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«Me han amenazado con un hacha en el apeadero de Valdecilla, me han agredido dos grafiteros en los talleres de la antigua Feve, me han tirado piedras en Cajo y me han pegado un bofetón y una patada en Los Corrales». Es el 'curriculum' ... de agresiones que ha soportado ya M.L. desde que es vigilante en instalaciones ferroviarias, un problema que avanza sin freno y que hoy ha llevado a los agentes de seguridad a manifestarse a las puertas de la estación de Santander. Con pancartas exigiendo 'el cumplimiento de los derechos del sector' y un 'basta ya de agresiones' secundado por una veintena de profesionales, algunos llegados de otros servicios -como el aeropuerto o la cárcel de El Dueso- para apoyar las reivindicaciones de los «peor parados» del oficio de la seguridad privada en Cantabria, los que trabajan para los operadores ferroviarios, que soportan frecuentes ataques por parte de los que tratan de colarse sin billete y además cuando no están en las mejores condiciones para hacer frente a estos peligros. No les facilitan equipos de protección individual (EPIs) y llegan a trabajar «estresados, quemados y cansados» por un loco sistema de organización que contempla 64 turnos de trabajo distintos para una plantilla de 19 personas y porque se enfrentan a sanciones «desproporcionadas» si no actúan.
Cuentan su experiencia facilitando sus iniciales para evitar problemas con sus empresas, las adjudicatarias del servicio de seguridad de Renfe y Adif. Con un salario base de 944 euros al mes, que aumenta algo con las horas extra y las nocturnas, muchos se han comprado con su dinero chalecos anticorte y antitrauma, «500 euros ha costado el mío», cuenta uno, «yo lo he comprado de segunda mano, próximo a caducar, por 200 euros», explica otro. No es algo superfluo en un puesto de trabajo que ha visto aumentar las situaciones conflictivas en los últimos tiempos en la región. En dos meses, los representantes sindicales cuentan al menos cuatro episodios graves con un saldo de cinco vigilantes heridos (uno de ellos dos veces).
Los casos que relatan han sido estos:
-15 de marzo, en el apeadero de Valdecilla. Un vigilante esperaba al tren para interceptar a un joven que se había colado en Bezana. Se situó en los tornos y, al verlo, el chico se escabulló por el vallado de las obras del recinto. Cuando el agente salió tras él, el joven le tachó de «racista, dándole después un puñetazo». La Policía conoce al chico, protagonista ya de otros casos similares.
-30 marzo en los talleres de reparación de la antigua Feve, en la calle Jerónimo Sainz de la Maza. Tres guardias de seguridad resultaron heridos al intentar retener a dos grafiteros, un incidente que movilizó a una decena de vigilantes y policías nacionales. Tres agentes acabaron en el hospital con heridas de diversa consideración.
-13 de abril, en la estación de tren de Santander (la antigua Feve), dos menores se colaron y cruzaron las vías sin pasar por los tornos para subirse al tren con destino a Astillero. El vigilante se metió en el convoy para pedirles el billete y al obligarlos a bajar acabó recibiendo «un puñetazo en las costillas».
-26 de abril, en la estación de Santander (esta vez la de Renfe). Un joven de 19 años protagonizó un violento altercado cuando fue sorprendido intentando colarse. Primero agredió al vigilante, luego a los policías que acudieron al lugar y, a continuación, se ensañó con el coche patrulla que se lo llevaba detenido y se lió también a patadas con la puerta de las dependencias policiales.
«Antes estos hechos eran aislados en Cantabria y se consideraba un riesgo inherente a la profesión de la seguridad privada, pero ahora son cotidianos», indica Jorge Fernández, el coordinador delegado de la Federación Cántabra de Alternativa Sindical, convocante de la protesta de esta mañana, que espera que, después de este acto, puedan avanzar en el diálogo con las empresas adjudicatarias de la seguridad y con 'el cliente' -Renfe- «para tratar de encontrar soluciones». Tales soluciones pasarían por establecer un protocolo de actuación al que puedan aferrarse los vigilantes, ya que, ahora, no está claro su cometido y dicen que asumen cuestiones que no les competen, «como pedir el billete a los viajeros o informar de horarios a los usuarios», cuenta uno de los convocados. Exigen, también, los EPIs para todos, «ya que, hasta ahora, solo nos han dado guantes anticorte» y que el plus de peligrosidad en las nóminas lo cobre toda la plantilla, «no solo unos cuantos, generando diferencias en un equipo que trabaja en el mismo puesto». Otra lucha del colectivo se libra a nivel nacional, y es la consideración de 'agente de la autoridad', como ya consiguieron los médicos y los maestros. «Lo que no tiene sentido es que un médico si tiene un problema llame al vigilante, cuando éste no es autoridad. Es incongruente. Necesitamos esa protección para la profesión», comenta Fernández.
«A nivel legal somos ciudadanos corrientes. Yo si tengo un enfrentamiento en el trabajo y hago una herida a otro, puedo perder el trabajo porque me quedarían antecedentes penales. No gozamos de una categoría que ampare nuestra labor», explica uno de los agentes de seguridad, que alude a compañeros de profesión en Barcelona expulsados de sus empresas al haber sido grabados reduciendo a viajeros por posible desproporcionalidad en el ataque sufrido y el infligido.
«A mí esta noche me toca turno», explica S.F., «y a saber lo que me encuentro, con una mierda de defensa que llevamos que no sirve para nada». «Estamos vendidos», resume T.G. «El 'cliente' se debe de pensar que somos Geos. Y si no actúas, sanción a nuestra empresa que, a su vez, nos sanciona a nosotros», comentan tras la pancarta, en la que denuncian el incumplimiento de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales por tener que ir desprotegidos a enfrentarse a saber a quién. «A mí me sacaron un hacha, a ese le abrieron la cabeza a pedradas y aquel otro ya no tiene ni pelo de las piedras que le tiraron», dice M.L.
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