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Más allá de los aciertos y errores de cualquier gestión, es de suponer que los gobernantes no hacen mal a sus gobernados por gusto. Por eso resulta tan difícil de entender lo que está ocurriendo en Cantabria con los afectados por las sentencias de derribos ... , que llevan décadas con la espada de Damocles sobre sus cabezas. Con la incertidumbre de si las máquinas llegarán al mes siguiente para echar abajo sus viviendas y si los poderes públicos paliarán de algún modo una pérdida patrimonial de la que no son responsables. Aunque su constitución como entidad llegó algunos años después, los integrantes de la Asociación de Maltratados por la Administración (AMA) llevan un cuarto de siglo en la lucha. El nombre de 'maltratados por la administración' lo escogieron ellos. Podría representar a otro grupo y no al de las familias con sentencia de derribo, pero lo cierto es que es difícil encontrar en la región un colectivo que tenga más motivos para apropiarse de esa denominación.
El entramado legal y político alrededor de esta problemática es tal -con las consiguientes promesas incumplidas y plazos previstos que nunca llegan- que resulta difícil dar números. Solo hay estimaciones de cuántas viviendas podrían salvarse si salen adelante los planes generales y cuántas habrá que echar abajo. Lo que es seguro es que el conflicto comenzó a finales de 1994 con las primeras sentencias en el municipio de Arnuero. Luego llegaron las de Argoños, Piélagos, Escalante, Miengo...
Arnuero
Pepín Cano En 2012 se echó abajo una vivienda que estaba en estructura y comenzó la legalización de otras cuatro.
El Encinar En abril de 2009 se tiraron las 42 viviendas que quedaron a medio construir. Fue la primera gran demolición de este tipo que se realizó por procedimiento judicial.
La Arena Hay 102 propietarios a la espera que de el Gobierno de Cantabria inicie las obras -previsiblemente en 2022- de las viviendas de sustitución o que realice el pago de las indemnizaciones para empezar los derribos. Con un plan constructivo a punto de cerrarse y un plan parcial aprobado, estos son los expedientes que se encuentran más avanzados de todos los pendientes.
Argoños
Pueblo del Mar Son 78 viviendas que podrían estar entre las legalizables. Así se contempla en el Plan de Derribos del Ejecutivo autonómico y también encajarían con el proyecto de Plan General de Ordenación Urbana de la localidad, que califica ese terreno como suelo urbano consolidado. AMA espera que así sea, pero con los papeles en la mano no lo tiene tan claro y recuerda que la última palabra es la de la Justicia.
Camino de Portillo Alrededor de 80 viviendas que se encuentran en idéntica situación que las de Pueblo del Mar.
La Llana Esta urbanización es la más conflictiva. Cuenta con 99 viviendas y se da por seguro que 11 no podrán salvarse. El resto, tiene más posibilidades de seguir en pie.
Piélagos
Alto del Cuco Fueron derribadas 214 viviendas aún sin habitar en agosto de 2016.
Cerrias Son 39 viviendas y una parte de ellas tienen difícil su legalización. El Plan de Derribos del Gobierno regional contempla que al menos once desaparecerán.
L05 En esta urbanización hay 21 viviendas en juego con pronóstico no muy desfavorable.
Entrelindes El PGOU y el juez decidirán sobre las cerca de 20 viviendas que tiene este complejo. Como en la urbanización anterior, hay opciones de salvar una parte importante.
Escalante
Las Torres El edificio cuenta en estos momentos con 32 vecinos. Aunque también hay segundas residencias, muchos viven allí de forma permanente. El Ayuntamiento, en sus planes urbanísticos, considera que hay margen suficiente para la legalización. En cambio, el Gobierno no dio por válido el documento municipal y cree que la única solución es el derribo y la indemnización o la creación de viviendas de sustitución para los afectados. Es la Justicia quien tiene que dictaminar cuál de las partes tiene razón.
Bareyo
El Chiringuito de Mingo Ubicado en el pueblo de Ajo, el negocio y el hogar de Domingo Herrero se convirtió en uno de los símbolos de la problemática de los derribos en Cantabria. También el 29 de abril de 2009 fue reducido a escombros. Un año después, se aprobó una nueva Ley de Costas que ya habría permitido su continuidad.
Miengo
Playa Marzán 20 viviendas, garajes y locales en Cuchía a los que el Ayuntamiento dio licencia en 1998 y que desde 2001 estuvieron con sentencia de derribo por un recurso de ARCA. Finalmente, en marzo de 2018 la Justicia las libró de la piqueta y fueron legalizadas.
Las Arenas 90 viviendas con sentencia que fueron legalizadas con cambios urbanísticos. Durante años, el Ayuntamiento y el Gobierno se pasaron la pelota sobre la responsabilidad.
Según AMA, en estos momentos hay 477 viviendas afectadas y pendientes de lo que ocurra, una cifra que el Ejecutivo regional eleva hasta las 527. Algunas con una solución más cercana como ocurre con las de Arnuero y otras con muchas más incertidumbres. Además, se han tirado abajo un total de 257 viviendas y los ejemplos de legalización no abundan. Ocurrió esto último, por ejemplo, con 90 de la urbanización Las Arenas y otras 20 de la Playa Marzán, ambas en el municipio de Miengo. También otras cuatro residencias en el complejo Pepín Cano de Arnuero, donde una quinta no logró salvarse de la piqueta y se echó abajo en 2012.
