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Cantabria registró un 18% menos de precipitaciones durante el último año hidrológico, que terminó el pasado 30 de septiembre. Han sido doce meses más secos de lo normal -se compara con el promedio del periodo de referencia 1991-2020-, y con mucha variación entre ... puntos de observación, según explica el delegado territorial de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), José Luis Arteche. En el conjunto de España, las precipitaciones se redujeron en un 12%.
El año hidrológico no coincide con el natural. Su inicio se fija el 1 de octubre, justo después del verano, la estación más seca y con menos precipitaciones en la mayoría del país, y desde ese momento comienzan a registrarse tanto las lluvias caídas como el agua almacenada. Al elegir estas fechas se puede contabilizar todo tipo de precipitaciones, incluso la nieve, esperando a que esta se derrita y acabe en los embalses para incluir esa aportación en el cálculo final.
En Cantabria, para la zona de Liébana el año hidrológico resultó bastante seco, con déficits de hasta el 30%, como el observado en Piñeres (Peñarrubia), o el -22% de Tama (Cillorigo de Liébana); también se notó la disminución de lluvias en la comarca de Campoo, con un 20% en Mataporquera y un 14% menos en Castrillo de Valdelomar (Valderredible). El bajón también se dejó sentir en áreas más húmedas, como por ejemplo en Cabuérniga, que vivió su segundo año hidrológico más seco en tres décadas, con un 26% menos, solo superado por 2017. En las zonas de costa se produjo una menor variación respecto a esos años de referencia, con una caída media cercana al 10%.
553 litros acumulados se recogieron en la estación de Tama (Cillorigo de Liébana).
1.345 litros cayeron durante el año hidrológico en Bareyo, una de las zonas más húmedas.
Hay que tener en cuenta que el porcentaje de déficit de precipitaciones se establece en relación a los valores considerados normales en la zona; por otro lado están las mediciones de lluvia efectuadas por los observatorios durante los doce meses: en Cabuérniga, localidad antes citada, se recogieron 983 litros, cerca del doble de las lecturas de Tama (553) y Mataporquera (563), donde la caída porcentual fue menor. En Torrelavega se acumularon 1.087 litros, 1.094 en Santander, 1.265 en Altamira (Santillana del Mar); cayeron 1.279 en Villaverde de Pontones (Ribamontán al Monte) y 1.345 en Bareyo, entre otros puntos.
Es una verdad de Perogrullo señalar que hay zonas de Cantabria donde llueve más, pero no siempre se mantiene la misma proporción, como apunta Arteche. «Hay otoños e inviernos donde, si domina el sur, hay más agua en Campoo y menos en la costa; si es norte, se nota más en los valles atlánticos y la montaña oriental. Depende del carácter del año. En este no ha habido un matiz muy nítido: ha habido viento del sur, pero también ha habido meses en los que ha llovido mucho en el sur y otros en los que lo ha hecho más en zonas de influencia atlántica. Lo que ha distinguido a este año es que ha sido muy caluroso, debido al aire de procedencia sur -no suradas-, de origen sahariano. Ha entrado mucho, ha habido poca actividad de viento y eso ha hecho que la atmósfera se caliente», explica.
Ante el riesgo de que la memoria engañe, se puede repasar el año hidrológico mes a mes: la conclusión es que no hay una estación seca y otra húmeda claramente marcadas. Febrero, marzo y abril fueron muy secos, y en cambio llovió en junio y más incluso en agosto. «Lo que está claro es que los meses muy húmedos son menos que los muy secos», indica el responsable de la Aemet.
Se prevé que el otoño sea cálido y más bien húmedo, pero en los primeros compases de la estación -y del nuevo año hidrológico- no han hecho aparición las lluvias de forma generosa. «La predicción a un mes tampoco anuncia grandes precipitaciones, pero vamos a confiar en que sean más abundantes de lo que anuncian los modelos», confía.
Para Arteche, de lo que no hay duda es de que algo está cambiando en el clima, y que el hombre es el responsable, aunque no todos los fenómenos atmosféricos puedan atribuirse a ello. «El Panel de Cambio Climático (IPCC) está avisando de que puede haber menos lluvias, y que estas se concentren en episodios tormentosos, que haya trombas, como hay en algunos sitios del mundo. Pero toda la vida ha habido trombas: ahora, en esta época que empieza en España, deberían dominar los ábregos; que en verano y otoño se produzcan aguaceros en Levante es lo normal. A mí lo que me parece de preocupar es que se dan muchas efemérides, sobre todo en el siglo en el que estamos: ha habido años calurosos, meses calurosos, pero últimamente se registran muchas efemérides. Eso significa, y el IPCC apunta a ello, a que asistiremos cada vez con mayor frecuencia a episodios extremos. Esto no quiere decir que ya no vuelva a hacer frío, pero sí que la temperatura media está subiendo».
«Lo que está sucediendo no ha ocurrido nunca, que el calentamiento global se deba a la acción humana no ha ocurrido nunca. ¿A dónde vamos? El Panel de Cambio Climático nos lo está señalando. La ciencia ya lo ha dicho. Lo ha dicho todo», concluye Arteche.
El volumen de agua embalsada en el pantano del Ebro es actualmente de 112,1 hectómetros cúbicos, lo que representa un porcentaje del 20,7% de su capacidad (puede llegar a almacenar 540,6 hm3). El nivel es incluso más bajo que el que marcaba el año pasado por estas mismas fechas, cuando se encontraba a más del 27,3%, con 148 hm3. Las diferencias son aún mayores si se compara con la cantidad media de agua embalsada durante esta misma semana en los últimos diez años, en los que el pantano ha estado casi a la mitad de su capacidad.
La escasez de precipitaciones en la zona del embalse y la inexistencia de corrientes de agua con aportaciones importantes son la causa de que los niveles se estén manteniendo tan bajos. La aportación del desnieve resulta fundamental para que el pantano recupere el volumen de agua que ha venido manteniendo en los últimos tiempos, pero el último invierno, con escasas precipitaciones, no ayudó a remontar la situación.
La escasez de agua en toda la cuenca obligó a tomar medidas a la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) para hacer frente a una sequía extraordinaria. Desde el mes de abril se limitó a la mitad la dotación de agua a los regantes y se instó a ayuntamientos y otras entidades locales a realizar mejoras en las redes de abastecimiento para evitar pérdidas y gestionar mejor el agua. Estas actuaciones han hecho posible que la situación, aunque todavía comprometida, haya mejorado en la cabecera de la cuenca, donde se sitúa el embalse del Ebro, cuyo índice de escasez se encuentra ahora en nivel de alerta. Recientemente, ha sido necesario activar el Bitrasvase del Ebro para asegurar con el pantano el suministro de agua a Santander. Se da la circunstancia de que este año ha sido uno de los que menos agua del embalse ha necesitado la capital, gracias a las lluvias caídas durante el verano. La previsible llegada de precipitaciones en las próximas semanas permitirá a la ciudad dejar de recurrir a él.
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