El amor en los tiempos del coronavirus
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Estimado Pedro Sánchez: esta carta de hoy también es para ti. Sabemos que eres lector de prensa y que prefieres el tuteo, más cercano. Nos tratas de «vosotros y vosotras» en tus mensajes. El mío es breve: presidente, abrevia, por favor. Nos has tenido más de una hora delante de la pantalla para decirnos que el estado de alarma durará más allá de abril. La razón la subrayaste: «Estamos ante la gran crisis de nuestras vidas». Te expresas bien. Y es importante que nos cuentes lo que quieres transmitir, pero aún lo es más que respondas a lo que necesitamos saber. Esto último es parte de nuestro trabajo, y ahí tienes que mejorar. Enviamos preguntas para ti y para tus ministras y ministros, y vuestros gabinetes las seleccionan y las filtran, y no hay modo de repreguntar. Por eso los periodistas del grupo Vocento, al que pertenece El Diario, hemos decidido dejar de participar en lo que ya no son ruedas de prensa, sino ruedas de molino con las que no podemos comulgar.
Regreso con ustedes. Si no les trato de «vosotros y vosotras», como el presidente, no es por falta de empatía o de confianza. Al contrario. Es una fórmula de respeto, porque no sé qué edades y costumbres tienen. En lo particular soy bastante de tutear, así que el que lo prefiera que se dé por tuteado y cambie mentalmente el «ustedes» por «vosotros».
Comienza a hacer bueno ahí fuera. Cada vez puntúa más aguantar confinados. Son días propicios para desempolvar viejos ejemplares de nuestras librerías, y aquí desempolvar sí es término preciso y literal. He dedicado un rato al entretenimiento de buscar títulos relacionados con pandemias y confinamientos. Aún no he localizado 'La Peste' de Albert Camus. A saber en qué estantería se camufla. Sí he dado con 'La montaña mágica', de Thomas Mann. Mucho más rápido ha sido encontrar 'Ensayo sobre la ceguera', de José Saramago, y, de paso, otras dos novelas del nobel portugués que se ajustan al contexto: 'Ensayo sobre la lucidez' y 'Las intermitencias de la muerte'. Pero estaba más a mano 'El amor en los tiempos del cólera', de Gabriel García Márquez. Y se me ha ocurrido preguntarme por el amor en los tiempos del coronavirus.
No sé si saldrán más rupturas que enlaces de esta reclusión social. Parece más probable lo primero. En China ya hay estudios que confirman que se han batido récords de divorcios después del encierro. Es lo esperable. Si el roce hace el cariño, la convivencia mata el amor. Al menos el romántico. ¿Hay espacio para romances en el aislamiento? ¿Dónde surge la ocasión? ¿De ventana a ventana? Pongamos que empiezas por fijarte en el de al lado mientras aplaudes. «No está mal», piensas de tu vecina o tu vecino. Y ya no fallas en la cita colectiva de las ocho. Por supuesto renuncias al chándal y al pijama. Entablas conversación. «Anda que, siendo del mismo portal, y tiene que venir un mal bicho a presentarnos». «Ya te digo».
Y cada día, un paso más. «¿Te gusta el vino?». «Me encanta». «Pues tengo una bodeguita maja en el trastero. Te voy a dejar una botella en la puerta. ¿Qué te parece si salimos mañana a la una y brindamos de balcón a balcón?». «Buena idea. Pues mira, yo te voy a dejar en una bolsa el libro del que hablamos». «¿El de Saramago?». «Eh... No. El de García Márquez». «¡Ah! Muchas gracias».
No sé si me lo creo. ¿Dónde puede saltar la chispa? ¿Paseando al perro? Quita. ¿Hablando a tres metros de distancia y bajo la vigilancia de los censores de ventana? Así no hay quien se enamore. ¿Entre médico y policía? ¿Entre paciente y enfermero? Casos se han dado, y no siempre en el cine. ¿Por videoconferencia? Difícil, al menos si me guío por las de El Diario: todos con estos pelos y con la ropa de andar por casa... Sin tiempo para nada. Contentos si todas las parejas asentadas que ya teníamos siguen igual de bien cuando acabe esta cohabitación intensiva. Cruzo los dedos.
¿Y por internet? Más fácil, ¿no? Quién sabe si los chats ya bullen de emparejamientos diferidos. «La verdad es que me ayuda mucho hablar contigo». «Ya tengo ganas de que acabe esto para que nos veamos en persona». «A este paso, ya seremos viejos». «Si hay otra prórroga, me salto la cuarentena».
Acabaremos por enterarnos. Pero lo que encaja en los tiempos del coronavirus es cultivar el amor propio, el amor al prójimo y el amor a los animales. Y permanecer atentos para que nadie sufra más de la cuenta de puertas para dentro, para que la violencia que se esconde dentro de muchos hogares y que puede exacerbarse en estas circunstancias no acabe por sumar más víctimas a las del SARS-CoV-2, sobre todo después de que en Cantabria no haya habido un solo muerto por el patógeno en 24 horas. Ahora que hay tanto censor y delator, ahí tienen en qué concentrar su vigilancia.
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