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Seis olas, casi 800 muertos, más de 130.000 contagios y cerca de millón y medio de vacunas administradas: así se resume, en unas pocas cifras, el efecto de dos años de pandemia en Cantabria. Son números que no alcanzan a explicar cómo han ... cambiado estos 24 meses a una sociedad que ya no mira al futuro con la misma seguridad, consciente del vuelco que puede dar todo de un día para otro.
Esta realidad, un tanto pesimista, no impide que en este momento exista cierto sentimiento compartido de alivio, cuando la sexta ola da sus últimos coletazos y parece preceder a una primavera libre de virus. Sin embargo, la tranquilidad no es completa: la variante Ómicron ha demostrado que el virus siempre puede sorprender, y también que la vacuna no es el remedio infalible contra la enfermedad.
Desde luego, los expertos no dan por vencido al virus y creen que la actual situación, más que un punto y aparte en la pandemia, es un punto y seguido.
«Ahora pasamos de un escenario de alta transmisión a otro de baja incidencia», explica Reinhard Wallmann. En esta nueva situación, la estrategia debe centrarse «en la población vulnerable, como la que se atiende en centros sanitarios y sociosanitarios». «El foco tiene que estar ahí: vamos de una estrategia ampliamente poblacional hacia otra más individual, centrándonos en las personas que más riesgo tienen de padecer una enfermedad grave».
«Podemos decir que hay tres escenarios posibles -avanza Marcos López Hoyos, presidente de la Sociedad Española de Inmunología-. El más catastrófico sería debido a una alta capacidad del virus de adaptarse y que haga que surjan variantes novedosas y peligrosas que escapen a la inmunidad generada por la infección natural y las vacunas, lo que ocasionaría nuevas olas de alta incidencia y obligaría a recuerdos de vacuna permanentes y frecuentes; el segundo escenario sería la generación de variantes en zonas del planeta donde no se ha generalizado la vacunación con el consiguiente riesgo de aparecer variantes de tiempo en tiempo (semejantes a Ómicron) y en las que habría que tener vacunas para proteger frente a las variantes (no todas) que escapen de la inmunidad; el último escenario, más probable y sobre todo deseable, que el virus se haga endémico y que pueda precisarse vacunación estacional en ciertas condiciones de personas (ancianos, inmunodeprimidos, etc.) o que esa vacunación estacional pudiera ser necesaria para toda la población».
Reinhard Wallmann
Director general de Salud Pública
Marcos López Hoyos
Presidente de la Sdad. Inmunología
Rafael Tejido
Gerente del Hospital Valdecilla
Ángel de Francisco
Catedrático de Medicina de la UC
El director general de Salud Pública, Reinhard Wallmann, vaticina que esta sexta no será la última onda epidémica: «Vamos a experimentar otras en el futuro, la cuestión es el impacto que van a tener y cuándo se van a producir. Eso depende de las variantes que vayan surgiendo y de sus características, sobre todo en los parámetros de transmisibilidad y capacidad de escapar del sistema inmune, y también por el tema de cómo de virulentas o graves sean». De hecho, en este momento se vigila de cerca una nueva mutación del virus. «Ahora, lo que nos genera la mayor incertidumbre es la imposición del sublinaje BA.2 de Ómicron, que en España ya alcanza un 20% de todos los casos analizados y en Cantabria un porcentaje similar, entre el 20% y el 30%. Cuando esté al 50% iremos viendo si es capaz de generar otra vez un incremento; de momento la imposición de BA.2 se produce sobre una tendencia descendente, pero lo estamos vigilando».
«En el futuro, para Salud Pública sigue siendo primordial mantener una vigilancia genómica; no podemos bajar la guardia, y según eso iremos viendo: si hay una constante en estos dos últimos años es que tenemos que mantener la flexibilidad y adaptarnos según la onda que se produzca y sus características».
Para Rafael Tejido, gerente del Hospital Valdecilla, el futuro más probable pasa por entrar «en una fase endémica con algunos picos incidentales relacionados con movimientos poblacionales, interacciones sociales y cambios estacionales». Claro que, antes de eso, ha de extinguirse la sexta ola: «Todavía hay muchas incertidumbres. Y a pesar de la disminución de la incidencia, en la última semana todavía se han diagnosticado diez millones de casos en el mundo. Así que hay que seguir vacunando universalmente para evitar la transmisión y la posibilidad de nuevas variantes de preocupación».
«Es cierto que está bajando la incidencia de forma rápida, pero no menospreciemos al virus -advierte López Hoyos-. En todo caso, hay dos aspectos importantes. El primero, seguir avanzando y no abandonando la investigación en nuevos antivirales para la infección y fármacos para el cuadro inflamatorio que lleva al infectado a la UCI, así como avanzar en vacunas, a ser posible pancoronavirus (que sirva para cualquier variante), para terminar con esta pandemia o futuras que puedan venir. En segundo lugar, y muy relacionado con todo lo anterior, avanzar en la caracterización de la respuesta inmunitaria generada y la protección frente a la infección y frente a la enfermedad, para conocer su cinética y duración, en función de las distintas exposiciones que hemos tenido. De este modo, podremos determinar el tipo de vacuna, el número de refuerzos y cada cuánto tiempo tenemos que hacerlo».
El catedrático de Medicina de la UC Ángel de Francisco cree que para encarar el futuro con garantías es necesario no cometer los mismos errores del pasado. «Durante los tres primeros meses de pandemia no se hicieron las cosas correctamente: no hubo un comité asesor de profesionales, se centralizaron compras en un Gobierno con un Ministerio de Sanidad incapaz de comprar nada, se ocultó la muerte de 25.000 personas... No se interpretó adecuadamente que la infección se transmitía por aerosoles y las mascarillas no se introdujeron hasta finales del mes de mayo. Además, hubo un interés político en la manifestación del 8 de marzo, responsable de múltiples infecciones en centros de mayores, después de las advertencias del Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades. Tampoco se provisionó de material sanitario a pesar de los avisos, y como consecuencia de esas carencias se produjeron muchas infecciones de médicos y enfermeras. Y todo esto sucedió por no haber tenido una dirección de personas especializadas».
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