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Para sorpresa de muchos, el habitual jolgorio que abunda en los bares de Cañadío los fines de semana se cortó en seco durante varios minutos la pasada madrugada. Las risas y tintineo de las copas dieron paso al silencio y a la oscuridad tras ... el 'apagón' organizado por los propietarios de los establecimientos, en su protesta contra la obligación de cerrar a las dos de la madrugada para frenar la expansión del virus. Un enfrentamiento con el Gobierno regional que los hosteleros han llevado, incluso, hasta los tribunales.
«Algo teníamos que hacer», apuntó Fernando Rivas , propietario de uno de los muchos locales que inundan la famosa plaza del centro de Santander, a pocos minutos de dar comienzo al 'apagón'. «Lo hubiéramos tenido fácil para organizar una protesta, pero tampoco queríamos molestar», recalcó Rivas, recordando que ellos ya avisaron que «iba a ocurrir lo que ha ocurrido». Cómo él, son muchos los que esperaban con ansias el fin del confinamiento para poder abrir de nuevo sus establecimientos: «Sabíamos que iba a ser un año difícil pero contábamos con ello para remontar».
Para Rivas, las soluciones ofrecidas por el Gobierno, no resuelven el verdadero problema: «Porque dejemos de poner copas a la 01.30 horas de la madrugada no se van a ir a dormir. Se propician los botellones, las fiestas privadas… Ahí no hay control sanitario alguno». Sin embargo, alrededor de Cañadío, «raro es que no haya dos coches de policía», además de las medidas extras impuestas por cada local: «He llegado a echar a 15 o 20 personas por no cumplir las normas establecidas». «Espero que lo consigamos», reclamó Rivas segundos antes de regresar para dar comienzo a la pacífica protesta.
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Ante el desconcierto de la mayoría de clientes, a las 00:50 horas de la madrugada del domingo las fachadas de los establecimientos se sumieron en la oscuridad. «Al principio no entendíamos nada, pensamos que había sido un fallo del sistema eléctrico», comentaban Marta y Carmen a la salida de uno de los locales. A sus 30 años, ambas apoyaron el manifiesto con aplausos, aunque consideran que «se podrían tomar mejores medidas». Pero estas santanderinas no culpan de todo ni al Gobierno ni a los bares: «También hay que apelar a la responsabilidad de la gente, ya somos mayorcitos y nadie nos tiene que estar recordando que hay que ponerse la mascarilla».
A varios metros de distancia, alejados de las muchedumbre, se encontraban Verónica, Virginia y Javi, apartados lo máximo posible de las terrazas: «No te sientes seguro, están todos súper juntos». Aunque califican las medidas tomadas como «horribles y desastrosas», no culpan «en absoluto» a los dueños de los locales: «Ellos tampoco pueden hacer más, si les permiten tener tantas mesas por algo será». A pesar de todo, ellos prefieren estar de pie manteniendo la distancia de seguridad, que estar sentados pero a medio metro de otra persona: «Es absurdo, solo hace falta ir a cualquier terraza para ver la distancia».
En el manifiesto, leído por los empresarios del ocio nocturno en Cantabria, denunciaron la obligación implantada por el Gobierno de adelantar la hora de cierre: «Es una medida inútil que no evitará contagios pero que puede conseguir que se pierdan miles de puestos de trabajo». Destacaron su pleno compromiso «con la seguridad de todos los que crucen las puertas de los locales.» Entre vítores y aplausos por parte de la clientela, recalcaron el millón de euros invertido por el sector del ocio en aras de implantar mejores equipos y contratar el personal necesario para que los establecimientos sean seguros: «Estamos haciendo mucho más de lo que la ley nos exige para cuidaros y cuidarnos».
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