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Amelia Tiganus habla con la crudeza de la experiencia propia. La violaron en grupo en su Rumania natal cuando tenía 13 años, la vendieron a un proxeneta español por 300 euros y «sobrevivió» al sistema prostitucional durante cinco años en más de 40 burdeles de ... todo España. Ahora no se anda con medias tintas y lanza mensajes contundentes para concienciar sobre la abolición de la explotación sexual. Compara los clubs de alterne con «campos de concentración», rechaza la visión «romantizada» de la prostitución y la define como «un desconocido que te suda encima y te penetra por boca, vagina y ano», además de insistir en que «no es lo mismo fregar que ser la fregona» para rebatir a las voces que se refieren a la prostitución como un trabajo.
Este miércoles, Tiganus ha llevado su discurso como superviviente, «pero sobre todo como experta», a las jornadas sobre Trata y Explotación Sexual celebradas en Santander, donde ha desgranado varios puntos en torno a una misma idea: «La prostitución es violencia sexual y un billete no exime de responsabilidad, sino que es la prueba de la coacción económica de ese encuentro».
AMELIA TIGANUS
Su discurso interpela directamente a los hombres y sus «privilegios»: «No todos hacen uso de la prostitución, pero todos saben que la tienen a su alcance». En sus charlas siempre dice que los «puteros» son hombres de derechas, izquierdas, jóvenes, mayores, sindicalistas, empresarios… Y que todas esas diferencias se borran de un plumazo cuando cruzan la puerta del burdel. Entonces se convierten en «hombres que no admiten un 'no' por respuesta y compran el 'sí' con un billete». En esa idea se detuvo para insistir en cómo algunos hombres tienen «esa percepción de que se merecen ser cuidados, que pueden acceder al cuerpo de las mujeres para conseguir placer sexual, aunque sea de forma unilateral».
Y aprovechó el contexto de guerra en Europa para resumir cómo funciona el control del cuerpo de las mujeres: «Donde hay guerra hay un puticlub para contrarrestar el enloquecimiento que produce matar o morir. Así tienen a sus propias esclavas para sentir ciertas migajas de poder y canalizar su ira y frustración».
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También hubo espacio para los datos. Recordó la cifra del CIS de que «cuatro de cada diez hombres» en España reconocen haber pagado por sexo e insistió en que la trata mueve en el país «5 millones de euros al día» como muestra del entramado del crimen organizado que hay detrás. Y tiempo para replicar a aquellos que apelan a la libertad individual: «Si tan maravillosa fuese la prostitución y tanta pasta se gana, los hombres estarían allí y nos dejarían a las mujeres los puestos políticos, de poder o en el Ibex».
La activista por los derechos de las mujeres y autora de 'la Revuelta de las putas' está convencida de que a las «putas se nos fabrica» y establece una clara correlación entre las violaciones en la adolescencia y la explotación sexual: «Se nos hace entender desde bien pequeñas que nuestra sexualidad es una moneda de cambio para sobrevivir, para conseguir afectos». Amelia regresa a su propia experiencia para explicar el relato común de las supervivientes cuando consiguen salir del sistema prostitucional: «Estaba tan asustada que tenía miedo a la luz, a las risas de los niños, a las miradas de las personas. El mundo en el que yo había vivido no era el real, era una rueda de destrucción y aniquilación. Cuando salí, empecé a trabajar como camarera, veía a los puteros tomar el vermú con sus familias y paradójicamente la avergonzada era yo, no ellos», explica para ejemplificar cómo se llega a «culpabilizar» a las mujeres de la violencia que sufren.
En su intervención criticó la falta de legislación en España y reclamó una ley integral abolicionista que garantice los derechos de las mujeres en situación de prostitución con ayudas económicas, psicosociales, de vivienda y formación, y que además «persiga y castigue a los puteros considerándolos agresores sexuales», como ya hace Suecia desde 1999 con el modelo nórdico. Este país fue pionero en el abolicionismo al prohibir la compra de servicios sexuales y sancionar a compradores y proxenetas hasta con penas de cárcel en los casos más graves. Esta legislación también descriminaliza a las mujeres en situación de prostitución y se les ofrece ayuda y alternativas, al tiempo que se fomenta la educación sexual para que las nuevas generaciones rechacen el consumo de prostitución. Precisamente, en este punto también hizo hincapié Tiganus: «El sexo nunca es solo sexo. La sexualidad nos atraviesa, implica emociones, razón y cuerpo. No podemos despersonalizarlo. No significa que tenga que ser amor para toda la vida, pero sí reconocer a la otra persona como un sujeto», zanja con cierta emoción para remarcar el mensaje que subyace en cada palabra de la hora y media de charla: las relaciones deben ser deseadas y no solo consentidas.
El abolicionismo pone el foco en el comportamiento de los consumidores de prostitución y proxentas. Suecia es el referente de este tipo de legislación, donde se prohibe la compra de servicios sexuales y se persigue a los compradores con multas y sanciones que pueden suponer hasta la cárcel en los casos más graves. También se descriminaliza a las mujeres en situación de prostitución y se les ofrece ayuda y alternativas, además de fomentar la educación sexual y concienciación sobre la violencia.
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