¿Qué escenario hay por delante? Pues quizás no tan oscuro como años atrás, pero todavía incierto. Lleno de interrogantes. A mediados del año pasado, la Consejería de Obras Públicas presentó una actualización del Plan de Derribos dotado con 23 millones de euros a lo largo de toda la presente legislatura. Ese dinero tendrá que emplearse para la construcción de viviendas que sustituyan a las que desaparezcan o a indemnizaciones a los propietarios que prefieran esta segunda opción. En ese punto están en la urbanización La Arena (Arnuero), donde el proceso está más avanzado. Ya hay un plan parcial que respalda la construcción de viviendas de sustitución y está previsto que la obra de los nuevos edificios comience en 2022.
Ese plan regional para todas las localidades involucradas contempla que alrededor de dos terceras partes -unas 350 casas o apartamentos- de los expedientes abiertos se puedan resolver mediante la legalización. Que no haya que llevar las máquinas y que la adaptación de los planes generales de ordenación urbana de los municipios aludidos sea suficiente para acabar con el limbo legal y convertir lo vivido por los afectados durante las últimas dos décadas -en algunos casos más- en un mal sueño. Lo que ocurre es que esa propuesta del Gobierno de Cantabria es poco más que eso, una propuesta. Es cierto que basada en estudios técnicos y en criterios urbanísticos, pero quien tiene la última palabra en todos los casos es la Justicia. El juez que decretó la sentencia de derribo por deficiencias en el procedimiento o atentados ambientales y el que tiene que darse por satisfecho con la solución propuesta.
En este último punto es en el que pone el acento AMA: es verdad que es el Ejecutivo el que propone, pero también que son los tribunales los que disponen. En cualquier caso, aun teniendo en cuenta esa premisa, sospechan que el Gobierno de Cantabria ha sido demasiado optimista en sus cálculos. Y sacan el ejemplo de Argoños, que con 255 casos es el que concentra el mayor número de afectados. Allí, Obras Públicas sólo confirma el derribo de una decena de viviendas. Con el resto, creen que existe posibilidad de salvación.
Sea demasiado optimista o no, de cualquier modo, para eso es necesario sacar del limbo el PGOU. «Hasta cuatro veces ha estado en información pública. El documento está en una noria dando vueltas con idas y venidas del Gobierno al Ayuntamiento. «Se iba a haber aprobado hace ya tres años. No se puede explicar que un PGOU de un municipio de sólo 5,5 kilómetros cuadrados requiera diez años. Sobre todo cuando el 80% está hecho del plan de 2007», apunta Antonio Vilela, portavoz de AMA.
Aunque después de tantos años están escarmentados y apelan al principio de prudencia, creen que en Argoños una parte sustancial de las viviendas afectadas podría salvarse -once de La Llana son las que tienen peor pronóstico-, ya que están en suelo urbano consolidado. Es decir, que si las tiran, al día siguiente podrían volver a levantarse con todas las de la ley. A su entender, sería un despropósito, un «puñal» como el caso del Chiringuito de Mingo, en Ajo, que se derribó en abril de 2009 y año y medio después, con la aprobación de la nueva Ley de Costas, ya habría sido legal.
En Piélagos, el documento urbanístico es mucho más complejo y ni siquiera con el borrador inicial en la mano es fácil dar números. Las que tienen una situación más comprometida son las de Cerrias. Y luego está Escalante, el «mayor despropósito» para AMA. Allí, el Ayuntamiento dice que los cambios urbanísticos permiten dejar en pie el edificio y el Gobierno niega la mayor y propone una solución de Arnuero. Tendrá que hablar la Justicia.
Antonio Vilela, como portavoz de la Asociación de Maltratados por la Administración (AMA), se ha convertido en el rostro del tesón y la cara visible del colectivo de afectados por los derribos. Aunque la entidad como tal se constituyó en la Semana Santa de 2005, el problema viene de mucho atrás. La lucha sigue desde 1994, cuando un grupo de vecinos de Arnuero recibió las primeras sentencias de los juzgados. En un primer momento cada urbanización o propietario asumió el problema de forma individual y posteriormente unieron fuerzas a través de AMA.
A finales de 2019, antes de que todos los grupos aprobaran en el Parlamento regional la enésima resolución de apoyo a los afectados por los derribos que instó al Gobierno de Cantabria a que busque una solución definitiva, la portavoz socialista, Noelia Cobo, miraba a la tribuna de invitados y recordaba que cuando el colectivo daba los primeros pasos, su presidente tenía 38 años. Ahora ya tiene 62. Vilela ha visto pasar a casi una decena de presidentes autonómicos y consejeros de urbanismo (populares, regionalistas y socialistas, de todo el espectro político) sin apenas avances en el asunto. Por lo menos no significativos. Mientras tanto, más de un centenar de socios como Dani Paterna, otro de los impulsores del colectivo, ha fallecido a la espera de una solución.
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