
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Ocurrió tal día como hoy hace 25 años. Y quienes lo vivieron en primera persona, lo recuerdan como si hubiera sido ayer.Aquella mañana lluviosa del 2 de noviembre de 1999, la fachada noroeste de Traumatología de Valdecilla de desplomó de cuajo como una guillotina sobre el edificio de enlace con la antigua Residencia General, atravesando desde la tercera planta hasta los semisótanos. La desgracia se desató a las 09.25 horas con el estruendo de los 20.000 kilos de escombros que cayeron a plomo, partiendo el hospital en dos y llevándose por delante la vida de cuatro trabajadores. Tras los escalofriantes segundos de silencio que siguieron al derrumbe, se desató el caos y el miedo inundó el complejo hospitalario.
Con las sirenas de policía, bomberos y ambulancias de fondo, la región aguardaba, conmocionada, conocer el alcance del accidente, convertido en noticia nacional. La incertidumbre sobre la estabilidad del resto del edificio obligaron a vaciarlo de inmediato. En escasas horas fueron desalojados más de 350 pacientes por las escaleras de emergencia, mientras los equipos de rescate evacuaban a los heridos y buscaban a los desaparecidos entre los cascotes. Una búsqueda que confirmó el peor de los desenlaces para cuatro profesionales del hospital que se vieron sorprendidos por la caída de la fachada sin posibilidad alguna de escapar.
Uno de ellos fue el maestro industrial Manuel Menezo, de 53 años, que en se encontraba en el área quirúrgica –la zona cero–, donde se disponía a reparar un problema eléctrico, cuando aquellos 250 metros cuadrados de fachada (correspondiente a ocho plantas) se vinieron abajo. Justo un piso más arriba de donde quedó sepultado este operario de mantenimiento, padre de cuatro hijas, murió también el celador Karim Khan Ali cuando acudía por un pasillo de la tercera planta para asistir a un curso de Salud Laboral que impartía UGT.
Y cerca de los despachos sindicales se encontraba la Dirección médica y de enfermería, donde fallecieron la secretaria Isabel Ortega, que en ese instante estaba al teléfono, y la subdirectora Julia Hazas, que trabajaba frente a su ordenador. «Fue como un terremoto, no sabíamos qué había pasado. Al abrir la puerta ya no había nada al otro lado, solo una nube de polvo blanco y un gran agujero del que salían gritos», rememoraba Eloísa Canga, entonces directora médica de Valdecilla, en el reportaje publicado por este periódico al cumplirse el vigésimo aniversario del suceso.
La caída de la fachada perforó el centro neurálgico del hospital. Destruyó las dependencias de la Dirección y sepultó el área de Hemodinámica, parte de los quirófanos y de las consultas de Radiología. Con aquel cráter gigante abierto en el corazón del hospital y la angustia en el cuerpo, toda la plantilla se unió para salir de aquella dramática situación, arrimando el hombro para trasladar a los pacientes ingresados.
De repente, la Residencia Cantabria, que ya entonces tenía instalaciones en desuso porque se proyectaba su cierre, se volvió a llenar y no fue hasta 2016 que se acabó clausurando –desde entonces ha permanecido cerrada a cal y canto, hasta ahora que la Consejería ha encargado el desmontaje del viejo edificio para levantar uno nuevo destinado a un Parque Científico de la Salud centrado en la investigación–. Además, se ocuparon los pabellones de Valdecilla y se llevaron pacientes al Hospital de Liencres, a Sierrallana (Torrelavega) y a varios centros privados. Aquel despliegue, marcado por la tristeza y la solidaridad, es una de las imágenes que guardan en la memoria los profesionales más veteranos, muchos ya jubilados, orgullosos de cómo respondieron todos los compañeros tras la tragedia.
Muchos de ellos reconocen que cada 2 de noviembre esos recuerdos vuelven. «Es inevitable», especialmente entre aquellos a los que les tocó de lleno. Así lo contaba José Manuel Castrillo, entonces jefe de Urgencias: «Al principio no supimos dimensionar el problema. Pensé que había caído un rayo en la torre, pero después el ruido fue como si se acercara un tren. Le dije a mi secretaria: 'Ponte debajo de la mesa'. Cuando cesó el ruido intentamos salir del despacho y no había ni suelo ni techo. Solo había oscuridad y lluvia. Se oían gritos. Nos dedicamos a sacar a la gente de aquel agujero inmenso, colaborando en la ubicación de pacientes, haciendo lo que podíamos».
El accidente dejó también una veintena de heridos. Pero «pudo haber sido mucho peor», coincidían quienes sobrevivieron. La rabia y la impotencia acompañaron al dolor de las familias cuando tocó hablar de las causas del desplome. Las rachas de viento y las lluvias de aquella mañana –inclemencias a las que en un primer momento las autoridades políticas atribuyeron la culpa, tras negar incluso que hubiera indicios de fallos estructurales– acabaron por destapar el estado de deterioro del edificio, que ya venían denunciando tiempo atrás desde el servicio de mantenimiento del hospital. El propio Manuel Menezo, que acabó siendo una de las víctimas mortales de aquella fatídica jornada de noviembre, lo había advertido varias veces, como se encargaron de defender sus familiares en la larga batalla legal que tuvieron que protagonizar hasta que consiguieron que se reconociera que lo ocurrido en Valdecilla fue un accidente laboral con riesgo para el trabajador.
«Si se hubieran hecho caso a los informes técnicos (había uno de 1995 que nos habían ocultado), aquella fachada no se hubiera caído, hubiera sido derribada; pero se ignoraron», apuntaba Víctor Velasco, electricista y entonces delegado de Prevención Laboral en Valdecilla (UGT). Paradójicamente, el mismo día que colapsó el revestimiento se habían publicado en el Boletín Oficial del Estado (BOE) los primeros pasos para empezar un plan director y diseñar el futuro del hospital. Pero no fue hasta después del derrumbe que llegó la inversión estatal. Y cabe recordar que en aquella época no estaban transferidas las competencias sanitarias. Después se sucedieron las concentraciones en memoria de las víctimas, pero también en defensa del hospital.
Y ese recuerdo tampoco faltó en la apertura de las Tres Torres, en 2015. El nuevo Valdecilla nació, precisamente, a partir de aquel accidente que obligó a plantear una reconstrucción completa del hospital. Por cuestiones políticas, aquel hito careció de inauguración oficial, porque el complejo fue terminado por la UTE Ferrovial-SIEC en la legislatura gobernada por el PP, pero la llegada de los primeros pacientes se produjo ya con el bipartito PRC-PSOE de nuevo al mando del Ejecutivo. No obstante, de puertas para adentro aquella apertura fue una jornada emotiva para la gran familia Valdecilla, como lo será hoy.
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