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«Antonio López y López había nacido condenado a ser un personaje secundario de Sotileza y acabó protagonizando una novela de Alejandro Dumas».
Joaquín Güell ... y de Ampuero
La alcaldesa de Barcelona, con el apoyo de su corporación, ha derribado la estatua que los empresarios catalanes y el pueblo de Barcelona erigieron, en un lugar señero de la ciudad, como homenaje al cántabro Antonio López por su contribución al desarrollo de Barcelona y de Cataluña en el siglo XIX. Conviene resaltar este hecho: la estatua del marqués de Comillas no fue colocada por ningún gobierno ni, por evidencia cronológica, está vinculada al franquismo, sino que fueron los industriales y burgueses catalanes los que decidieron costear la estatua y ubicarla en una plaza céntrica de la capital catalana.
El argumento esgrimido por Ada Colau y quienes la apoyan ha sido endeble: Antonio López se enriqueció con el comercio de esclavos en Cuba. Digo endeble por mera prudencia, porque hasta hoy ningún historiador ha podido demostrar que el joven comillano, emigrante en Cuba, fuera tratante de esclavos. Es más, existen evidencias que indican que esa leyenda negra sobre López y López es falsa. Quién difundió la presunta trata de esclavos del marqués fue su cuñado, a través de un libelo que circuló por Barcelona. El cuñado de López y López lanzó esa publicación, sin base documental alguna, por el despecho que tenía, ya que no encajó el hecho de que su padre eligiera al marido de su hermana, en lugar de a él o a su otro hermano, para continuar los negocios de la rica familia Bru.
Conviene recordar que Antonio López no logró su inmensa fortuna en Cuba, sino en Cataluña, tras casarse con Luisa Bru, hija de Andrés Bru Puñet, un empresario catalán con una importante fortuna lograda con sus negocios en Cuba. Antonio López contrajo matrimonio en Barcelona y, tras el enlace, regresó muy pronto a la capital catalana porque a su esposa no le sentaba bien el clima antillano. Es en Barcelona donde nace realmente el imperio del quien más tarde sería marqués. Una de las claves de su éxito fue su capacidad para liderar a numerosos empresarios catalanes que invirtieron en sus nuevos negocios. La riqueza de Antonio López no provino de Cuba, sino de España y especialmente de la región catalana.
Es posible que a los supremacistas de hoy, les moleste esta historia, en la que un huérfano pobre sale de su pueblo, se abre camino en Cuba y más tarde llega a Barcelona con una modesta fortuna y allí, como líder de empresarios, crea un imperio empresarial con compañías de transporte marítimo, plantaciones de tabaco, bancos, manufacturas textiles…. y además se convierte en un promotor de la cultura catalana y un mecenas de la Renaixensa. Antonio López ha sido uno de los pilares en los que los actuales independentistas basan el denominado ‘procés’. No es superfluo recordar que fue el marqués de Comillas quien apadrinó y sufragó a mosén Cinto Verdaguer, uno de los grandes poetas en lengua catalana y, por cierto, una figura que como la de Casanova deberíamos someter los españoles –y especialmente los catalanes- a una revisión histórica, ahora que ese proceso se ha puesto de moda.
Quienes acusan de esclavista a Antonio López lo hacen sin pruebas y de esa forma vulneran su presunción de inocencia. Es más, profundizan en el libelo de su cuñado, un personaje mezquino incapaz de asumir sus propias limitaciones.
La estatua que han derribado y arrumbado en en un almacén, es el símbolo de la Cataluña próspera que, ahora, un grupo de personas, con escasa capacidad de creación, quiere borrar de un pasado que se vuelve contra ellos. La estatua víctima de la ignorancia, no es la que en su momento –en el siglo XIX- colocaron los barceloneses. La original ya fue destruida por los anarquistas durante la guerra civil, y fundida para fabricar cañones. En el año 1944, el alcalde de Barcelona autorizó realizar una nueva, al artista catalán Frederic Marés. Esa es la imagen que ahora se ha retirado, como también se han eliminado nombres de calles dedicadas a Antonio López, en un vano intento de eliminar la historia de un empresario que, siendo cántabro, tanto hizo por engrandecer Cataluña.
Para Cantabria, el espectáculo iconoclasta de Barcelona supone una afrenta. Un pequeño grupo de barceloneses impone su criterio y consuma la eliminación de la memoria de Antonio López, pero deberían tener la suficiente generosidad como para aceptar la petición de la alcaldesa de Comillas y del presidente Revilla y permitir que esa estatua no se oxide en un almacén y luzca en su pueblo natal. La tímida reacción de los cántabros ante el desmán llevado a cabo en Barcelona es, por desgracia, un síntoma añadido a la larga lista de elementos que demuestran nuestra apatía y el conformismo de una comunidad que asiste, impávida, al deterioro de todos los parámetros que nos posicionan en España y en el mundo.
Los radicales, incapaces de construir, destruyen símbolos y lo hacen en una atmósfera de impunidad y de ausencia de posicionamiento en contrario. La retirada de la estatua del marqués no afecta a la economía de Cantabria. Solamente señala la mansedumbre de un pueblo que presume de indómito. Lo que al imperio romano le costó años y mucha sangre, un puñado de barceloneses lo ha logrado en una mañana de domingo.
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