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En medio siglo, 2.165 estudiantes cántabros se han beneficiado de las becas de la Fundación Botín, cuyo objetivo es apoyar la formación superior del alumnado con los mejores expedientes académicos.
El programa se ha construído sobre el pilar de «localizar y apoyar el talento ... de la región, que es capaz de generar progreso y desarrollo social».
Algunos de sus becarios más destacados han hecho balance en estas páginas de lo que ha significado el acceso a la beca en sus respectivas trayectorias profesionales. Todos coinciden en que, «además de la ayuda económica, ha sido un elemento motivacional que nos animaba a esforzar más».
Los becarios de la Fundación Botín han sentido «respaldados por una institución tan prestigiosa» y en todos los casos, ser becario tuvo «mucho peso en el currículum», siendo una ayuda en los procesos de selección. Cuando se lanzaron las becas en 1972, era la única basada en criterios de excelencia académica. «Era un reconocimiento al esfuerzo», apuntan los becados.
De las 39 becas que se van a conceder en la convocatoria abierta, 23 van dirigidas a estudios universitarios en Cantabria y 16 a otras universidades para estudios que no existan en la región.
Roberto Ontañón - Director Museo de Prehistoria
Doctor en Historia por la Universidad de Cantabria, Ontañón obtuvo seis becas de la fundación a lo largo de sus años de formación académica. Tres de ellas durante la carrera (1985) y tres para sus estudios de postgrado (1994), que una parte, los cursó en París.
«Asimismo, me ayudaron a publicar mi tesis doctoral y años después me distinguieron como 'becario del año', en 2008. Me han ayudado un montón y les estoy muy agradecido», destacó el investigador. Durante su trayectoria, Ontañón a colaborado con seminarios, visitas y conferencias sobre su especialidad en la Fundación Botín y en varios proyectos. «El último proyecto en el que hemos colaborado, la exposición 'Picasso ibero', ha sido un hito importante en mi carrera profesional», señaló Ontañón.
Leticia de Cos - Conservadora Museo Thyssen
«Abrí el sobre con la carta de que se me concedía la beca y fue una gran ilusión para toda la familia», recuerda Leticia de Cos, que ha desarrollado casi toda su vida profesional como conservadora en Museo Nacional Thyssen-Bornemisz. Recién licenciada trabajó en varios museos por Europa, en Alemania, Austria y Bélgica. Después hizo un máster de gestión cultural en la Universidad Ortega y Gasset. «Para acceder al máster jugó a mi favor haber sido becaria de la Fundación Botín», explicó de Cos. «La beca ha sido fundamental en mi vida profesional porque su presencia en el currículum, cuando aquello era papel, está muy valorado». De Cos añadió que «no son tantas las becas en determinados sectores como el cultural, donde no hay muchas ayudas. Es muy de agradecer este apoyo a la formación de los jóvenes».
Recibió la beca para estudiar Historia en la Universidad de Cantabria en 1999. «Esta beca era la única en aquel momento que se centraba en el expediente académico, este era el único criterio. Tenía ese sabor diferente de ser un reconocimiento al esfuerzo».
Sara Huete - Artista
«La carta llegó un verano a casa y mi padre, que fue quien me animó a que me presentara, estaba súper contento», explica la artista Sara Huete, que inició sus estudios de Filosofía en la Universidad de Santiago de Compostela en 1976. Contó con la beca durante los cuatro año de carrera.
«Fue una tranquilidad económica para poder vivir fuera de casa en una pensión y costearme los viajes de vuelta a casa. No me puedo imaginar esta oportunidad académica sin la beca», asegura.
En aquellos años de estudios fuera de casa, en una pensión, Sara destaca que el respaldo de una institución prestigiosa le animaba a seguir estudiando. «Contar con la beca era también era una exigencia para mantener el nivel del expediente y me hacía esforzarme más para no perderla». Ha sido funcionaria del Ayuntamiento de Santander trabajando en centros culturales y bibliotecas. En paralelo, ha desarrollado una reconocida carrera artística de manera autodidacta. «Esta beca siempre forma parte destacada de mi bagaje al estar muy reconocida».
Rafael Tejido - Gerente Hospital Valdecilla
Rafael Tejido residía en Reinosa, por lo que estudiar en Santander implicaba muchos gastos para una familia numerosa de cuatro hermanos. Decidió intentar optar a las ayudas de la Fundación Botín para no abnadonar su idea de estudiar Medicina. Hoy es el director del Hospital de Valdecilla.
Cuando era estudiante y se debatía sobre su futuro profesional, le llegó la carta que le informaba de que le habían seleccionado como becario: «Estaré eternamente agradecido a la Fundación Botín porque era una importante ayuda económica. Además, para mi es un motivo de orgullo; ser becario Botín es sinónimo de buen estudiante».
A Tejido le concedieron la beca en 1982 para estudiar Medicina, «cumpliendo un sueño e iniciando una vocación». Además, gracias a su expediente académico, conservó la ayuda durante toda la carrera. «Se trata de una beca ligada exclusivamente al mérito académico. Las notas mandaban, necesitabas un buen expediente para poder mantener la ayuda. Un motivo más, y bastante importante, para estudiar fuerte».
Miguel Ángel Aramburu - Catedrático de Historia del Arte
Nació en una familia más que numerosa: Los Aramburu eran 10 hermanos y muchos de ellos destacaban por sus expedientes académicos, pero financiar tantas carreras universitarias no era accesible para todos los bolsillos. El papel de la Fundación Botín fue clave en esta casa, donde la mitad de los hermanos contaron con beca durante su acceso a la universidad.
«Vengo de una familia en la que se apostó claramente por la educación de sus hijos. En casa siempre hubo ambiente de estudio, pero mi padre era funcionario, así que para financiarlo solo era posible con becas», explica Miguel Ángel Aramburu, Catedrático de Historia del Arte.
Cada hermano eligió su camino entre diferentes ciencias: física, arqueología o psicología. «La beca fue inmejorable y nos permitió estudiar fuera de casa». Miguel estudiar en la Universidad Autónoma de Madrid.
Ser becario de la Fundación Botín era «al mismo tiempo, una exigencia y te obligaba a esforzarte más. Siento todo el agradecimiento del mundo hacia porque nos permitió ser lo que hoy somos».
Miguel Crespo - Arquitecto
«La beca para mí fue un reconocimiento de que estaba haciendo lo correcto, y me hizo confiar en que se pueden conseguir los objetivos que uno se marca», explica Miguel Crespo, uno de los fundadores del estudio de arquitectura Zooco, que ha recibido numerosos premios internacionales y nacionales, incluídos entre los 100 españoles más creativos en el mundo de los negocios por la revista forbes en 2020.
Crespo fue becario en el año 1998 para estudiar Arquitectura en la Universidad Politécnica de Madrid. Era un estudiante destacado, con un 8,98 de media, pero las matemáticas y lo artístico: dibujo, pintura, era lo que más le divertía y le llevó hacia la arquitectura.
Considera el apoyo de la Fundación Botín, «una buena forma de valorar el esfuerzo e invertir en valores que van a llegar de vuelta en la sociedad y una buena manera de intentar mejorar la sociedad que tenemos».
La experiencia también le sirvió para «realizar contactos en los encuentros de becarios y vivir en primera persona el proceso del proyecto y construcción del Centro Botín».
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