Ampros se convierte en Fundación para seguir creciendo como empresa social

No cambian ni su misión ni sus valores ni sus fines. Su director-gerente Roberto Álvarez lo explica de esta manera: «Para seguir dando servicios necesitamos seguir creciendo e invirtiendo y esto significa que necesitamos mecenas. Y al mecenas le gusta más tratar con una Fundación. Ya somos demasiado grandes» y continuar como asociación «empezaba a sonar raro». Los socios tradicionales de Ampros «pierden capacidad política» con la modificación (antes tenían derecho a voto en las asambleas y con la Fundación no lo tendrán), pero «ganan en contar con una dirección totalmente profesionalizada».

Al dar este salto, la última junta directiva de la asociación ha tomado estatus de primer patronato de la Fundación y Carmen Sánchez seguirá como presidenta. Este patronato estará siempre integrado en un 50% por representantes de las familias. El 50% restante podrán ser personas de reconocido prestigio social o científico.

Álvarez subraya que esta conversión es una tendencia generalizada en el Tercer Sector y que, para Ampros, «este era el momento». «Somos una de las entidades cántabras con más plazas concertadas con la Administración» y los proyectos por delante son de peso, caso de una residencia para 40 personas en El Alisal (con una inversión de cuatro millones de euros). La importancia de estos números ha sido vital para tomar la decisión.

La organización, nacida en 1965, arrancó gracias a un grupo de familias que inicialmente buscaba una escolarización adecuada para sus hijos con discapacidad. Poco a poco Ampros se desarrolló en otras muchas direcciones. Tras lo formativo vinieron los desafíos laborales, los centros especiales de empleo, las prestaciones (como las viviendas tuteladas) y la diversificación con las tiendas de productos ecológicos, las guarderías o los catering, por citar solo algunas de sus ramificaciones.

Álvarez cree que el momento de inflexión para esta clase de asociaciones se dio hace casi 20 años, en 2006, con la Ley de Dependencia. Hasta entonces, cuando una persona quería ser objeto de atención por parte de la entidad «lógicamente debía ser socio». Pero la citada norma provocó una universalización de los servicios y «aparece el concepto de plaza pública y concertada» que, al tiempo, hizo retroceder el número de partícipes.

«Hace 20 años podíamos tener unos 2.000 socios. Ahora teníamos unos 650, porque para utilizar nuestros recursos ya no hace falta asociarse». Esto hay que verlo unido a otro fenómeno: con el paso de los años, los miembros de la ONG original han ido desapareciendo y «a las últimas asambleas aparecían 35 personas, el 3%» del censo.

En los tiempos en que se fundó Ampros, además, «quien sabía de discapacidad eran las familias. Pero ahora, quien sabe son los profesionales», añade el gestor, que apunta que «todos estos factores nos fueron convenciendo de que era necesario otro modelo de gestión, que se ha reforzado mucho, pero también un marco jurídico más eficaz». Según señala, el cambio se ha explicado a los socios a lo largo de los dos últimos años, al tiempo que se iban adaptando los estatutos para la mutación. Este viaje se acaba de concluir: Ampros, que empezó modernizando su imagen en 2010 con la marca De Personas, ya figura registrada oficialmente como Fundación. Otro primer paso para seguir escribiendo su historia de éxito.