piensos, flores y plantas de temporada para las huertas así como artículos para animales pequeños. Su empresa se llama Agrofauna Pasiega y reparte su género a domicilio por toda la cuenca del Pas y parte del Pisueña, ahora es una época fuerte de trabajo para él porque sus clientes son ganaderos y agricultores locales. «Trabajamos telefónicamente y vamos si nos llaman. Antes la gente venía aquí a la tienda porque en esta zona les gusta ver el genero, pero ahora lo que intentamos es que no vengan y se lo acercamos a sus domicilios», explica.
En la calle, Jesús describe un ambiente de «miedo» al presente, pero también al futuro. «Notamos a la gente algo asustada por este tema, sobre todo las personas mayores, pero también vemos a la gente desesperanzada porque no les parece suficiente lo que se está haciendo, sobre todo a nivel económico. Hay mucha incertidumbre sobre lo que va a pasar», dice. «Quiero transmitir mi solidaridad con los autónomos que, como yo, están abiertos, trabajando y al pie del cañón, que también tiene su mérito», concluye.
Jesús María Rodríguez, Vendedor de piensos y plantas
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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