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Imagen de la plaza de toros de Santander, durante la contienda, repleta de presos republicanos. DM
80 años del final de la Guerra Civil

80 años del final de la Guerra Civil

El historiador Miguel Ángel Solla, que ha investigado la contienda en Cantabria, cree que «recuperar a la gente de las fosas es un deber de humanidad»

Consuelo de la Peña

Santander

Martes, 2 de abril 2019

«En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado». Era el 1 de abril de 1939 y Francisco Franco firmó en Burgos el último parte de la Guerra Civil española, que se recogió en las portadas de todos los periódicos que había en España, incluido El Diario Montañés. Se ponía fin así a casi tres años de contienda entre el bando republicano –apoyado por la Unión Soviética– y el bando nacional, liderado por Francisco Franco, que recibió el apoyo de la Alemania de Adolf Hitler y la Italia de Benito Mussolini.

Han pasado 80 años desde el final de ese conflicto, pero muchas de sus heridas siguen abiertas. Las familias de los miles de desaparecidos durante la guerra y la posterior represión franquista esperan poder desenterrar a sus muertos de alguna de las fosas comunes repartidas por todo el país. «Recuperar a la gente que murió en las fosas es un deber de humanidad. El Gobierno central y el autonómico deben responsabilizarse de este tema», demanda el doctor en Historia por la Universidad de Cantabria, Miguel Ángel Solla.

El autor de 'La sublevación frustrada: los inicios de la Guerra Civil en Cantabria', recuerda que «Cantabria es de las pocas autonomías que carece de un mapa de fosas, algo que no es complicado porque la mayoría de ellas se sabe donde están. Toda Cantabria está diseminada de fosas de la época republicana y de la franquista».

Aunque la contienda fue igual de atroz en todo el país, en Cantabria tuvo sus propias peculiaridades. «El golpe militar fracasó de forma inesperada porque Cantabria, pese a su tradicional carácter conservador, se mantuvo fiel al Gobierno de la República. Sorpresivamente, la izquierda se hizo con el control del poder y en una semana consiguió derrotar las tramas conspiratorias. Santander fue republicana durante 13 meses, hasta agosto de 1937».

«Cien gramos de pan, un vaso de leche y seis bocartes por persona... con eso había que sobrevivir»

La segunda particularidad es que durante la guerra «la izquierda construyó un modelo administrativo y político propio. Primero creó un comité de defensa militar, después un comité de defensa civil y luego la junta de defensa de la provincia de Santander, que era una especie de pequeño gobierno formado por 14 direcciones generales». En febrero de 1937 el Gobierno republicano de Largo Caballero legalizó esta junta de defensa y constituyó «el Consejo Interprovincial de Santander, Palencia y Burgos, un verdadero órgano de autogobierno regional que es el único precedente de Gobierno autónomo que ha habido en Cantabria hasta la aprobación del Estatuto de Autonomía en 1981».

Rápido desmoronamiento

La tercera característica es la caída rápida de Santander bajo la acometida franquista. «Las tropas de Franco comienzan la ofensiva el 14 de agosto de 1937 y en doce días consiguen llegar a Santander. El sector republicano se desmoronó rápidamente porque tenía menos armamento, menos hombres y no estaba cualificado. Además, Franco contó con el apoyo de tres divisiones italianas y la Legión Cóndor alemana». Tradicionalmente se dice que la guerra acabó el 26 de agosto porque es cuando las tropas franquistas entraron en Santander, pero «la guerra continuó en la zona oriental». El último bastión cántabro que cayó en las manos golpistas «fue Tresviso, que lo hizo el 26 de agosto. Ese día se completa la conquista de lo que era la provincia de Santander», subraya el historiador.

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Solla recuerda que la población de la entonces provincia de Santander sufrió especialmente el hambre. «La flota franquista no dejaban entrar ningún barco y Santander estuvo aislada del resto de la zona republicana, salvo de Asturias y Vizcaya, que miraban por lo suyo. Apenas llegaba comida y había que racionarla. En otras zonas tenían las 'lentejas de Negrín', un artículo de lujo que llamaban también 'píldoras de la resistencia'. Pero aquí la gente malvivió con 100 gramos diarios de pan, una vaso de leche y seis bocartes por persona».

Pero la contienda trajo, sobre todo, muerte. En España, se calcula que hubo más de 500.000 muertos. En Cantabria no existe un estudio sistemático, pero el historiador aporta sus datos. «Ningún bando tuvo el monopolio de la violencia. Hasta finales de 1936 la represión republicana es irregular, hay muchos odios que salen a la luz y gente que mata de forma alegal. Hubo cerca de mil muertos por represión, casi tres al día. Con la llegada de Franco la opresión fue mucho más brutal. Se calcula que dejó 2.500 fallecidos, pero se habla de 30.000 personas encarceladas en Cantabria».

Edificios como la actual Biblioteca regional (antigua Tabacalera), La Magdalena, el seminario de Corbán o el antiguo campo de fútbol fueron centros de reclusión. La guerra dejó otro tipo de víctimas, los exiliados. «Unas 10.000 personas huyeron de Santander porque les iban a fusilar».

El exiliado más emblemático fue el intelectual Eulalio Ferrer. Y la aparición de los maquis, que escogieron la lucha de guerrillas para emboscarse y subsistir, una especie de lucha armada que se extinguió en 1957 con la caída de Juanín y Bedoya.

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