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Miguel Ángel Revilla saca un bolígrafo del bolsillo interior de su chaqueta y firma en cada una de las 17 páginas del pacto que le ... une al PSOE por cuarta vez para gobernar en Cantabria. Pablo Zuloaga, a su lado, sonríe más que él. Se dan la mano mientras el líder socialista alterna miradas al presidente y a los fotógrafos. Revilla, sin embargo, quiere hacer notar su incomodidad. Están muy lejos de ser amigos y ni siquiera tienen buen concepto del otro. Solo se necesitan. Y el líder del PRC tarda dos minutos en celebrar la rúbrica lanzando a su nuevo socio de Gobierno tres avisos que suenan a amenaza: «Si Madrid no cumple con las inversiones en Cantabria, se acabó todo y a empezar de nuevo. A diferencia de otras etapas, ahora tenemos la sartén por el mango. Se puede pasar del lloro y de hacer de plañideras a hacer algo».
Así comenzó hace dos años en Cantabria una legislatura de la que es imposible hacer balance sin hablar del covid. El coronavirus lo ha manchado todo, y el nuevo Gobierno que arrancó en verano de 2019 apenas tuvo unos meses de normalidad antes de que el mundo se frenara en seco. El Presupuesto anual se convirtió en papel mojado y cualquier proyecto encima de la mesa se confinó en un cajón. Pero hay filias y fobias con las que no puede ni una pandemia mundial. Revilla y Zuloaga, PRC y PSOE, llegan a este ecuador de legislatura como dos funambulistas que luchan por no caer del alambre. El coronavirus, la tensión con Moncloa, la crisis económica y su convivencia cainita han desequilibrado al pacto en estos dos años y, en caso de caer, la red de seguridad solo protege a uno de ellos, al que ganó las elecciones por primera vez hace dos años.
En aquel lejano escenario precovid, la industria era una de las obsesiones que el propio Revilla reconoció en su discurso de investidura, como en su día lo fueron las Obras Públicas. El presidente se marcó como objetivo incrementar dos puntos porcentuales el peso de este sector en el Producto Interior Bruto (PIB) de Cantabria al final de la legislatura. Según el INE, en aquel momento representaba el 15,4% de la economía regional. Durante todo el año pasado fluctuó, pero llegó a diciembre con esa misma cifra, aunque los últimos datos, del pasado marzo, dicen que la industria ya supone el 16,6%. Es decir, Revilla estaría a mitad de camino de consolidar esta promesa.
Dentro de ese intento por resucitar la fuerza industrial de Cantabria, La Pasiega juega un papel clave. El proyecto estrella del PRC para que el Puerto vuelva a ser competitivo está a la espera de una posible financiación europea, pero los meses van pasando y Javier Marcano ha heredado de Francisco Martín la urgencia del calendario. Antes de que lleguen las elecciones de 2023, el polígono debe estar urbanizado y con cierto movimiento. O al menos esa era la pretensión de los regionalistas a comienzos de legislatura. Y, de momento, allí solo sigue habiendo pasto para vacas y un proyecto en papel para construir la primera autovía autonómica.
El compromiso con La Pasiega era, precisamente, una de las exigencias inamovibles del PRC con Pedro Sánchez para apoyar su investidura en 2019. En aquel famoso 'papeluco' que firmaron José María Mazón y José Luis Ábalos estaban recogidos, además, los plazos e inversiones para el AVE, el estudio del tren a Bilbao y el pago de la deuda de Valdecilla, entre otros. Moncloa ha ido dando pasos –a trompicones y con retraso en algunos casos– para cumplir con estos compromisos. Las obras de la alta velocidad tenían que empezar este verano y, si nada falla, así será, ya que se acaba de adjudicar el primer tramo. El pasado septiembre también se contrató el estudio informativo para la conexión Santander-Bilbao y los Presupuestos de este año incluyen los 44 millones de dos anualidades del pago de la deuda de Valdecilla. En la esfera cultural también se han visto avances importantes acompañados de iniciativas privadas, como la del Proyecto Pereda del Banco Santander. Así, la Colección Enaire abrirá sus puertas en julio en Gamazo, y el Reina Sofía-Archivo Lafuente adjudicó su proyecto en marzo y el año que viene está previsto que comiencen las obras.
El débil pacto autonómico entre PRC y PSOE se trasladó también a 15 localidades cántabras, donde ambos partidos unieron sus fuerzas –en casi todas ellas sin apoyo de terceros– para hacerse con el bastón de mando. Cuando el apretón de manos entre Revilla y Zuloaga se tambaleó a comienzos del año pasado, a causa de la tensión con Madrid y el órdago incumplido de los socialistas, también lo hizo en todos esos ayuntamientos donde la estabilidad del equipo de gobierno dependía del acuerdo. El caso de Torrelavega es el más paradigmático, donde el alcalde López Estrada siempre tuvo al PP como 'Plan B'.
En Santander, la coalición con Cs le ha dado más de un quebradero de cabeza a la alcaldesa, Gema Igual. Los reproches públicos entre ellos y los guiños de Javier Ceruti a la oposición en asuntos clave como el Plan de Choque no han ayudado a la estabilidad en la capital. En otros grandes municipios la situación no es mejor. En Astillero, por ejemplo, Javier Fernández Soberón lleva tres meses gobernando bajo la sombra de una posible moción de censura.
