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Víctorino Martín García (Madrid, 4 de octubre de 1961) es uno de los baluartes de la tauromaquia, tanto a nivel interno como externo. En Las Tiesas pastan las reses más icónicas del campo bravo de los últimos 50 años y, además, es la cara visible ... de la entidad que hace frente a los ataques externos contra el mundo del toreo.
-La Fundación del Toro de Lidia que usted preside encabeza la cruzada del mundo rural contra la amenaza del animalismo. ¿Cuáles son las principales amenazas del animalismo contra el mundo rural y contra la sociedad civil?
-La amenaza es cambiar toda nuestra relación con los animales. Es intentar prohibir que no se utilicen los animales absolutamente para nada e igualar al hombre con ellos. La amenaza es total, de destrucción y de cambio de paradigma. Lo que nos ha hecho ser como somos es el humanismo. Y el animalismo es el final del humanismo. Y significaría que el hombre se igualaría con los animales y no se podrían utilizar absolutamente para nada. Ni para la alimentación, ni para vestimenta, ni para ocio, ni para avances científicos, para experimentación, para nada. Entonces sería una amenaza total y absoluta. Es un disparo al corazón del mundo rural.
-¿Es la tauromaquia la que encabeza el frente de batalla ante ese animalismo?
-Sí, yo creo que sí. La tauromaquia es un símbolo totémico para ellos. Es el primero que han querido atacar y nos hemos convertido en punta de lanza de la lucha contra ellos. Además, el animalismo no es un movimiento cándido, ni un movimiento espontáneo. No, no, el animalismo está muy bien financiado. Nosotros hablamos de la industria animalista, tiene detrás de él lobbies muy potentes que inyectan anualmente cantidades vergonzantes de dinero.
-La Fundación del Toro de Lidia que usted preside está muy pendiente de todas las amenazas externas contra la tauromaquia ¿En algún momento se va a meter en los problemas internos como piden algunos aficionados?
-De momento no. De momento es imposible porque los ataques más feroces, los más peligrosos, vienen de fuera. Todo es mejorable, todo se puede cambiar para mejorar, pero yo pienso que tampoco tenemos capacidad para ocupar todos los frentes. En estos momentos, tenemos que centrarnos en las amenazas más importantes.
-Usted como ganadero y como presidente de la fundación del Toro de Lidia tiene que lidiar con las administraciones. ¿Cuáles son las principales trabas que tienen?
-El mundo del toro ha sido la gran cenicienta para las administraciones públicas de los últimos 40 años. Es la única industria cultural en la que los poderes públicos no solamente no le han aportado ayuda económica, sino que se han beneficiado de ella. Entonces, el problema que tenemos muchas veces es el desconocimiento que tienen del sector y de lo que representa, es una seña identitaria nuestra. Y por supuesto, no hay que olvidarse de la labor que hace el ganadero de bravo, en el mundo de la industria, en el mundo rural y para conservación de los espacios naturales.
-La Copa Chenel, los circuitos de novillada... la Fundación del Toro de Día está muy implicada también en la realización de festejos. ¿Cuáles son los próximos pasos a dar para la promoción de la tauromaquia?
-De momento queremos ir ampliando lo que estamos haciendo, en el Instituto Juan Belmonte, en la creación de capítulos regionales y en concienciar a la sociedad de lo importante que es para el mundo rural y la sociedad en general la tauromaquia.
-La ganadería de Victorino Martín es el principal exponente de las ganaderías bravas en España. ¿En qué momento se encuentra ahora?
-Venimos de un 2023 histórico, con una regularidad y un nivel de nuestros toros muy alto. Se encuentra en un gran momento. Pero aquí no hay que dormirse en los laureles, el ganadero trabaja a largo plazo y el que se relaja lo puede pagar.
-Dureza frente a toreabilidad. ¿En el término medio está la virtud?
-El toro bravo de verdad lo tiene todo. El toro bravo es duro, vende cara su vida, pero cuando le torean y le hacen las cosas bien, responde. Yo creo que ese es el secreto. La bravura es un concepto que engloba muchas virtudes, engloba prontitud, fijeza, acometividad, duración o humillación. Y también tiene que tener nobleza. La nobleza es una parte de la bravura. Cuando se le hacen las cosas bien y el toro responde y se entrega, surge la magia de la tauromaquia. Sin embargo, cuando hace las cosas bien y se come al torero, eso no es la tauromaquia.
-Como dice la canción del anillo. ¿Y Cantabria para cuándo?
-Para mí, Cantabria es como mi casa. En la década de los 2000 y parte de los años 90 hemos venido durante 20 años de forma ininterrumpida y hemos sido un poco el pilar de esta feria de Santiago. Yo aquí me siento querido, pero ya no está en alcance de mi mano, eso ya son cosas de los empresarios y de la gente que administra la plaza.
-Los grises de Albaserrada funcionan, pero tiene en casa además reses de otros encastes. ¿Es la pelea de un romántico?
-Estamos luchando con ello. Lo que llamamos encastes son razas en sí mismas por la distancia genética que hay entre ellas, el toro de Lidia tiene más de 25 o 30 núcleos en peligro de extinción, núcleos genéticos, que no tienen ninguna protección del Estado. La obligación de la gente que amamos el toro y que tenemos capacidad para ello es ayudar a que esos núcleos se conserven. Y los 'patas blancas' de Monteviejo son un ejemplo de eso, como lo fueron los victorinos en su día. Los victorinos están vivos porque hubo un loco romántico que se llamaba Victorino Martín Andrés que hizo una labor de reconstrucción de una ganadería que iba al matadero.
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