Pero esto no ha impedido las tensiones entre Peña Herbosa y Madrid. Aquella imagen de Revilla y Pedro Sánchez protegiéndose bajo un paraguas de la lluvia en Comillas fue la de la reconciliación tras muchos meses de distancia entre ellos. De no contestarse al teléfono cuando antes los mensajes eran habituales cada semana. El impago del IVA pendiente por el que pelearon en los tribunales hirió «profundamente» al presidente cántabro por tratarse de «una deslealtad entre hermanos». Pero la verdadera carga de profundidad la lanzó el PRC cuando no votó a favor de la segunda investidura de Sánchez a causa de su pacto con los independentistas de ERC.
Ese momento, solo dos meses antes de que el covid entrara en escena, destapó con especial virulencia las malas relaciones con el PSOE cántabro. Zuloaga no llegó a cumplir el órdago de romper el pacto y marcharse del Gobierno, pero la indignación en el PRC fue tal que hasta ellos mismos se plantearon darle la patada a los socialistas. El desgaste político interno y externo del vicepresidente durante esos días fue terrible, pese a que quiso esconderse detrás de su secretaria de Organización, Noelia Cobo, para amortiguar el golpe a su imagen.
MADRID La pelea judicial por el IVA y no apoyar la investidura de Sánchez tensionan la relación con Moncloa
COVID Diferencias entre Revilla y Sanidad en la gestión de la pandemia y, sobre todo, en el impacto en la hostelería
AGUJERO El impacto del covid en las arcas públicas alcanza los 400 millones de euros, según el presidente
ÓRDAGO El mayor desgaste de Zuloaga llegó con su amenaza incumplida de romper el pacto
INDUSTRIA Revilla lanzó el reto de subir dos puntos la industria en el PIB, de momento lo ha hecho uno
DEBERES La Ley del Suelo y la apuesta por los eólicos son dos de las cuentas pendientes hasta 2023
GOBIERNO Arrepentimiento en el PRC por no exigir la Consejería de Economía en el reparto de carteras con el PSOE
'PAPELUCO' Se han dado pasos firmes con el AVE, la conexión con Bilbao, La Pasiega y el pago de Valdecilla
Después de aquello, los desencuentros llegaron hasta el Parlamento, donde los dos socios han roto en varias ocasiones la unidad de voto: sobre la prohibición de cazar en parques nacionales, y en la Ley contra el Cambio Climático y su afección a los negocios ubicados en zonas cercanas a la costa.
En medio de ese conflicto, PP y PRC llegaron a coquetear hasta el punto de que Revilla se planteó la posibilidad de gobernar en minoría con el apoyo puntual de los populares. María José Sáenz de Buruaga y su equipo fueron muy críticos con la reedición del bipartito, se dejaron querer durante el conflicto y ahora, de nuevo, han vuelto a la línea dura contra el PRC. «No hay nadie a los mandos. El presidente ni está ni se le espera. Ha fallado a Cantabria cuando Cantabria más necesita un presidente. El Gobierno autonómico se limita a dejarse llevar por las decisiones del Gobierno central, se sienta a esperar», señaló la presidenta del PP a este periódico.
Las tensiones entre socialistas y regionalistas también fueron patentes durante la gestión de la pandemia. Con Sanidad siendo competencia del PSOE, las diferencias con Revilla salpicaron todo el estado de alarma en Cantabria. La decisión de suspender las vacaciones escolares –luego anulada por los jueces–, los retrasos en la vacunación a comienzos de este año y las prisas del presidente porque se reactivara el turismo han sido algunos motivos de confrontación con la Consejería de Sanidad.
El desgaste lógico de gestionar una pandemia que ha provocado 564 muertos en la región impactó primero en el consejero de Sanidad, Miguel Rodríguez, y en el ala socialista del Gobierno. La política de comunicación fue muy criticada, así como el incumplimiento del calendario de vacunas, que llevó a Cantabria a la cola del país. Estos errores pusieron en la diana al consejero y la oposición cargó en un primer momento contra él. Sin embargo, las críticas de la opinión pública fueron escorándose, poco a poco, hacia los regionalistas. El polémico cierre de la hostelería y las restricciones horarias impactaron directamente en Revilla, centro de las quejas y del acoso de los empresarios locales, pese a que el presidente se ha escudado siempre en que las limitaciones de aforo y apertura son mandatos de Sanidad.
En cualquier caso, más allá de los fallecidos y los aciertos o errores en la gestión sanitaria, el covid dejó el año pasado un agujero económico de 400 millones en las cuentas del Ejecutivo autonómico, según los cálculos que hizo el propio Revilla. Eso, además de frenar cualquier proyecto de legislatura, congeló muchos de los «ejes fundamentales» que PSOE y PRC firmaron en aquellas 17 páginas del pacto de gobierno. Aunque sí ha existido voluntad legislativa durante estos dos años, como es el caso del proyecto de Ley de Vivienda, o las normativas LGTBI y de Memoria Histórica, todas ellas incluidas en aquel documento que firmaron Revilla y Zuloaga. Los deberes hasta 2023 son muchos, pero hay dos asuntos en los que el Gobierno no puede ponerse de perfil: los parques eólicos y una nueva Ley del Suelo. Aunque en esto, previsiblemente, los dos socios vuelvan a pelear por no caerse del alambre.
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